Entrevista | Vincent Mottez
La película de Puy du Fou sobre La Vendée: «La persecución de sacerdotes fue determinante en el estallido de la guerra»
El guionista de Vencer o morir explica a El Debate los entresijos de la película que llega a las pantallas españolas
El guionista francés Vincent Mottez es el inspirador de una obra que toma partido, pero que está realizada con la suficiente sutileza como para convertirse en referente.
Vencer o morir es la opera prima de Puy Du Fou Films, que narra la historia real, trágica y grandiosa del destino de un héroe convertido en líder de guerra, un «bandolero» que en 1793 inventó la guerrilla moderna al servicio de una causa a contracorriente de su época.
Según la historia, en La Vendée pasó lo que algunos llaman «el primer genocidio de la era moderna» entre los años 1793 y 1794 siendo uno de los episodios más controvertidos de la Revolución Francesa y prácticamente oculto durante siglos salvo por la memoria popular.
La película narra unos sucesos ocurridos en 1793. Hace tres años que Charette, antiguo oficial de la Royal Navy, se retiró a su castillo en la Vendée. La esperanza de la Revolución Francesa había dado paso a la desilusión y la desesperación en todo el país.
–¿Cómo surgió la idea de la película?
–Vino de Puy du Fou. Cuando nos embarcamos en la aventura cinematográfica, tuvimos que elegir un tema. Y el tema que era obvio era el de François-Athanase de Charette de la Contrir. Fue así por varias razones.
–¿Cuál fue la principal?
–Porque el personaje de Charette es muy conocido en Puy du Fou, puesto que ya es objeto de un espectáculo permanente, que ha tenido un gran éxito desde 2016. Y luego está el propio lugar de Puy du Fou, obviamente, y también en el territorio de las guerras de Vendée, no muy lejos de la patria chica de Charette, el país de Retz. Estos factores ayudaron a embarcarse con más confianza en la producción de la película.
–¿Por qué Charette y no otros jefes de la Guerra de Vendée, como Cathelineau, La Rochejaquelain o incluso Cadoudal?
–Porque su figura es más adecuada para una película. También por su longevidad en las guerras de Vendée. Cathelineau y La Rochejaquelein son de hecho un poco como figuras de vidriera, a diferencia de Charette, que congrega más contradicciones, que tiene también un lado oscuro, como decimos hoy, lo que significa que no está libre de reproches. El tercer y último aspecto es que su estrategia militar es diferente a la de los demás generales del ejército católico y real. Se basa en lo que él llama guerra a pequeña escala, es decir, guerra de guerrillas. En otras palabras, entiende que hay que utilizar el territorio como baza para reequilibrar la relación de fuerzas. Así que, inevitablemente, para una película, resulta interesante. Además, una marquesa, no recuerdo cual decía sobre la Rochejaquelain: «No encontramos nada que reprocharle».
–Así que sí, es una apuesta clara por un personaje más que por un marco general.
–Exactamente. Es decir, el tema de las Guerras de Vendée lo encarna Charette. Es a través de su prisma, de su visión, como contamos la historia. Él mismo cuenta, se cuenta, cuenta su propia historia, así que el asunto de las Guerras de Vendée, de la Gran Guerra de la Vendée, la que va del 93 al 96, es un asunto muy complicado históricamente.
–Más allá de su oposición a la Revolución, ¿tenían los Vendéens un proyecto político claro?
–No inmediatamente. En primer lugar, hubo una reacción a un acontecimiento tras otro. Es decir, la Revolución, como recuerda en la película, fue bastante bien recibida al principio en la Vendée. Es bastante paradójico porque se puede ver en los archivos. Hay un verdadero deseo de reforma en toda Francia, pero en el oeste es realmente notorio; entonces no hay una reacción ideológica a priori. Hay más bien una exasperación que irá en aumento a medida que se desarrollan los acontecimientos.
–¿Por qué?
–Por muchos factores. Pero a menudo hay uno muy importante: es la persecución de lo que se llamará los sacerdotes refractarios, es decir, los que se niegan a prestar juramento a la Constitución después de la Constituyente, es lo que se llama la Constitución Civil del Clero, en 1792, y porque el Papa se opone. Por tanto, hay una contradicción entre la lealtad a Roma y la lealtad a la República. Así que los sacerdotes en Francia se vieron obligados a tomar una posición sobre esta cuestión. Y los que aceptan serán conocidos coloquialmente como curas «juramentadores».
–¿Se puede decir que los Vendéens no aceptaban 1793, pero sí, de cierta manera, 1789?
–La Revolución es, en un principio, bien recibida. Es decir, en general, en toda Francia, y en todos los estratos de la sociedad, había un deseo de reforma que duraba desde hacía décadas, es decir, era lo que llamamos el Siglo de las Luces. Las nuevas ideas, como se las llamaba, venían soplando en Francia desde mediados del siglo XVIII. La sociedad estaba esclerotizada en diversos grados. Un ejemplo es el ejército, donde los rangos de oficial están reservados a la nobleza. Es sólo un ejemplo.
La Revolución fue bien recibida en un principio: en general, en toda Francia, y en todos los estratos de la sociedad, había un deseo de reforma
–Luis XVI inició algunas reformas ambiciosas.
–Es curioso, esto es algo que a menudo se olvida. Pero con sus diversos ministros Calonne, Turgot, Le Méline, Loménie de Brienne y otros, Luis XVI inició este cambio en Francia, pero le resultó muy difícil, en términos concretos, aplicarlo, entre otras razonas, porque había una enorme deuda déficit en Francia, que se había incrementado enormemente por la Guerra de Independencia norteamericana, que había costado muy cara a Francia.
–Esas dificultades financieras se plasmarán en unas subidas de impuestos que serán el germen del descontento, especialmente en Vendée.
–Los administradores republicanos que fueron enviados a las provincias eran peores que cualquier otra cosa para los campesinos, porque no tenían más que desprecio y arrogancia hacia ellos, a los que consideraban gente atrasada que no entendía las nuevas ideas, que no entendía que su orden natural estaba siendo sacudido y trastocado y que, además, como suele ocurrir, se estaban enriqueciendo bajo el nuevo sistema fiscal que se estaba implantando. Así que, de hecho, las buenas promesas están dando paso a la desilusión. Y de ahí a las guerras.