Entrevista con el actor
Antonio Resines: «Iceta ha cometido un error con esta ley. Es un disparate»
A sus 67 años, Antonio Resines es uno de los actores más queridos del cine español. La vida acaba de darle una segunda oportunidad tras superar el coronavirus, y cuenta en El Debate cómo ha sido volver a nacer
Cuando Antonio Resines se despertó tras pasar 23 días en coma, se había saltado la Navidad entera. «Dicen los médicos que tuve un 97 % de probabilidades de morir», explica a El Debate en el Teatro Reina Victoria. Hasta aquí ha venido para hablar del tema favorito del sector del artisteo: el dinero y la cultura, la cultura y el dinero.
Antonio Resines lleva trabajando medio siglo, y sigue defendiendo que no hay suficiente apoyo institucional a la cultura. Sin embargo, es de esos personajes amables, no demasiado coloreado ideológicamente, al que todo el mundo quiere. Lo mismo da el pregón junto a Almeida que se convierte en colaborador habitual de Broncano. «Puede que yo represente a ese español medio que vive con un cabreo permanente, pero que tiene buen corazón, que es familiar y que disfruta de la vida», explica a El Debate.
–Estamos en el I Foro de Alianzas Empresa y cultura sobre 'La (R)evolución del patrocinio cultural en la estrategia de marca'. ¿Por qué es importante el patrocinio cultural?
–Es importante para las dos partes: el sector cultural y las empresas. Evidentemente, si las empresas apoyan los lanzamientos culturales y el desarrollo de una serie de iniciativas para que llegue a más gente, es positivo para la parte cultural, pero también para las empresas, porque se posicionan como gente que apoya la cultura. Esto no se tiene casi nunca en cuenta. Igual que a todo mundo le parece muy bien que las empresas patrocinen el deporte, ¿por qué no la cultura? Aunque parezca asombroso, no se nos ha ocurrido hasta hace poco.
–¿Qué acogida tienen estas iniciativas?
–Hemos tenido muy buena respuesta y se nos ha abierto un mundo de posibilidades. Este foro sirve para entender los beneficios y repercusiones que hay para las dos partes, las empresas y la cultura.
–No se trata solo de un tema económico, entonces, sino que también tiene que ver con la imagen de marca.
–Exacto. Las marcas son las que se benefician. No voy a decir ningún nombre ahora, pero que asocien tu marca con la cultura es bueno. Y es algo que pasa con el deporte, con la innovación, con la educación... Si las empresas todavía no se han dado cuenta de que es algo positivo también en relación con la cultura, aquí estamos nosotros para recordárselo.
–¿En qué consiste la agencia ymás, que lidera?
–La presido junto a Coté Soler. Nos juntamos muchos, un grupo de actores, directores y productores (imagínate cómo la lidero que no sé cuántos éramos), y después se incorporaron algunos particulares y algunas empresas. Nos dedicamos a promocionar, a hacer lanzamientos muy potentes de todo lo que tenga que ver con la cultura: teatro, libros, cine, acontecimientos, música... Vimos que era tremendamente eficaz y lo extrapolamos al tema de la empresa. Nosotros seguimos haciendo nuestras cosas, pero que lo paguen ellos, claro, es mucho más interesante. No nos vamos a engañar.
–Parece que siempre que se habla de cultura en este país se habla de dinero y de apoyo institucional, de subvenciones... ¿Debería la cultura autofinanciarse?
–Si salimos de lo que la gente considera 'cultura', esto es una industria: la industria cultural. Y al margen de que determinado tipo de actos te emocionen y te transmitan algo, que esa es la parte cultural, esto funciona como el resto de las industrias. Hay que recordarle a todo el mundo que en España y en el resto de Occidente todas las industrias, todas las empresas y todos los sectores están apoyados por el Estado, que para eso se pagan impuestos. Igual que hacer carreteras es contribuir al bien común, la cultura es un bien común. En ese sentido, el Estado tiene la obligación de apoyarla; de hecho lo hace poco, tarde y mal, pero lo hace.
–¿Defiende que el Estado tiene que apoyar a la cultura con dinero público?
–Las llamadas industrias culturales suponen un poco menos del 4 % del PIB. O sea, movemos al año 40 mil millones de euros, que mucha parte son impuestos que van al Estado y de los que se benefician el resto de los ciudadanos. Ha habido un componente ideológico por el que les ha dado por hablar mal de nosotros a raíz de tres o cuatro acontecimientos. Pero a mí me gusta poner un ejemplo que existe y que es verdad: que las ayudas a una sola planta de automoción en Palencia, Valladolid o Burgos supone más dinero de lo que le dan a todo el cine español en un año. O sea que si vamos a ser justos, tenemos que hablar con propiedad. A mí me la trae al pairo que luego caigamos mal por motivos ideológicos, eso que quede claro. De todas formas al Estado no le gusta poner dinero para la cultura. ¿Y se puede saber por qué, si no es suyo? ¡Es nuestro! Por eso si la gente decide patrocinar o apoyar a la industria de la cultura, nos parece muy bien.
En España y en el resto de Occidente todas las industrias, todas las empresas y todos los sectores están apoyados por el Estado, que para eso se pagan impuestos
–Dice que a todos nos gusta que nos bajen los impuestos, pero que son necesarios para mantener el estado del bienestar, en el que incluye la cultura.
–Claro. Hablamos de educación y sanidad (que a mí me ha salvado la vida) y no de cultura. La gente se olvida, a veces por descuido y a veces porque considera que nos lo pasamos demasiado bien haciendo cultura. Parece que los cómicos y los actores tenemos que malvivir... En realidad cultura y educación van unidas, y de hecho hasta hace muy poco se llamaba Ministerio de Educación y Cultura. Debajo de cada sector hay muchísimas cosas, y eso es lo que tiene que apoyar el Estado. Y ya que estamos en Europa y hemos conseguido que esto sea más o menos razonable, lo que hacemos es decir que los impuestos repercutan en el bienestar de la gente. Y el bienestar también pasa por ir al cine, por ir al teatro, por leer un libro.
