Cinco años de aquella tarde en la que murió Iván Fandiño
El torero vasco sufrió una trágica cogida en la plaza francesa de Aire-sur-l'Adour
Hay un rincón frente a la puerta de cuadrillas de Las Ventas en el que aún reposa la sombra de Iván Fandiño. Allí aguardaba el matador de Orduña el inicio de los festejos en una plaza, la de Madrid, que admiró y respetó al maestro que pretendió dar un vuelco al sistema taurino.
Llevaba Fandiño una trayectoria distinta a las demás, alejada de las grandes casas empresariales y solo atada a su verdad en el ruedo. Y fue precisamente ahí, en el albero, donde entregó la vida. Tenía 36 años y un toro de Baltasar Ibán, de infausto nombre Provechito, lo corneó de gravedad en la plaza de Aire-sur-l'Adour, en Francia. Las heridas en hígado, pulmón y riñón obligaron a trasladarlo al hospital de Mont-de-Marsan, donde falleció poco después. Era 17 de junio cuando a Iván le alcanzó la trágica gloria del toreo.
Iván Fandiño era un torero duro, con la mirada de quien se juega la vida cada tarde. Conciso, directo y sincero no dudó en señalar las injusticias de un sistema que tiende a constreñir según que trayectorias. No fue querido por todos, pero pocos quedaron sin reconocer su valor e integridad frente al astado.
Aunque triunfó en las grandes plazas, Madrid fue el epicentro de su historia. Allí arrojó siempre la moneda y allí le salió cara, pero también una pesada cruz.
Para la historia de Las Ventas quedarán tardes de épica, como su mano a mano con David Mora en la Feria de Otoño de 2011, duelo al sol en el que Fandiño acabó toreando en vaqueros después de una cogida y en el que dejó una estocada antológica. Aquella suerte suprema solo se vio superada en 2014, cuando por fin descerrajó la Puerta Grande venteña tras entrar a matar sin muleta al segundo de su lote.
Del éxtasis de aquella tarde a la derrota «a la espartana» del Domingo de Ramos de 2015. «A la espartana» porque Fandiño fracasó estrepitosamente en una encerrona que, pese a todo, consiguió una expectación extraordinaria, demostró el pundonor del torero y fue merecedora de todo respeto. Como ese Leónidas inmolado en las Termópilas en aras de una gesta mayor. Todavía hoy se habla en la calle Alcalá de aquella negra jornada que abría la semana de Pasión.
Hitos de un camino que se truncó a las puertas del verano en 2017. La tauromaquia volvía a vestir de luto apenas un año después de la muerte de otro torero, Víctor Barrio, en la plaza de toros de Teruel.
Desde entonces, el recuerdo de Iván Fandiño sigue vivo en la afición y se le recuerda con un monumento en su Orduña natal y con un placa conmemorativa en los tendidos de Las Ventas, rodeado de otras leyendas del toreo. Sin embargo, su alma y su memoria descansan verdaderamente en esos humildes ladrillos que miran de frente al ruedo de Las Ventas y que sostienen los sueños, esperanzas y temores de todo aquel que afronta el paseillo en la plaza de toros de Madrid.