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El escritor Julio Llamazares, durante su entrevista con El Debate

El escritor Julio Llamazares, durante su entrevista con El DebatePaula Argüelles

Entrevista | Autor de la novela Vagalume

Julio Llamazares: «Hay que vivir el tiempo con entusiasmo, y morir con las botas puestas»

Uno de los escritores fundamentales de la literatura española contemporánea publica Vagalume, una novela de suspense que habla de esa vida secreta que todos tenemos, pero también una reflexión sobre la pasión de escribir, que se sobrepone a todo

«Para mí la nieve es un elemento que forma parte de todo lo que escribo. Yo escribo sobre la nieve, vivo sobre la nieve y sé que todo lo que escribo se va a derretir como la nieve». Este sentimiento de que todo pasa y nada permanece, materializado en su vida y, sobre todo, en su escritura, es una de las señas de identidad de Julio Llamazares, uno de los autores más aclamados por la crítica, que vive con entusiasmo, «pero sabiendo lo que hay».

Cuando apenas era un crío, en 1968, vio cómo hundían bajo un mar postizo, el embalse del Porma, en León, la que había sido su casa en Vegamián. Consecuencia de aquel hundimiento de la tierra y de los consecuentes desarraigo y desposesión ha sido prácticamente toda su obra, que incluye la novela La lluvia amarilla, una de las piezas de literatura más exquisitas que se ha escrito en español en el último siglo. Otras obras, como Retrato de bañista, Distintas formas de mirar el agua o Escenas de cine mudo reflejan esa inmersión personal en una historia humana que afectó a muchas personas a las que el agua o la vida desposeyeron de la tierra.

Por ello, Llamazares se ha sentido desde entonces extranjero en todas partes. En todas, menos ante una hoja de papel. Para él, los escritores son luces en la noche, luciérnagas (vagalumes, en gallego) que iluminan el oscuro cielo de la historia mientras intentan sobrevivir y ser testigos del tiempo que les ha tocado vivir. De ello, de los misterios que encierra la escritura y la vida, habla Vagalume (Alfaguara), su séptima novela y la primera que escribe en ocho años: una historia de misterios y de ausencias que es, en realidad, una excusa para hablar de lo único que le interesa: el oficio del escritor y la escritura como tabla de salvación.

La nueva novela de Julio Llamazares se titula 'Vagalume'

La nueva novela de Julio Llamazares se titula VagalumePaula Argüelles

Vagalume comienza con una cita de Faulkner: «Entre la pena y la nada, me quedo con la pena». ¿Qué elige Julio Llamazares?

–Yo escogí la pena, como tú y como todos los que estamos aquí. Quien elige la nada, desaparece. Todos los que vivimos hemos elegido la pena, que significa que vivimos de la mejor manera posible.

–¿Sólo concibe esa dicotomía? ¿No se puede elegir el todo?

–Elegir puedes elegir lo que quieras, pero la vida te pone en tu sitio. Para mí esa frase de Faulkner resume el sentido de la vida. Porque el argumento (y el final) ya sabemos todos cuál es. Creo que cuando somos conscientes de la disyuntiva entre la pena y la nada es realmente cuando empezamos a vivir de verdad, a aprovechar la vida.

–Su literatura está atravesada por este «pesimismo», esta resignación serena en la que a veces parece haber algo de rendición a las evidencias de la vida. ¿Todo pasa, nada queda?

–Estoy de acuerdo, excepto en la palabra «rendición». Si algo tienen todos mis personajes es que viven con entusiasmo, aunque sin ninguna esperanza. Porque el argumento de la vida es este: el final llega. Por eso yo entiendo que aunque no haya esperanza, hay que vivir el tiempo que tenemos con mucho entusiasmo y sin rendirse nunca. Morir con las botas puestas. Si esto es lo que hay, vivamos de la mejor forma posible.

Vagalume es una historia, dentro de otra historia, dentro de la vida de varias novelas. ¿Se identifica con esa vagalume, esa luciérnaga que escribe de noche, iluminando una pequeña porción de realidad?

–Vagalume soy yo. El personaje de la novela y la metáfora de la luciérnaga. Esa imagen del escritor como una luz en la noche es mi vida. Yo escribo de madrugada, y cuando me asomo a la ventana y observo la vida de la gente me siento un extraño. He escogido una actividad que para la mayor parte de la gente es muy extraña, pero precisamente una de las motivaciones detrás de esta novela es el pensamiento, preguntarme por qué me dedico a escribir, qué sentido tiene. A veces voy por la calle de noche paseando y veo luces encendidas en una ventana, y me pregunto quién estará detrás de esa luz, como las luciérnagas en la noche. El escritor enciende una luz en la noche y mientras los demás duermen, empieza a pensar y a reflexionar y a contar historias.

