El libro que denuncia la desigualdad de los hombres frente a las mujeres
Richard V. Reeves defiende en Of Boys and Men la paternidad y la masculinidad en la educación como pilares fundamentales y denuncia que los hombres se están alejando de un desarrollo propio
El progreso de las mujeres es desde hace décadas uno de los temas más importantes para la sociedad. Se ha logrado que en el mundo occidental puedan tener la oportunidad de poder hacer lo que desean, sin diferencias respecto a los hombres: mantenerse, ser independientes y no tener que estar sujetas a los varones.
Los varones, pero ¿qué pasa con ellos? A medida que el foco se centra en el sexo femenino, la situación de los hombres pasa desapercibida. Frente a esto, Richard V. Reeves, uno de los pensadores más importantes contemporáneos sobre desigualdad y clases sociales, ha abierto una brecha por debajo de la que se esconde a su juicio el verdadero estado social en el que se encuentran la mayoría de hombres en la actualidad.
En Of Boys and Men Reeves revela que a principios de los años 70 la brecha entre hombres y mujeres en la universidad era del 13 % a favor de los hombres. Cincuenta años después se sitúa en un 15 % a favor de las mujeres: la cifra que le sirve al autor para señalar la desigualdad que se ha dado la vuelta en el sector de la educación.
Otra diferencia que ve Reeves es el hecho de que hay muchas más maestras que maestros. «Hay estudios que demuestran que a los chicos les va mejor en la escuela cuando hay una mayor proporción de profesores hombres a su alrededor», afirma. Con lo que añade que la enseñanza basada en «sentándose a trabajar con una libro» también juega a favor de las niñas, ya que los niños «aprenden mejor y más rápido haciendo cosas y manipulando objetos».
En el plano laboral, el autor asegura que al disminuir profesiones de fuerza como la minería y la fabricación, en general materiales pesados, menos hombres tienen la oportunidad de trabajar: «Desaparecen un montón de oportunidades de trabajo tradicionalmente masculinas y para las que no se necesitaban estudios universitarios». Estas empresas además están desapareciendo del mundo occidental y sus trabajadores son sustituidos por tecnología punta. Reeves termina por afirmar que: «Mientras que cada vez más proporción de mujeres se integran en el mundo laboral, el porcentaje de hombres no ha parado de disminuir. Mientras los salarios de las mujeres van aumentando, los de los hombres permanecen congelados».
La masculinidad, más frágil
Reeves también aborda el tema de la masculinidad, la cual explica ser más frágil que la feminidad porque la primera está menos clara, debe construirse, debido a que se ha perdido el sentido de ser de los hombres. ¿Para qué existen los hombres?, parece ser una pregunta más difícil que ¿para qué existen las mujeres? El autor no tiene respuesta, así como afirma que «no está siendo respondida ni por la izquierda ni por la derecha en nuestras culturas» a lo que añade, «ya no es en absoluto evidente qué es lo que se espera de un hombre», haciendo recordar que en tiempos pasados, su rol era el de mantener a su familia.
Otra cuestión sale a la luz en el libro: resulta que la situación no ha cambiado mucho para los chicos provenientes de familias adineradas, «son los hombres de la clase trabajadora los más perjudicados». Por ejemplo, en EE.UU., son los hombres de raza negra los que parecen más perjudicados.
Tampoco ayuda que, al producirse una cantidad menor de matrimonios, la figura del padre se está diluyendo, aunque lo mismo sucede con la figura materna, a lo que afecta las altas tasas de divorcios y las familias monoparentales que suelen estar formadas por madre e hijo, excluyendo a los padres, una figura fundamental sobre la cual se ha demostrado ser esencial para el desarrollo psicológico y emocional de los niños.
El autor pensaba que su libro sería mal recibido, especialmente por los sectores de la izquierda. Pero no ha sido así e incluso se ha reconocido la realidad del problema. Reeves argumenta que así ocurre porque esos problemas también afectan a los propios hombres de izquierdas, «estoy hablando de algo real, de algo de lo que deberíamos estar discutiendo, porque es grave». Así, también incluye que apoyar al hombre no significa dejar de apoyar a la mujer, no tiene porqué haber «una confrontación». Respecto a esto, comenta que «una de mis audiencias más interesantes, de mis lectoras, son madres con profesiones liberales que se han beneficiado mucho del movimiento feminista. No creo que sean conservadoras en absoluto, pero ven a sus propios hijos luchando y pasándolo mal». Este libro supone un paso en el diálogo de este tema escondido, «ahora empieza a haber más apertura que hace unos años».
Incentivar a los hombres
Reeves concluye aportando una serie de reflexiones sobre lo que los gobiernos podrían hacer para ayudar a los hombres, sobre todo a los niños: escolarizarlos un año después que las niñas, debido a su desarrollo más tardío científicamente demostrado, incentivar a los hombres para que acudan a la universidad (especialmente en carreras en las que domina el sector femenino) y defiende cambiar la legislación respecto a los permisos parentales y divorcios, pues a los hombres les suele ir peor que a las mujeres tras ello. El escritor no se pronuncia sobre el tema de volver a colegios separados por sexo, una demanda cada vez mayor en EE.UU.
Por último, sobre la figura paternal, Reeves observa como indispensable una relación directa entre padre e hijo; es decir, muchas veces lo que sucede es que los niños no hablan directamente con sus padres sino que lo hacen a través de la madre. El autor defiende que chicos y chicas deben formar una relación estable con su padre, sin que la madre tenga que hacer de mediadora.
Una recuperación de la figura del hombre, del padre, a la que se suma el famoso psicólogo Jordan B. Peterson, quien afirma que «Ser un hombre es necesario, ¿qué diablos vamos a hacer sin los hombres? Miras alrededor de esta ciudad y ves que todos estos edificios se levantan. Estos hombres están haciendo cosas imposibles. Están bajo las calles trabajando en las alcantarillas. Están en las líneas eléctricas, en las tormentas y en la lluvia. Mantienen funcionando esta infraestructura imposible, esta cosa que funciona de manera milagrosa. Trabajan hasta la muerte y, a menudo, literalmente. La gratitud por eso es muy escasa, especialmente entre las personas que deberían estar más agradecidas».