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Iceta aprueba este martes la ley del Cine, el «único» compromiso cumplido con «la cultura» en 2022

El cine español consigue del gobierno socialista lo que no han logrado los museos y sus trabajadores, o los escritores, quienes siguen esperando promesas como el mecenazgo o el Estatuto del Artista, entre otras reclamaciones

Desde que Miquel Iceta se hizo cargo del Ministerio de Cultura en julio de 2021, las promesas y las intenciones del inicio han dado paso a los retrasos o los olvidos. Para todos en el año que está a punto de acabar, menos para el cine, que este martes ve en el último momento aprobada su ley como el ministro fijó entre sus objetivos hace un año y medio. Un privilegio, el de ver cumplida su reivindicación y el compromiso de un Gobierno, que no han tenido el resto de sectores culturales. Como si «la cultura» del cine, como tantas veces se han denominado los activos manifestantes cinematográficos, siempre en la misma dirección, fuera efectivamente la única.

Sacando pecho

La entonces futura llegada de los fondos europeos anunciada para España, que ya está «ejecutándose», parecía la solución a todos los problemas dada la complacencia de Iceta en sus declaraciones, pero la realidad ha sido bien distinta. Los fondos no han llegado o no se sabe dónde están y los problemas continúan acumulándose. Todos o casi todos, excepto los del cine español, o al menos uno de ellos. «Nos comprometimos antes de acabar el año y hemos dado la murga hasta que realmente el 27 de diciembre vamos a aprobar la ley del Cine», ha dicho el ministro.

Una vez más sacando pecho, mientras, por ejemplo, los museos españoles siguen a la deriva con cierres, completos o de salas, debido a la falta de personal (un problema que también tiene, entre otros, el Instituto Nacional de Artes Escénicas) originada por la inacción del propio Iceta y de los sindicatos, que no han resuelto el problema del encuadramiento del personal que ellos mismos crearon. Unos museos que han ido y siguen navegando en medio del temporal con contrataciones temporales y otros parches mal puestos, como las gratuidades de entradas vendidas como deferencias, cuando no eran más que el último recurso (un recurso de pérdidas por ingresos) para mantener abiertos los museos.

Un escándalo de gestión que no ha obtenido su relevancia verdadera por el perfil menor (para el Gobierno) del sector, que contrasta con el protagonista del cine, algo que quizá pueda explicar la «premura» del ministerio en la aprobación de la ley. No se imagina un desastre como el de las pinacotecas españolas en el mundo del cine y una respuesta tan discreta y ninguneada como la de las mismas, entre anteproyectos, reformas y aprobaciones, igual que la reclamación de los escritores de que no aparecen en el Impuesto de Actividades Económicas (IAE). Sí los pintores, escultores, artesanos, ceramistas o grabadores. Pero no los escritores. Esta es una reclamación que el ministro Iceta se comprometió a atender hace meses, pero que sigue sin atender y ya no lo hará hasta 2023.

Tampoco ha obtenido atención la reforma de la Ley de Mecenazgo, otra de las intenciones de Iceta al comienzo de su mandato. El pasado y reciente noviembre el Gobierno ya insinuó que «no le iba a dar tiempo a estas alturas de la legislatura», una expresión que refleja el interés real del compromiso anunciado por el ministro. Una serie de hitos de Iceta al que hay que sumar la creación de la Oficina Española de Derechos de Autor, en claro conflicto y duplicidad con la Comisión de Propiedad Intelectual, que recibió acusaciones por parte de la oposición de ser un nuevo chiringuito y escepticismos desde expertos privados por no acreditarse la naturaleza y la propiedad de dicha oficina.

En marzo el Gobierno anunciaba el «avance» en el desarrollo del Estatuto del Artista, otra de las promesas principiantes del ministro, y en septiembre, seis meses después, volvía a anunciar exactamente lo mismo entre interminables comisiones interministeriales sin fruto. Hasta la fecha, ni siquiera se conocen más «avances». Una circunstancia similar al proceso del Bono Cultural para jóvenes, un desastre de enormes proporciones, desde su aprobación (polémica incluida de la exclusión de la tauromaquia), implantación y gestión, con retrasos y problemas técnicos constantes.

Los retrasos y los problemas de los que tampoco ha estado exenta la ley del Cine, con las quejas de los productores independientes «que son los que se quejaban de alguna manera de la ley audiovisual», y van a encontrar que la definición de productores es «muy favorable» a su planteamiento, dice ahora el titular de Cultura y Deporte. Una ley que se divide en su última reformulación: «La ley Audiovisual plantea las obligaciones de los prestadores de servicios audiovisuales y la Ley del Cine va a regular los criterios de las políticas públicas de fomento a la cinematografía». La única promesa importante de Iceta que va a dar respuesta a (no se sabe si la que quieren) sus privilegiados peticionarios en 2022.