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Primer gobierno de la II República

Primer gobierno de la II República: Albornoz, Alcalá-Zamora, Maura (en el centro), Largo Caballero y De los Ríos

¿Tiene razón Juan García-Gallardo al dudar de que la II República fuese un régimen democrático?

El Debate habla con distintos historiadores sobre las palabras del vicepresidente de la Junta de Castilla y León y presidente de Vox en la Comunidad

Juan García-Gallardo, vicepresidente de la Junta de Castilla y León y presidente de Vox en la comunidad, dijo en un colegio de Salamanca, ante una audiencia de jóvenes de entre 15 y 17 años, que meditaran sobre «si la Segunda República era un régimen plenamente democrático». El contexto era mucho más amplio, mucho más que el ejemplo concreto. García-Gallardo habló de la necesidad de tener «mentalidad crítica» o de «respetar lo que digan los mayores», pero siendo «escépticos» y atreviéndose a buscar y encontrar «respuestas propias».

El político animó a los alumnos a hacer «muchas preguntas» a los profesores en esa búsqueda, afirmando que algunos ofrecen «mercancía averiada que quieren vender en un pack». Un claro mensaje anti woke y anti prejuicios, libre, que la izquierda se ha apresurado a criticar con el mantra de «la ultraderecha». «Os invito a que sigáis por el camino menos transitado. Muchas veces, el camino más difícil es el más duro, pero merece mucho más la pena», dijo.

Los revisionistas acusan de revisionismo

El mensaje ante el que la nueva izquierda se eriza, como un vampiro de película ante la cruz, poniendo el acento en el hecho histórico que esa misma izquierda se ha encargado y sigue encargándose de tergiversar a su gusto, defendiendo cualquier oposición a su doctrina ideológica no con los argumentos sino como gato panza arriba. Los revisionistas acusan a García-Gallardo de revisionista, asegurando que la duda sobre lo democrático de la II República la desmonta la historia. El Debate se ha puesto en contacto, precisamente, con varios historiadores para aclarar quién no quiere que se sepa la verdad, del mismo que no quiere que los jóvenes tengan «mentalidad crítica», como dijo García-Gallardo.

la Ley de Defensa de la República y la Ley de Orden Público favorecieron la censura y la restricción de la libertadJosé Luis Orella

Pedro Carlos González Cuevas, profesor de Historia de las Ideas Políticas y de Historia del Pensamiento en la UNED, cree que «en gran medida», García-Gallardo tiene razón: «En el pensamiento de sus promotores, es decir, el conjunto de los socialistas, no sólo Largo Caballero, sino Indalecio Prieto y otros líderes, los republicanos de izquierda, como Azaña, la II República debía configurarse como un sistema político de pluralismo restringido». Una opinión que comparte el profesor José Luis Orella, doctor en Historia de España y en Derecho Político, quien afirma que «la Ley de Defensa de la República y la Ley de Orden Público favorecieron la censura y la restricción de la libertad de prensa durante la II República».

Se ha construido un mito en torno a aquella experiencia política. Son muchos los historiadores que han puesto en cuestión aspectos de la mismaCarlos Gregorio Hernández

Carlos Gregorio Hernández, profesor de Historia en la Universidad San Pablo CEU, empieza un poco antes y piensa que «preguntarse sobre la naturaleza democrática de la II República y los límites y la calidad de aquella democracia es algo lógico dado que aquel periodo se identifica como precedente de nuestro régimen actual sin entrar a conocer sus detalles. Si la pregunta que ha lanzado este político ha sido destacada es porque se ha construido un mito en torno a aquella experiencia política, a pesar de su brevedad. Son muchos los historiadores que han puesto en cuestión aspectos de la misma, como Stanley Payne y más recientemente Roberto Villa y Manuel Álvarez Tardío en relación al fraude electoral en 1936».