–¿Por eso decidió escribir esta novela, que supone su regreso al género?

–He escrito muy pocas novelas a lo largo de mi vida, pero en cada una he buscado una respuesta a una pregunta fundamental. Para eso escribo. ¿Cuál es la pregunta que exploro en esta novela? Por qué he dedicado mi vida a escribir, qué significa. Este libro es una reflexión sobre la pasión de escribir en un envoltorio de novela de suspense donde hay un misterio (que es el propio misterio de la escritura) y sobre la vida secreta que todos tenemos. Uno de los personajes afirma que todos tenemos tres vidas; la pública, la privada y la secreta. Y la secreta no quiere decir ilegítima o ilegal o inconfesable, sino que es la verdadera vida que llevamos dentro.

Una de las motivaciones detrás de esta novela es el pensamiento, preguntarme por qué me dedico a escribir, qué sentido tiene

–¿Cree que la escritura revela eso que sólo nos confesamos a nosotros mismos cuando escribimos?

–Es lo que más cerca está de la de la vida secreta, al menos de los escritores y de los lectores. El lector es esa ventana que está encendida mientras el otro escribe. La literatura sirve para darnos explicaciones a nosotros mismos; hablo de la escritura como forma de vida, no como forma de ganarse la vida, que es otro tema.

–En la novela hay muchas reflexiones sobre ello. Dice que un escritor es el que lo seguiría siendo aunque no publicara, ¡incluso aunque no escribiera!

–Yo he conocido a muchos escritores que no han escrito una línea y a personas que ha escrito montones de libros y realmente no son escritores.

–César, el protagonista, explica que cuando le preguntan en las entrevistas, dice: «Las novelas son vidas que no vivimos, pero pudimos vivir, aunque hace tiempo que lo digo sin convicción, sin sentirlo de verdad, como cuando comencé a escribir». ¿A ti te ha sucedido lo mismo?

–Hay un riesgo para todos los escritores: acabar actuando casi por inercia. Es cierto que las novelas, como las películas, son vidas que no vivimos pero que pudimos vivir. Y por eso el contárnoslas ayuda a entender mucho de nosotros mismos. Si yo repaso mis novelas son, como decía, respuestas a preguntas y planteamientos personales. Y por eso todos los personajes son máscaras del autor. Como sucedía en las tragedias griegas, que eran varias máscaras: al final entre todos te cuentan a ti y tú te cuentas a través de ellos.

El escritor Julio Llamazares y la periodista María Serrano durante un momento de la entrevista

El escritor Julio Llamazares y la periodista María Serrano, durante un momento de la entrevistaPaula Argüelles

–Lo más interesante, más allá de la trama, es la reflexión continua sobre el acto mismo de escribir. Después de todos estos años, ¿tiene más la posición de Manolo Castro, que como su padre escribe por necesidad, o de César, que lo hace porque no podría vivir si no escribiera?

–Es una novela sobre la necesidad de escribir: sea material o anímica, para los escritores es necesario. Muchas veces nos acaba importando más aquello sobre lo que escribimos que la vida real: las vidas de nuestros personajes, las historias que nos obsesionan, las tramas que se complican... y ni siquiera sabemos el nombre de nuestros vecinos (ni nos importa). Es otra forma de entender la vida.

–A menudo dice que escribir es siempre recordar: que no se puede escribir sino desde la experiencia. Y que escribe para buscar soledad...

–Cito siempre a Pessoa, que lo explica perfectamente. «Escribo para encontrar soledad». Escribir es mi manera de estar solo. La escritura te lleva a la soledad, pero la soledad te lleva también a la escritura: es un círculo vicioso que luego te permite vivir de otra forma la realidad.

La escritura te lleva a la soledad, pero la soledad te lleva también a la escritura

–César dice: : «Observaba el mundo, dentro y fuera de la vida al mismo tiempo. Escribir me expulsaba de la vida pero a la vez me sumergía en su misterio». ¿Vive el escritor dentro del mundo, o es un espectador que refleja lo que ve (o lo que no ve)?

