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¡Qué bello es vivir!

James Stewart protagonizó ¡Qué bello es vivir!

Historias de película

'¡Qué bello es vivir!', la película más cristológica del director católico Frank Capra

No solo es la más taquillera del director, sino aquella en la que dejó más patente su fe

Es, según el American Film Institute, la película más inspiradora de la historia del cine y la segunda película clásica con más puntuación de IMDb. Y no es de extrañar, ya que este cuento de Navidad, lleno de instantes oscuros y desesperación, es también un profundo canto de esperanza. De esperanza en Cristo.

¡Qué bello es vivir!, estrenada en 1946, no fue el éxito atronador que eran siempre las películas de Capra, lo que vino a corroborar que su paso por la Segunda Guerra Mundial y la dirección de varios documentales había hecho mella en su estilo. El director estrella de la década de los 30 ya no estaba en lo más alto. La crítica nunca la atacó y la Academia de Hollywood le reconoció sus méritos en forma de cinco nominaciones al Oscar incluyendo la de mejor película. Todo ello hizo que ¡Qué bello es vivir!, que escribió el propio Capra con Frances Goodrich y Albert Hackett (guionistas de Siete novias para siete hermanos o El diario de Ana Frank), fuera una de las películas más queridas entre sus seguidores.

A principios de la década de los 80, con la llegada a Estados Unidos de la televisión por cable, se empezó a emitir cada año durante las fechas navideñas hasta convertirse en una de las películas más populares de todos los tiempos. Una película que empieza con una oración y acaba con un villancico.

Frank Capra, inmigrante italiano en Estados Unidos, había nacido en Sicilia en 1897. Enamorado de la cultura americana, sus películas, ya desde la época del mudo, se centraron siempre en la clase media, a la que loaba en todas ellas por su patriotismo y espíritu de sacrificio. Algo que reflejó en sus magníficas Sucedió una noche, El secreto de vivir, Juan nadie o Vive como quieras. Por eso, que su obra maestra más rotunda y su película favorita no fuera tan bien en taquilla como aquellas es algo que le pesó toda la vida.

¡Qué bello es vivir! cuenta la historia de George Bailey, que está a punto de suicidarse durante la Nochebuena del año 45 desesperado por una deuda que no puede pagar. Alertado Dios por san José, manda a la Tierra a un ángel de segunda clase ansioso por ganarse las alas a hacerse cargo del problema. Éste simula caerse el mismo río en el que está a punto de tirarse el protagonista - magnífico James Stewart- que se arrojará al agua para salvar al viejo Clarence. «El que se ahogaba eras tú y el salvador fui yo», le dirá. Pero cuando el ángel trata de hacerle entender lo maravillosa que es su vida, George la maldice deseando no haber nacido jamás.

Que bello es vivir

¡Qué bello es vivir!

Hasta este punto, el cuento navideño ha tenido los elementos más arquetípicos: avaricia, generosidad, familia, enfermedad, soledad, bondad y solidaridad… Pero aún faltarían dos elementos fundamentales: la desesperación y la redención. Y es aquí donde Frank Capra dejó su sello irrenunciable, el de un católico profundamente enamorado de Cristo.

Así pues, se obra el milagro. El ángel le concede a George la oportunidad de ver lo que habría sido el mundo si él no hubiera nacido. Lo que habría sido de la compañía familiar que aborrece, de la pequeña ciudad de la que no ha salido nunca, de su madre y su hermano, su mujer y sus amigos... sin él. Y es aquí donde lo dickensiano del Cuento de Navidad y la noche oscura del alma de los místicos se unen, pues George se encuentra con el infierno y la oscuridad, con una ciudad sumida en el pecado y el vicio dominada por el hombre que le ha empujado al suicidio, el viejo Potter, y que ahora, sin él en el mundo, es el dueño de todo. Un hermano muerto, una madre sola, un tío demente, una esposa 'solterona' y unos amigos violentos o borrachos, son el resultado del no haber nacido de George. Y él, desesperado y aterrorizado, lo contempla.

No es baladí que Frank Capra situara la historia durante una Nochebuena, porque justo ahí quiso hacer un paralelismo de cuán terrible, oscura, perdida y desesperada sería la vida del hombre sin el paso de Dios hecho niño por el mundo. Mediante el pequeño hombre que ha dedicado su vida a ayudar a los demás, pero que se siente fracasado, el director celebra lo insustituible que es cada vida humana alabando a Cristo y también a la Sagrada Familia. Y es que será a los brazos de su esposa y de sus hijos a donde vuelva George una vez entienda que su vida es maravillosa y que, pese a estar arruinado, es el hombre más rico de la ciudad. Rico en amor, en esperanza, en familia, en un montón de cosas inefables que el mundo secular y postmoderno no sabe cuantificar a la hora de hablar de éxito y trascendencia social. Esto tan moderno, tan del siglo XXI, ya nos lo dijo ¡Qué bello es vivir! en 1946.

Capra fue siempre el director de las clases medias. El que de formas muy distintas reflejó el poder de la comunidad y de la solidaridad, grandes trasuntos de los cuentos de Navidad y vehiculares de la Iglesia, que es una, formada por muchos. Por eso en sus películas había siempre grandes historias comunitarias junto a historias personalísimas de redención. ¡Qué bello es vivir! es la quintaesencia de todas ellas. Por eso este George Bailey pobre que vemos todos los años por televisión y que tiene tanto que ver con el Cristo pobre hecho niño, logra entender, gracias a la intervención de su ángel de la guarda, que la vida es maravillosa, que es un regalo del Cielo. Un regalo que se renueva cada Navidad.

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