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Rosa Montero y Mario Vargas Llosa en el documental 'La Última Lidia'

Los escritores Rosa Montero y Mario Vargas Llosa en el documental 'La Última Lidia'

Documental La Última Lidia

La tauromaquia como «ejecución pública» o como «refinada cultura de la bravura»

La película, que se estrena en 14 de marzo en el Festival de Cine de Málaga, acoge las voces de reconocidos detractores y defensores de los toros a través de las suertes y de la figura del matador Saúl Jiménez Fortes

Dice la escritora Rosa Montero (de familia taurina de las de rezar el rosario hasta el regreso del padre torero de la corrida) que la tauromaquia no enseña nada «ni ético, ni sobre el conocimiento». Es casi el principio del manifiesto antitaurino que va proclamando in crescendo durante el documental La Última Lidia, una confrontación sobre la tauromaquia proyectada desde todos los rincones de su aceptación.

El matador Saúl Jiménez Fortes es el personaje central de este ensayo fílmico. La hondura, lo incognoscible de la verdad del arte sobre el que hablan personas pertenecientes a muy diversos sectores de la población, siempre cercanos al núcleo. La pasión del torero y la pasión del aficionado frente al rechazo absoluto. Porque no hay medias tintas. Las posturas son extremas, y entre medias están las suertes de la Fiesta que descongestionan el atasco ideológico de la narración.

La «poesía falsa» de Hemingway

Su explicación y la explicación abierta de las distintas posiciones expresadas en solitario, como si no se pudieran hacer de otra forma. Mundos opuestos expuestos, como una muestra de arte explicada, lienzos que cobran vida y sus personajes hablan: el cuadro y sus subjetividades y contradicciones, o sus verdades: las opiniones del público. ¿No es cultura la tauromaquia? Rosa Montero dice que no, animalista de rebote adolescente y luego adulta convencida que admite tener un gran conflicto entre su convicción y el hecho de comer carne.

El matador de toros Saúl Jiménez Fortes en 'La Última Lidia'

El matador de toros Saúl Jiménez Fortes en 'La Última Lidia'

Muriel Feiner es una fotógrafa estadounidense que amó la Fiesta desde que asistió a ella y después de temerla. El camino inverso a Montero: de la «modernidad» al atavismo que lleva a transformar la sangre y la tortura original en el «ballet precioso» de la vestimenta, las medias rosas y las zapatillas negras. La «vestimenta sagrada» en palabras de la madre del torero, la sofisticación para la batalla que es «poesía falsa» para Montero cuando se refiere a Hemingway.

El toreo es la alternativa crucial entre la vida y la muerteMario Vargas Llosa

Pero aparece el mayoral que afirma mimar al toro desde que nace como a un hijo. El hombre del campo que también es parte de la «alternativa crucial entre la vida y la muerte» de la que habla Mario Vargas Llosa. El misterio. «La tauromaquia es una afirmación de vida, una manifestación de vida en la que se enfrentan el miedo del torero y el del toro», confiesa casi a una celosía Jiménez Fortes, el torero epiléptico que se enfrenta al miedo, al toro y a la enfermedad.

Cartel de 'La Última Lidia'

Cartel de 'La Última Lidia'

Javier López Galiacho es profesor de Derecho Civil y cree que la tauromaquia es uno de los últimos ritos o ceremonias de la cultura mediterránea, en relación con la vida o la muerte, «el último ejercicio romántico por el que una persona crea belleza jugándose la vida». El toro en la dehesa para transitar por el relato: el animal salvaje y armado y bello surgido en un claro entre los árboles, bajo el canto de los pájaros y la valentía de los cardos tártaros sombreados en el atardecer.

Si no es ético matar perros o gatos por diversión, es imposible creer que es ético matar toros por diversiónEzequiel PáezInvestigador en ética animal

El ganadero Núñez del Cuvillo que confiesa haber buscado siempre la nobleza en la crianza, la cualidad humana, «y la bravura, por supuesto». De entre toda la hermosura, mística y real, aparece un investigador en ética animal para romper el hechizo. Dice que «si no es ético matar perros o gatos por diversión, es imposible creer que es ético matar toros por diversión». Nada que ver con la «refinada cultura de la bravura» que menciona el crítico Pablo Aguado.

Tampoco con el traslado a otro tiempo del que habla Jiménez Fortes: «El toro lucha por su vida hasta el final, sin huir, hay una gran dignidad del toro y también del torero». López Galiacho dice que la frase «Puerta Grande o enfermería» es una lección de vida humana. Una vida, la del toro, que Aída Gascón, directora de Animanaturalis España, quiere preservar con otra visión: visibilizar el dolor para que la gente empatice. Aguado, el crítico, parece responder sin hacerlo con ironía que «es una pena que los animales no puedan elegir donde están, pero los hombres tampoco. Nosotros no elegimos donde estamos. Nadie».

La parte torera te impulsa a superar el miedo, pero la parte humana te saboteaSaúl Jiménez FortesMatador de toros

Algo que pretende cambiar en una utopía lejana, el Santuario Gaia, en Gerona, un sevillano. Ismael López, que de pequeño iba a las corridas, pero no le gustaban y llevaba carteles en defensa de los toros, hasta que una señora le dijo: «Tú mucho defender a los toros, pero bien que te comes a las vacas», y entonces dice que en ese momento se hizo vegano. El vegano que muestra a un toro que le lame la mano porque, según él, comprendió (el toro) que los humanos del santuario eran distintos a los otros.

Es otro planeta al del matador, que habla de lo suyo: «La parte torera te impulsa a superar el miedo, pero la parte humana te sabotea». «El planeta de los simios» al que se refiere López Galiacho, quien opone al investigador de la ética que no puede haber derechos sin la contraparte de la obligación, y que los derechos y las obligaciones solo los tienen las personas físicas y las personas jurídicas, «lo cual no significa que no tengamos un deber de tratar al animal correctamente».

El toreo es lo humano como transgresor en la época de la tecnología, del metaverso...Pablo AguadoCrítico taurino

Rosa Montero compara la tauromaquia con la ruleta rusa y con las ejecuciones públicas, a pesar de no considerar torturadores a los toreros. Un historiador afirma que la tauromaquia no debió existir nunca en la historia de España y que hoy tiene menos razón de ser en un mundo globalizado, donde hay muchas otras diversiones. La globalización como enemigo de la emoción. «Lo humano como transgresor en la época de la tecnología, del metaverso» en La Última Lidia que no será la última porque queda el alma española, el espíritu introducido también en el alma extranjera, una invasión, el rapto de la valentía del animal embistiendo, sin miedo, «y el torero con el capote haciendo algo tan hermoso, elegante y artístico».

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