–Eso sí que es autobiográfico. Al final es la novela de mi vida. Yo nunca decidí dedicarme a la escritura: simplemente empecé a hacerlo. Me crie en un pueblo de mineros de la montaña en el que no había casi ni libros: no estaba llamado a la escritura, en el sentido de que no me crie en un ambiente fantasioso, ni culto. Pero cuando me di cuenta, llevaba toda la vida escribiendo, y lo que me queda de vida seguiré escribiendo, porque no concibo la vida sin escribir. La escritura ha llenado mi vida y sin ella no podría vivir (aunque entiendo que para el 99 % de la gente no es así). Por eso hablo de necesidad.

–La figura de Manolo Castro, el periodista que tras fallecer, se descubre que había estado escribiendo novelas en secreto, ¿está basado en un personaje real?

–Sí, en el primer editor que yo tuve. Es el origen de esta novela: a su muerte aparecieron muchos libros escritos sin que nadie lo supiera, ni siquiera yo. Los suyos sí se acabaron publicando... Es decir, hay unos mimbres que salen de la realidad en torno a los cuales se arma esta novela.

Cuando me di cuenta, llevaba toda la vida escribiendo, y lo que me queda de vida seguiré escribiendo, porque no concibo la vida sin escribir

–¿Y ha descubierto, escribiendo esta novela, por qué se dedica a escribir, o continúa investigando?

–Un poco sí, pero nunca hay respuestas para todo. Hay un componente en la escritura que se podría llamar psicoanalítico, del yo. A veces digo en broma que los escritores cobramos por lo que los demás pagan: toda novela tiene un componente psicoanalítico y de consuelo. La escritura consuela, como la lectura. La escritura es mi consuelo.

–Manolo Castro dice que un buen periodista no da respuestas, sólo hace preguntas. En cambio la literatura tiene un punto idealista, como dice César: «llenar de sueños las almas de los lectores». ¿Cree en esa visión trascendente de la escritura?

–Yo no siento responsabilidad como escritor, pero con el tiempo vas tomando conciencia de la repercusión que tiene lo que escribes. Yo escribo o intento escribir la novela que a mí me gustaría leer. El único lector mientras escribo soy yo. Si no, escribiría más rápido y viviría de otras cosas, haría un estudio de mercado y contaría historias de triángulos amorosos, o de vampiros; novelitas que te puedo escribir en una semana. Pero la literatura no es eso: la literatura es manipular el lenguaje para conseguir la máxima capacidad de expresión posible de las palabras y hacer que las palabras signifiquen más de lo que significan coloquialmente. En la vida coloquial no hay literatura: la literatura es la música de la poesía, de las palabras. Y eso sí requiere mucho esfuerzo.

La literatura es manipular el lenguaje para conseguir la máxima capacidad de expresión posible de las palabras

–¿Para usted escribir es siempre retornar a la infancia, a aquel pueblo inundado, a la relación con la tierra...?

–La sustancia última de la literatura es la memoria. Se escribe porque el tiempo pasa, se escribe para pasar el tiempo, o para recuperarlo. Uno de mis personajes en otra novela dice: «Nos pasamos la mitad de la vida perdiendo el tiempo y la otra mitad queriendo recuperarlo». Y hay una frase de un escritor portugués, António Lobo Antunes, que yo lo explica muy bien: «La imaginación no es más que la memoria fermentada». Eso es lo que pienso de la literatura.

–En la novela cita a muchos autores como referentes: Camus, Hesse, Yerby, Alberto Moravia... ¿Ninguno español?

–Cuando yo era pequeño, y aunque mi padre era el maestro de la escuela, no tenía al alcance libros. Yo leí lo que caía en mis manos, y con el tiempo empecé a descubrir más la literatura, pero fue en la universidad. Para mi generación fue clave la colección Reno, de Plaza y Janés, precisamente fundada por Mario la Cruz (mi primer editor), y con ella descubrí a los escritores extranjeros. Es mi forma de rendirle homenaje: por entonces, en los años 70, era difícil que llegara literatura extranjera debido a la autarquía franquista.

–¿Hoy en día lee a escritores contemporáneos?

–Hay una frase de un autor latino que dice «La proximidad de la muerte aclara mucho las ideas». Cuando eres joven pierdes mucho tiempo, aguantas a muchos pesados en los bares e intentas estar al tanto de todo. Pero cuando te va quedando menos tiempo seleccionas mucho más. Y con las lecturas pasa igual. Yo por un lado tengo siempre la tentación de estar al día, pero tiene que ser algo que me recomienden y que me arrastre. Pero la vida es limitada, y cuando miro a mi propia librería, me doy cuenta de que me voy a morir sin leer todos mis libros. ¿Cómo voy a perder el tiempo en leer algo que no va a ser determinante para mí? Soy selectivo, con mis lecturas y con todo. Aprecio el tiempo que me queda.

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