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El ministro Iceta y los exministros Aguirre, Wert, Alborch y Molina

El ministro Iceta y los exministros Aguirre, Wert, Alborch y Molina

Artistas y escritores responden: ¿es necesario un Ministerio de Cultura?

El Debate hace esta pregunta sencilla a reconocidas personalidades del sector más allá de los dimes y diretes de los políticos a propósito de la idea de Feijóo de integrar Cultura y Educación

La cultura es un «arma» poderosa que los políticos nunca se han permitido desaprovechar. Que se lo digan al ministro Iceta, que en los estertores (por si acaso) de su cartera, se afana en colocar a los suyos al frente de las mayores instituciones. El perfil ideológico de estos gestores es claro, como se ha podido comprobar con claridad, por ejemplo, en el perfil y el currículo del recién nombrado director del Museo Reina Sofía, Manuel Segade. Una cultura amenazada en el mundo por la cancelación y el revisionismo, también en España, donde la izquierda se muestra mayormente como adalid de una dudosa contemporaneidad que suprime lo clásico, el legado de los tiempos. ¿Es el Ministerio de Cultura, como dijo hace tiempo en este debate largo Fernando Sánchez Dragó, algo propio de los regímenes totalitarios o bien gestionado, es «sumamente útil», como expresó también en su día Fernando Savater?

El problema de fondo es que nadie sabe, en la actualidad, qué quiere decir «cultura»Félix de AzúaEscritor y Académico de la Lengua

El escritor y académico de la Lengua Félix de Azúa, considera que el Ministerio de Cultura no tiene ninguna razón de ser: «La mayor parte de su presupuesto ya está distribuido entre las autonomías para su red clientelar. Y el resto suele servir para llenar la panza de los adictos al partido gobernante. Una aberración. Sería mejor una dirección general despolitizada que se ocupara de lo que realmente necesita ayuda estatal como la Ópera, los Museos o las Instituciones culturales activas y eficaces, qué sé yo, algunas Fundaciones, por ejemplo. De todos modos, el problema de fondo es que nadie sabe, en la actualidad, qué quiere decir 'cultura'». Una opinión distinta a la de Andrés Amorós, escritor, historiador, legendario cronista taurino y sabio en general:

«Lo esencial no es la herramienta sino lo que se quiere hacer con ella: tener claros los objetivos y disponer de los medios necesarios . Por eso, no me parece imprescindible, pero sí muy conveniente, que exista un Ministerio de Cultura. Por varias razones concretas, como que se pueda discutir administrativamente de igual a igual (si fuera posible) con los demás Ministerios; sobre todo, con los de Educación y Hacienda».

España es una primera potencia mundial en cultura, y el Gobierno debe dar a eso una respuesta adecuadaAndrés AmorósEscritor, historiador y crítico cultural

Amorós aprecia que «siendo un Ministerio, tendrá más capacidad administrativa y económica que si no lo es, por lo que rebajarlo administrativamente se interpretaría como un descenso en la atención y la importancia que se le concede a nuestra cultura. Los excesos y abusos que puedan advertirse, por incompetencia o sectarismo, no bastan para justificar esa rebaja. La cultura tiene en la actual sociedad un peso económico y una gran influencia en la visión del mundo. El gobierno que lo desconozca será gravemente penalizado, y además existe un hecho evidente: España no es una primera potencia mundial en petróleo ni en muchas otras cosas, pero sí lo es en cultura. El gobierno debe dar a eso la respuesta adecuada».

El Ministerio debe estar dedicado a la potenciación de las empresas culturalesFernando Rodríguez LafuenteProfesor, escritor, periodista, crítico y gestor cultural

Una «respuesta adecuada» que no siempre se entiende ni se utiliza en los sucesivos ministerios de uno y otro lado político. Y una visión de España como «potencia cultural» que comparte el escritor y exdirector del Instituto Cervantes, Fernando Rodríguez Lafuente, quien apuesta por «un Ministerio dedicado a la potenciación, proyección y difusión de las empresas culturales, pero separado de la educación». Piensa Rodríguez Lafuente que el español es una potencia cultural extraordinaria, que necesita separarse de la educación para permitir plenamente la potenciación de las distintas empresas culturales.

Conviene un timón único, y desde luego con Ministerio, para no diluir la tarea sólo en las instrucciones autonómicasÁngel Antonio HerreraPoeta, escritor y periodista

El poeta, novelista, columnista y periodista Ángel Antonio Herrera no solo cree que es necesario un Ministerio de Cultura, sino que es imprescindible: «En lo alto de la labor de ese Ministerio está cuidar la tradición cultural española, museal, o no, que es a menudo apoteósica, y también el auxilio o incentivo al creador. Entre otras cosas. La cultura española cotiza, internacionalmente, y no es un mérito de ahora. Tiene interés turístico, incluso. Darle velatorio al Ministerio supone menospreciar nuestra propia cultura, dispararle en un pie a la cultura propia.

Cree Herrera que «conviene un timón único, y desde luego con Ministerio, para no diluir la tarea sólo en las instrucciones autonómicas, que suelen ponderar el minifundio localista y de folclore. El Ministerio no sólo es una necesidad sino una necesidad que exige mayor presupuesto y otras potencias. No es lo mismo tener un representante del Ministerio que acude a un consejo de ministros que un representante que se reúne con secretarios, o vicesecretarios. Creo, incluso, que es mala estrategia política, la supresión del Ministerio, o el propósito de hacerlo, porque difunde con preocupante alegría el poco aprecio o apego que el político profesional, de cualquier sigla, le tiene a la creación. Y a sus hacedores. Muchos de los cuales aún no han salido de la condición de vagabundos».

La cultura es universal y necesita un Ministerio que aporte las herramientas necesariasAugusto Ferrer-DalmauPintor

Una visión de urgencia que el pintor Augusto Ferrer-Dalmau afirma en su idea de la universalidad de la cultura, alejada de toda ideología, por la que cree en el Ministerio como algo fundamental, «que aporte las herramientas necesarias», con la esencialidad de la despolitización a la que se refiere De Azúa, el en este caso único refractario de su existencia que, en cualquier caso, en la necesaria (¿y posible?) despolitización, coincide con la de sus partidarios.

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