Feria de San Isidro
Morante de la Puebla hace soñar a Las Ventas en la corrida de la Beneficencia
Hay veces en las que uno no entiende el «morantismo», pero después se produce una faena como la protagonizada por el de La Puebla en el cuarto toro de la corrida de la Beneficencia de Madrid y todo cobra sentido. Morante ha desplegado toda su capacidad y todo su arte para convertir los pitos en olés y grandes esperanzas.
Solo el fallo con el descabello ha privado al matador sevillano de un triunfo todavía mayor. El toro de Alcurrucén iba a más y Morante lo mecía en la muleta con un temple y una lentitud que hacía vibrar a Las Ventas. Comenzaba la faena con unos ayudados por alto que evidenciaban que, en esta ocasión, el torero veía algo en el toro. Con una pausada tanda con la derecha lo confirmaba y con otra, por ese mismo lado, la plaza terminaba por romperse en palmas puesta en pie. Ligaba Morante, pero también sacaba buenos muletazos de uno en uno.
Una serie al natural a pies juntos y un pase de pecho de los de cartel remataban una faena que dejaba ese runrun venteño que presagia momentos históricos. Morante acertaba con los aceros, pero la estocada entera resultó poco efectiva. El fallo con el descabello cerraba la Puerta Grande, pero servía para cortar una oreja de mucho peso después de una faena rotunda y que será recordada.
Fue lo mejor de una tarde de Beneficencia presidida por el Rey Felipe VI y que comenzaba de la peor manera posible. Un toro manso y totalmente descastado de Alcurrucén –no sería el único–, que hacía que Morante abreviase para escuchar una bronca similar a la que se llevó de Madrid hace una semana.
El Juli, que entraba en el cartel por el lesionado Emilio de Justo, también dejó una interesante faena con el primero de su lote. Una labor algo atropellada e interrumpida por las excesivas protestas de algunos sectores del tendido. La falta de acierto con el acero, provocado en parte por una técnica que tiende a salirse de la suerte suprema, dejó en ovación lo que podía haber sido una oreja.
En su segundo poco pudo hacer Julián. Un toro sin casta que no permitió nada en una faena en la que el de Velilla toreó demasiado fuera de sitio. Catástrofe con el estoque y un silencio que pone punto y final a un paso por la Feria de San Isidro que será recordado por su actuación el pasado 11 de mayo, una tarde en la que pudo tumbar la Puerta Grande, pero que quedó a medias por esa dichosa espada.
Cerraba la terna un Ginés Marín que protagonizó una muy mala actuación y un toreo totalmente despegado con su primero. Por suerte para el público, se resarció con el cierraplaza. El astado de Alcurrucén fue otro manso de manual, totalmente rajado y al que, pese a todo, consiguió arrancar una faena en la misma puerta de toriles.
Toreaba Marín en una baldosa y siempre pendiente de evitar que el toro se marchase, algo que llegó a hacer a mitad de faena y después de unas buenas tandas. Lo buscó el matador y optó por rematar su labor con cierto efectismo y tendiendo a meter miedo en los tendidos, algo que no acaba de gustar en Las Ventas. También se equivocó Gines –y es probable que perdiese la oreja por ello– cuando decidió no usar el descabello tras una buena estocada que tardo demasiado, muchísimo, en hacer su efecto.
Tarde de luces y sombras para toreros y más mala que buena para el hierro de Alcurrucén. Pero todo eso quedará en nada para los devotos del «morantismo», que salen de Las Ventas paladeando cada muletazo de su torero. Los que sueñan con esa tarde en la que Morante de la Puebla abra por fin la Puerta Grande siguen teniendo motivos para la esperanza.
Ficha del festejo
Seis toros de Alcurrucén, dispares de todo: edad, volumen, caras, capas y comportamiento. Por calidad y profundidad, destacó el segundo, berrendo en negro, mientras que tercero, a menos, y cuarto, a más, resultaron nobles y manejables. El resto, mansos y con acusadas querencias.
Morante de la Puebla, de grana y oro: tres pinchazos, dos medias estocadas atravesadas y dos descabellos (algunos pitos); estocada trasera desprendida y dos descabellos (oreja).
El Juli, de berenjena y oro, que sustituía a Emilio de Justo: pinchazo y estocada honda desprendida (ovación); cuatro pinchazos, estocada trasera desprendida y descabellos (silencio).
Ginés Marín, de azul noche y oro: estocada trasera y tres descabellos (ovación tras aviso); estocada trasera perpendicular (ovación tras petición de oreja y dos avisos).