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José Martínez Ruiz, más conocido como Azorín

José Martínez Ruiz, más conocido como AzorínPaula Andrade

150 AÑOS DE SU NACIMIENTO

La maleta de Azorín, el tesoro hallado en Toledo del escritor revolucionario que se hizo conservador

La maleta de piel fue encontrada por Luis Méndez de Vigo, quien la donó a la Fundación Mediterráneo. Su contenido se exhibe desde este jueves, día del 150 aniversario del nacimiento del autor, en la Casa Museo Azorín de Monóvar

José Martínez Ruiz, de seudónimo Azorín, regresa a la actualidad con la exposición que se inaugura el jueves en su Casa Museo con el contenido de la conocida como «La maleta de Azorín», encontrada por Luis Méndez de Vigo en la finca de su tío, Julio Rajal Guinda, sobrino de la esposa del escritor y su heredero cuando aquel falleció en 1967 sin descendencia. Cartas, fotografías, telegramas y libretas, que han permanecido ocultos hasta hoy. Más de 2.000 documentos y objetos, entre los que se incluyen 25 fotografías, incluida la del padre de Azorín, a quién no se conocía.

Se pueden ver cartas a Ramón Gómez de la Serna, Antonio Maura, Pío Baroja o Torcuato Luca de Tena, entre otras. Y objetos como una libreta personal del autor, su contrato para escribir en Prensa Española o carnés de los cines Capitol y Rex de Madrid. Una maleta que es un tesoro porque abarca gran parte de los momentos de la vida del escritor que se licenció en Derecho, pero enseguida fue conocido por sus artículos en prensa, en principio de corte anarquista influido por Faure, Kropotkin o Pi y Margall.

Pepe Payá, Luis Méndez y Luis Boyer con la maleta de Azorín (Fundación Mediterráneo) con

Pepe Payá, Luis Méndez y Luis Boyer con la maleta de Azorín

Azorín quería la revolución en esos primeros años, pero se fue a hacerla a las Cortes, incapacitado para la revolución callejera, donde se desilusionó a pesar del nihilismo rozagante, tan rozagante como teórico, que le llevó a afirmar que la propiedad es el mal o que Cristo era anarquista en una singular demostración de fe cuasi juvenil: la espiritualidad que le hizo abandonar la ideología o la política que en realidad no le interesaba para dedicarse a su verdadera «vocación»: el clasicismo impregnado de una bondad natural que en el viaje osciló entre la revolución, el idealismo, la República, la religión y el conservadurismo detallista final.

Odio a la política

Un periplo señalado aquí con reconocido escaso detalle porque precisamente los matices fueron la característica esencial de un especialísimo amanuense: el anarquista revolucionario desencantado de su experiencia parlamentaria que le llevó más tarde a ensalzar en sus textos el «orden» de José Antonio y de Franco tras el fracaso, además, de la Segunda República. «¡Admirable Azorín, el reaccionario –por asco hacia la greña jacobina–!», dijo de él Machado. Y después de esto, el retiro absoluto en la Literatura que manifestó su público odio a la política, reflejado desde antes en sus corrosivas crónicas parlamentarias disparadas a discreción.

La Guerra Civil le dejó de forma definitiva tan ideológica y vitalmente desamparado que renunció a cualquier credo político íntimo para ordenarse intelectualmente cartujo de las letras y observar las cosas de la vida, con su estilo claro, limpio, como un arroyo de la vieja Castilla (que al final fue su «revolución» pendiente) como un maravilloso literato entomólogo de España.

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