Cinco libros clásicos, cortos y 'ligeros' para un par de semanas de vacaciones Lejos de profundidades y de trabajosos retos de varios cientos de páginas, El Debate te propone unas sencillas lecturas de verano para disfrutar Mario de las Heras Madrid 28/06/2022 Actualizada 04:48 0 Save Save Facebook X Whatsapp Whatsapp Enviar por Email Print El arpa de hierba (1951), de Truman Capote La orfandad de Capote de nuevo volcada, esta vez lejos de la densidad de su primera obra, 'Otras voces, otros ámbitos'. El adolescente Collin Fenwick es enviado a vivir con unas tías solteronas. Verena es dura y dominante y quiere hacer un negocio a gran escala con el remedio casero contra la hidropesía que elabora su hermana Dolly, quien se niega a compartir el secreto de su fórmula. Una casa en el árbol, divertidos conflictos legales, costumbrismo sureño y una lectura como el viento meciendo la hierba salvaje. El Bello Verano (1940), de Cesare Pavese El adiós de la adolescencia y el principio del verano. Turín. Un descubrimiento vital. La vida cotidiana, humilde. La clase trabajadora. El realismo de una Italia que es en la escritura de Pavese lo que reflejan las películas de De Sica. Las amigas, la libertad, las salidas, el calor, los vestidos, los tranvías y el fin de todo ello. La pérdida de la inocencia, de la ingenuidad en una bohemia atrayente que es la puerta por detrás de la que se ve el futuro inevitable. Hadji Murat (1912), de Leon Tolstoi Es la historia que cuenta su génesis en la metáfora del cardo tártaro, la flor que se resiste a la devastación humana. El crítico literario Harold Bloom dijo de ella que era el mejor relato del mundo, donde se entienden muchas cosas de la historia y del conflicto de Chechenia. Hadji Murat es un héroe musulmán contra el imperio ruso, cuya historia se narra en una gran pequeña joya-novela donde Tolstoi intenta volcar las esencias de la virtud personal que no acaba de reunir en una búsqueda incesante e imposible. Una Dama Extraviada (1923), de Willa Cather Una historia del Oeste hermosamente narrada en la que la encantadora señora Forrester (cómo olvidar la descripción en los ojos de un niño del campo de las maravillas de ese hogar limpio y elegante, de los olores y de la dulzura de la señora de la única casa elegante en lo alto de la colina de un villorrio), sobre la que caerá la ruina y el fin de la idealización material e íntima. Los mismos ojos del niño que se hace mayor y a través de los cuales se viaja entre algodones que se van endureciendo. El Sombrero de Tres Picos (1874), de Pedro Antonio de Alarcón Posiblemente no haya ningún libro que se lea con tanta alegría y despreocupación. La belleza nítida de «la señá Frasquita» es un prodigio. La simpleza de la trama, el enredo es un verano infantil. La descripción sencilla y contundente de la felicidad. El engaño que no se teme. La plasticidad del lenguaje. Su belleza natural. Los principios del siglo XIX donde casi se oyen cascabeles al pasar las páginas. Su ausencia de hondura, como un rumor de hojas mecidas por la brisa. comentarios
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