Feria de san Isidro
El toreo posmoderno de Roca Rey salva la tarde
Una terrible corrida de Fuente Ymbro frustra a la terna y a un público que solo vibró con los recursos del peruano
El lunes daba la vuelta al ruedo Ricardo Gallardo, ganadero de Fuente Ymbro, después de echar una magnífica novillada en Las Ventas. La corrida del miércoles ha sido todo lo contrario, una sucesión de toros mansos, descastados y con poca transmisión. Con este ganado, la terna ha tenido serias dificultades para poder sacar algo en claro y solo Roca Rey, con el público a favor, ha rozado el triunfo.
En su primer toro, el peruano ha dejado alguna pincelada de su estilo: unas chicuelinas muy ajustadas, un interés dudoso por algunos tercios de la lidia y una faena que tiende más a los adornos que a la verdad. La imponente estocada ha puesto punto y final a un trasteo en el que no ha conseguido llegar a unos tendidos que querían fiesta.
Pero el toreo posmoderno de Roca Rey ha vivido en el cuarto de la tarde su momento álgido. Una tauromaquia que vive de la pasión, del estímulo. El peruano es capaz de asustar con sus estatuarios y sus pases por la espalda, pero meter miedo no es torear.
El segundo Fuente Ymbro de su lote era manso y la faena se la ha inventado junto a las tablas del 4. Hay que reconocer que ha conseguido recoger peras de un olmo, pero a costa de suceder tandas poco sinceras con recursos efectistas que acongojan a un público que es capaz de intercalar los gritos de «torero, torero» con los «guapos».
Solo los dos pinchazos de Roca Rey –la suerte suprema ha hecho justicia– han evitado un delirio colectivo que podría haber llevado a la petición de hasta dos orejas. En el toreo posmoderno se necesita un culpable y en este caso ha vuelto a ser el tendido 7 y sus protestas ante la mala colocación del matador.
Poco se puede decir de la tarde de Diego Urdiales. Con un lote nefasto, el torero se ha contagiado de las carencias y defectos de los astados y ha protagonizado dos faenas anodinas y sin ningún poder ni empaque. Reseñable, para mal, el terrible bajonazo con el que ha despachado al que abría plaza.
Algo mejor ha estado Ginés Marín, que volvía a Las Ventas apenas diez días después de la dura cornada que sufrió en ese mismo ruedo. Con el primero, otro toro descastado en una tarde para olvidar en Fuente Ymbro, no ha caído en los vicios habituales de otros toreros y ha optado por abreviar, algo de agradecer. Al segundo ha conseguido sacarle algunos muletazos meritorios, pero de uno en uno y sin acabar de llegar a los tendidos.
Otra tarde de no hay billetes en una plaza de toros de Madrid en la que gana terreno el triunfalismo y los malos hábitos. Hablábamos hace unos días de la degeneración del coso de la calle Alcalá y a la lista de sinsentidos podemos sumar, en el espacio reducido de la andana del cinco desde la que se escribe esta crónica, a un grupo de jóvenes fumando porros en plena corrida y una etílica pelea entre dos caballeros que han organizado su particular «tertulia» en uno de esos balcones venteños reconvertidos en espacio chill out.
Ficha del festejo
Seis toros de Fuente Ymbro, todos cinqueños pasados, con cuajo, hondura y seriedad, y de juego muy descastado en su conjunto, en distintas versiones: rajados, violentos y a la defensiva y desfondados o de escaso celo.
Diego Urdiales, de verde esmeralda y oro: metisaca bajo (silencio); pinchazo, media estocada atravesada y descabello (silencio).
Roca Rey, de azul prusia y oro: estocada delantera desprendida (palmas); pinchazo hondo delantero, pinchazo y estocada delantera (ovación).
Ginés Marín, de corinto y oro: estocada (silencio); estocada (silencio tras aviso).
Entre las cuadrillas, destacaron picando Óscar Bernal y Sergio Molina; y Javier Ambel saludó tas banderillear al quinto.