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Brigitte y Emmnuel Macron en el Museo del Prado

Brigitte y Emmnuel Macron, en el Museo del PradoGTRES

Brigitte Macron se harta del lenguaje inclusivo mientras su marido hace guiños a la política 'woke'

La esposa del presidente de la República francesa dice no estar en contra de que los adultos decidan libremente cambiar de género, pero sí de mezclar géneros en la gramática

Brigitte Macron, la esposa del presidente francés, ha expresado su rechazo al lenguaje inclusivo. Concretamente se ha referido a la forma usada para expresar la neutralidad de género que se está extendiendo en el mundo académico gracias a la insistencia de la izquierda.

Macron, de 69 años, le dijo a la revista L'Obs que era su amor por el idioma lo que le había llevado al hartazgo de la insistencia lingüística woke. «Aprender francés ya es difícil. No agreguemos complejidad a la complejidad. Es una posición cultural», dijo sobre la ideología que trata de imponerse en todos los ámbitos humanos. También la equidistancia en el hecho de no estar en contra de que los adultos decidan libremente cambiar de género, pero sí de mezclar géneros en la gramática.

Lenguaje invasivo

La ortografía inclusiva la defiende la izquierda y también la mismísima Sorbona hasta extremos grotescos, por impronunciables, como, por ejemplo, en «cher lecteur» (querido lector), que para hacerlo «neutro» se convierte en «Cher·e·s lecteur·rice·s», la forma «adecuada», el despropósito para referirse a los lectores masculinos, femeninos y no binarios.

No solo Brigitte Macron, profesora de literatura, ha mostrado su hartazgo a este respecto. La Academia Francesa está que trina con el absurdo, y se refiere a él como algo «feo» e invasivo proveniente de la subcultura woke estadounidense. La Academia decretó en 2017 que la forma era contraproducente para la causa antidiscriminatoria y era «perjudicial para la práctica y comprensión del idioma francés».

Brigitte y Emmanuel Macron durante las pasadas elecciones francesas

Brigitte y Emmanuel Macron durante las pasadas elecciones francesasGTRES

Hace un año Macron ya criticó el diccionario Le Robert, del que el semanario Le Nouvel Observateur dijo que era el primer diccionario de izquierdas, por hacer referencia al «nuevo» pronombre «iel», acuñado por la izquierda para reemplazar a «il» y «elle» («él» y «ella»). «Hay dos pronombres, él y ella», dijo entonces. «El lenguaje es hermoso. Y dos pronombres son suficientes», dijo.

Una opinión lingüística sin ambages que contrasta con la acción política de su marido, de gran formación académica, perteneciente a las grandes escuelas de Francia, quien despidió a Jean-Michel Blanquer, su ministro de educación, para sustituirle por Pap Ndiaye, un historiador de padre senegalés y madre francesa especialista en temas raciales de Estados Unidos, pese a que apenas hace un año denunció, en el mismo sentido que los intelectuales franceses, que las ideas americanas estaban «desgarrando» al país en temas como la raza, el género y el poscolonialismo.

El ministro de Educación francés, Pap Ndiaye

El ministro de Educación francés, Pap Ndiaye

Esto fue antes de la destitución de Blanquer, cuando el presidente Macron mostraba su preocupación por el abandono del debate cultural: «Hemos dejado el debate intelectual a otros, que lo han ideologizado, cediendo a veces a otras tradiciones académicas». Blanquer, punta de lanza en este aspecto del anterior Macron, afirmó: «Hay una batalla que librar contra una matrix intelectual de las universidades americanas», el mismo que apostaba por «la renovación de una conciencia republicana, en el corazón de la sociedad y la vida política francesa».

Una renovación por la que se apostó, sin embargo, en otro sentido, o en el contrario, con la destitución de Blanquer y el nombramiento de Ndiaye. La contradicción de los Macron, inflexibles en el lenguaje y flexibles en la política. Quién sabe si un presidente de la República no solo experto en la obra de Hegel, sino también lector de Antonio Machado: «En política solo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela».

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