El modelo del 14 de abril fue un intento de establecer un sistema democrático, pero luego no funcionóCristina Barreiro

Un fraude al que también hace referencia el profesor Orella: «Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular, donde se procedió a una violencia inusitada contra elementos de derechas que culminó con el asesinato de José Calvo Sotelo el 13 de julio, por miembros de seguridad y de la escolta de Indalecio Prieto», la opinión que se conecta con el criterio del profesor González Cuevas, el «'pluralismo restringido' que Luis Araquistain definió como una 'revolución legal'. En un sentido muy próximo al de Carl Schmitt, la derecha estaría representada por el Partido Radical de Alejandro Lerroux; el 'centro', por los republicanos de Manuel Azaña, y la izquierda por un sector del PSOE. El resto de las fuerzas sociales y políticas debería ser marginado, es decir, no sólo los monárquicos, sino el conjunto de los católicos, la CEDA, u otras fuerzas de derecha como el Partido Agrario».

La derecha real del país no tenía cabida en el nuevo régimenPedro Carlos González Cuevas

La ausencia de democracia que Orella muestra cuando «El 10 de mayo de 1931 el ABC fue suspendido por la asistencia de su director Juan Ignacio Luca de Tena al Círculo Monárquico Independiente, y la quema al día siguiente de varias iglesias y conventos, sin intervención policial, supuso la de otros medios carlistas, católicos y nacionalistas vascos del norte de España por sus protestas».

Dice González Cuevas que «a veces se olvida que Azaña, en su célebre discurso del 13 de octubre de 1931 no se limitó a decir que España había dejado de ser católica, porque ya no lo eran sus clases dirigentes, sino que el número de católicos que existiera en la sociedad española era indiferente, a la hora de plantear reformas de carácter secularizador. De ahí su política abiertamente anticlerical y anticatólica. Desde esa perspectiva, el conjunto de la derecha real del país no tenía cabida en el nuevo régimen». Hechos históricos documentados que no coinciden con el relato impuesto y contra el que García-Gallardo ha hablado en democracia, alentando a los jóvenes a no conformarse.

No se puede olvidar la implicación del PSOE en la Revolución de Asturias y Cataluña en el año 1934, una acción para nada democráticaEduardo de Mesa Gallego

Para Cristina Barreiro, profesora de Historia Contemporánea y doctora en Periodismo, fue un intento de modelo democrático en el papel y en la Constitución, aunque no tanto en la práctica. «En el régimen del 14 de abril de 1931 se depositaron muchas ilusiones. Parecía que la República iba a traer el progreso, los derechos, las libertades…Se vendió la idea de que por cambiar de régimen se superaría el atraso de España y las corrupciones que para muchos suponía la monarquía. El paso de la monarquía a la república se hico en un clima de júbilo y entusiasmo en las ciudades -en la España rural no tanto- pero pronto defraudó a muchos. No hay más que pensar en las jornadas de mayo de 1931 con las primeras quemas de conventos. Y la cosa fue a más. Hasta el punto que el propio Ortega (y Gasset), que había animado el cambio re régimen con su «Agrupación al Servicio de la República» (Marañón, Pérez de Ayala…) llegó a decir eso de «la República es una cosa y el radicalismo es otra».

Los alumnos deben conocer cómo llegó la República (...) la violencia política que marcó su devenirCarlos Gregorio Hernández

Eduardo de Mesa Gallego, coordinador del Instituto CEU de Estudios Históricos, tiene claro que «la II República se instauró de una manera no democrática, ya que no se vota el cambio del régimen monárquico al republicano, sino que se debe al vacío producido por la marcha de Alfonso XIII al exilio como consecuencia de unas elecciones municipales, en las que en el campo ganaron los monárquicos por amplia mayoría pero en las ciudades no», explica el profesor, quien recuerda que «no se puede olvidar la implicación del PSOE en la Revolución de Asturias y Cataluña en el año 1934, una acción para nada democrática».

«Los alumnos deben conocer cómo llegó la República, su Constitución, las leyes de orden público que constriñeron los derechos que en ella aparecen, la violencia política que marcó su devenir y el contexto europeo en el que se desarrolló la política de 1931 a 1936», concluye sin ambages Carlos Gregorio Hernández.

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