–Una de las consecuencias positivas que ha tenido su enfermedad es que España se ha unido en el cariño que le tiene. «España unida por Resines».
–Eso ha conllevado cierta responsabilidad. Luego cuando he salido no me enteraba de nada porque estaba agilipollado. Pero cuando he salido y me he dado cuenta de todo el cariño... es asombroso. Me paro en una esquina y me llegan tres, me saludan, me dan la enhorabuena. Me sigue sorprendiendo, aunque bueno, en realidad siempre he caído bien, nunca nadie me ha tirado tomates por la calle (aunque a algunos que conozco sí). La gente ha estado muy pendiente de mí, y menos una señora que me paró en mitad de un paso de cebra y casi nos atropellan a los dos –yo iba con muletas y no podía escapar–, toda la gente ha sido magnífica.
–¿Cómo se recupera, ya camina normal tras la pérdida de masa muscular?
–No fue fácil, aunque yo le quitaba hierro, pero dos meses después de salir estaba todavía con la muleta. Los procesos de recuperación muscular me los conozco porque me he roto de todo, cincuenta veces. Ya sé que duele y ya sé lo que tengo que hacer. Pero el tema del habla, la dicción, el cansancio... Han sido los médicos los que me han sacado adelante, los que literalmente me ha salvado la vida. Luego la rehabilitación y la fisioterapia han sido muy importantes, y me los he tomado muy en serio. Y hay gente muy buena que lo está haciendo muy bien.
–Ha hecho una gran defensa de la sanidad pública.
–Hubo una huelga de médicos en Madrid: fueron todos, incluido el jefe de servicio. Eso significa que algo está mal. Pero se han sentado a hablar y han llegado a un acuerdo, pero no deberíamos haber llegado a ese extremo. Es como ahora, que tenemos un problema con el Ministerio de Cultura. Nos están tocando las narices. ¡Con lo fácil que es hacer las cosas bien! Pero para eso, hay que dejarse guiar por los profesionales. A mí no se me ocurre decirle a un nefrólogo cómo tiene que hacer un tratamiento de un riñón... Y en Cultura se está formando un buen follón.
Han sido los médicos los que me han sacado adelante, los que literalmente me ha salvado la vida
–El problema a veces es la formación de los ministros.
–Bueno, Miquel Iceta es un hombre encantador. Estuve con él y es un tipo estupendo, aunque no sé si está enamorado de la cultura. Bailar baila, eso sí, y baila muy bien, pero no le conozco tanto, no conozco sus aficiones. Pero en el caso que nos ocupa, que es un poco complejo, ha cometido un error. Un error que hay que solucionar. Espero que no salga adelante, porque es un disparate.
[Antonio Resines se refiere a la votación de la Ley Audiovisual, que se votaba al día siguiente de realizarse esta entrevista. Fue aprobada en el Congreso de los Diputados].
–Estamos hablando de la Ley Audiovisual que se vota mañana.
–Eso es. Básicamente, nos han hecho la tres catorce. Así lo he entendido yo.
–Durante su estancia en el hospital ha contado que tuvo una gran cantidad de sueños y delirios. La última vez que soñó algo fue en 'Los Serrano' y toda España acabó llorando.
–Han sido cosas absurdas completamente. Lo de Los Serrano también fue un poco alucinatorio. No lo había pensado nunca, pero ahora que lo has dicho se parece mucho a lo que me pasaba a mí en Los Serrano, que todo era un sueño. Yo cuando estaba ahí, con los delirios y las alucinaciones, yo estaba viviendo otra realidad distinta, pero que tenía que ver con la gente que conozco y con situaciones que había vivido. Pero es algo muy diferente a un sueño, porque en los sueños hay cosas que no distingues, y aquí sabía perfectamente quién era, dónde estaba y con quién. Sabía quién era.
–¿Eran reales las situaciones? Porque ha contado que tenía una deuda de 12 mil millones...
–No, no, no, ya me gustaría. Eso significaría que soy un crack y que alguien me los ha prestado. La cosa es que un sector de la familia Windsor me reclamaban un dinero (para que veas que tengo un nivel), y solo a mí se me ocurría poner de avalista al Ayuntamiento de Madrid.
–Le ha pagado el aval con el pregón que dio en San Isidro.
–Sí, sí. Lo mejor es que me puse una gorra y se presentó una manifestación de la sanidad pública a apoyarme y salía todos los memes diciendo: «¿Qué hace el alcalde con Villarejo?». Me confundieron con Villarejo. En fin.
–Recientemente ha sido jurado en los Premios Berlanga, usted que es una insignia del humor en España. ¿Qué opina sobre los límites del humor? ¿Se entenderían hoy los chistes de Fiti y Diego Serrano?
–Alguno sería políticamente incorrecto, sí, pero bueno... Yo sí creo que no todo el mundo sabe hasta dónde puede llegar, y hay momentos en los que te tienes que medir un poquitín. Lo de medir las palabras ha pasado siempre. Pero ahora parece que hay que coger el mundo con papel de fumar y que no se puede hacer ni una broma. A mí me ha pasado, porque yo no tengo filtro, y digo todo lo que se me pasa por la cabeza. Pero me he dado cuenta de que no puedo ser tan burro: hay veces que está bien aplicar un filtro, pero un filtro razonable. Se puede hablar de prácticamente todo sin faltar. Y ya está.