Perico Delgado elige su ciclista favorito (y no es Induráin)

Eran miles los que lo arropaban en la carretera, por eso sorprende el título La soledad de Perico, que es el de «un libro muy intimista» obra de Delgado, el segoviano que, dando pedales, nos alegró tantos veranos. De ese libro fue a hablar con Jenaro Castro en Plano general, ese programa que por su formato clásico de entrevista es un oasis de la televisión convencional en España.

Llenó los Campos Elíseos de banderas españolas. Fue cuando ganó aquel Tour de Francia, el de 1988, con aquellos característicos ataques en la montaña combinados con su mejora en la lucha contra el crono. «Yo había tenido un sueño en 1983, cuando estuve a punto de ganar y luego, en 1984, me rompo la clavícula. En el 85 caí enfermo durante el Tour. En el 86 muere mi madre [durante la carrera, que abandona] y ya en el 87 empecé a vislumbrar que podía ganarlo [fue segundo]. Y en el 88 era una realidad».

A punto estuvieron de quitárselo, cuando en el control antidoping se detectó la presencia de probenecid, que no figuraba en la lista de sustancias dopantes de la UCI. «Me vi envuelto en algo que, afortunadamente, se demostró que era injusto. Pero todo eso que me pasó entonces, si hubiese sido ahora, en el siglo XXI, seguramente me habrían expulsado y luego habrían reconocido que había sido un error. Entonces me parece que eso tampoco hubiese estado bien. A cualquiera que le pase ahora… Hay que proteger a la carrera y al deportista también»

Fue un ciclista ganador, previo a la edad de oro del deporte español que llegó después, pero su mensaje es prudente: «Tenemos que enseñar a la juventud a que tenemos que aprender a convivir con la derrota».

En forma

En 1994 dejó de correr de forma profesional, pero sigue haciendo bicicleta desde entonces: «Es el deporte que me permite mantener esta línea. Suelo salir dos horas, que para mí son en torno a 60 kilómetros, pero siempre tienes algún reto deportivo de por medio y tienes una salida más larga». Pesa 68 kilos, repartidos en su cuerpo de 1,71 centímetros.

Salieron los nombres de los cinco grandes: Hinault, Anquetil, Merckx, Induráin o Coppi. «Es que cada uno tiene una cosa que me gusta. De Miguel, su caballerosidad, ganar y dejar ganar. Pero siempre me quedo con Bernard Hinault, porque a él le gusta la épica, ganar a lo grande», y a mí eso me gustaba. Yo siempre soy de Bernard Hinault”.

De esa relación histórica se cayó Lance Armstrong: «Yo creía en Lance y yo creía que había ganado justamente y al final es una desilusión que nos contagió a muchísima gente y creas una especia de odio hacia él. Yo considero injusto que le sancionen de por vida. Un ladrón, malhechores de verdad, tienen siempre una segunda oportunidad, ¿y un deportista por qué no?».

Se hablo también de política. «No creo que con un cambio de Gobierno se cambie mucho a España hoy en día, ¿no? Siempre habrá matices, cosas que hemos avanzado, cosas que a lo mejor retrocedemos. Pero yo creo que un cambio, estando con el amparo de la Unión Europea, me parece que es tener suerte en tener un buen represente». Castro planteó quién le parece mejor jefe de filas, Feijóo o Sánchez: «Tampoco me fío de ninguno de los dos».

Fue en su día el deportista más querido y admirado de España. Castro le preguntó si en aquel tiempo ligaba mucho. «No me he considerado un latin lover. Para nada. Más bien al contrario, justito de novias».