Crítica de cine
'En tierra de santos y pecadores', el thriller de Liam Neeson ambientado en los días de plomo del IRA
El actor protagoniza una historia clásica y amablemente convencional que pone el foco en el plano dramático de los personajes
Volvemos al mundo del IRA en la Irlanda del Norte de los años setenta, con una trama que busca más desarrollar un thriller dramático convencional, que hacer una película revisionista de orden político. Que los personajes antagonistas sean del IRA es irrelevante para el desarrollo de la historia, e igual podrían haber sido de una banda mafiosa o de una red de espionaje. El protagonista es Finbar Murphy (Liam Neeson), un asesino a sueldo que experimenta tal repulsión ante su último trabajo que decide abandonar su letal profesión. Pero, como es de esperar, no va a ser tan fácil hacer borrón y cuenta nueva.
El día que Murphy descubre que su vecina, la entrañable niña Moya (Michelle Gleeson) sufre maltratos por parte de su tío Curtis, decide intervenir de la forma en la que mejor sabe hacerlo. Pero desconoce un dato muy importante. Curtis pertenece a una célula del IRA especialmente agresiva, liderada por la despiadada y cruel Doireann McCann (Kerry Condon).
Ya ven que el argumento de la película no es que sea muy original, pero al menos cumple razonablemente bien su misión de entretener. El peso de la trama no está en la acción, entre otras cosas porque Liam Neeson ya tiene setenta y tantos años, sino en el plano dramático de los personajes. Murphy, de alguna manera, quiere redimirse de su poco ejemplar pasado, y el camino puede ser proteger, cuidar y salvar a la inocente Moya. Los personajes secundarios están muy bien planteados y contribuyen a dar cierto espesor al film: el policía local Vincent, interpretado por el siempre convincente Ciarán Hinds; la entrañable vecina Rita (Niamh Cusack); o el contratante de Murphy, Robert McQue (Colm Meaney). De todas formas, se echa de menos mayor hondura en el proceso de redención del personaje, del que en realidad no sabemos si se ha redimido o si se ha echado más dosis de culpabilidad a las espaldas.
El ambiente irlandés cuenta con todos los tópicos esperables: las clásicas Irish cottages, las maravillosas playas con acantilados, el cura del pueblo que organiza las sesiones de bingo, las canciones tradicionales irlandesas, los pubs y los impenitentes bebedores de cerveza. Un telón de fondo correctamente levantado para acoger una historia clásica y amablemente convencional. Se añade el apoyo musical de la familia Baldenweg (Diego, Lionel y Nora) y la resultona fotografía de Tom Stern (Mystic River, Banderas de nuestros padres, Cartas desde Iwo Jima…).
Detrás de la cámara está Robert Lorenz, que ya dirigió a Clint Eastwood en Golpe de efecto (2012) y al mismo Liam Neeson en El protector (2021). Se trata de un director con poca trayectoria como realizador, pero que se siente cómodo en thrillers de acción con cierta pretensión dramática. En resumen: una cinta convencional pero entretenida, con personajes interesantes y desarrollada en un entorno geográfico e histórico que da mucho juego. Por cierto, una de las películas recientes más duras contra el IRA.