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El actor Hugo Becker en el papel de Charette, 'Vencer o morir' (2023)

El actor Hugo Becker en el papel de Charette en la película Vencer o morir (2023)Twitter

'Vencer o morir', la película que enoja a la izquierda francesa por recordar el heroísmo católico en la Revolución

La película narra, a través de la figura del jefe militar Charette, las masacres que padecieron los católicos y monárquicos que se rebelaron contra el terror revolucionario

Podía haber sido Jacques Cathelineau. O Henri De La Rochejaquelain. Al final, ha incumbido a François-Athanase De Charette De La Contrie ser el protagonista de Vencer o morir, «Vaincre ou mourir» en su idioma original, la película sobre las guerras de Vendée que se estrenó el pasado 25 de enero en Francia. Apenas diez días en pantalla y la izquierda política, cultural y mediática ha estimado oportuno desatar una campaña violenta en su contra.

Acusada de propaganda católica y monárquica

Le Monde: «Un bodrio histórico, una papilla audiovisual que recurre a los tópicos más manidos del cine histórico, agitando su imaginario crístico y virilista [en torno a la figura de Charette] con efectos visuales de otra época». La revista especializada Écran large: «La producción se asume como una octavilla monárquica y católica integrista», en la que «la República es percibida como el sistema político que, poco a poco, ha llevado a la caída de nuestros 'valores cristianos'», y se presenta a Charette como «un icono nunca cuestionado por sus actos y su posición ideológica».

Siempre desde el progresismo, más atinado –y algo menos agresivo en el tono– se muestra el diario Libération, para el que Vencer o morir es «otro ejemplo de la actual ofensiva conservadora, que utiliza el 'soft power' para difundir ideas sin que lo parezca». La película «forma parte de una batalla cultural e ideológica [...] que dista mucho de haber terminado».

Esto último es cierto. Y por una razón de peso: la insurrección contrarrevolucionaria, iniciada en Vendée en marzo de 1793 –y definitivamente aplastada tres años más tarde– desembocó en una masacre de masas cuyo balance asciende a más de 200.000 muertos. Los historiadores especializados en el estudio del episodio divergen sobre su naturaleza. Reynald Secher, apoyado por un escaso número de personalidades como el filósofo y exministro Luc Ferry, sostiene desde hace años que fue un genocidio porque se eliminó «principalmente a mujeres y a niños para impedir la reproducción de la especie». La especie en cuestión son los católicos, monárquicos y contrarrevolucionarios.

Otros historiadores, como Jean-Clément Martin, rechazan tajantemente que la guerra de Vendée merezcan la consideración de genocidio porque «no fue considerada como objetivo exclusivo una población específica», aunque concede que se perpetraron, desde el bando republicano, crímenes de guerra e incluso contra la Humanidad.

Tres conceptos vinculados a definiciones muy precisas, por lo que es necesario manejar esos vocablos con prudencia. Con todo, lo indiscutible es que en Nantes miles de vendéens fueron arrojados al Loira. En Angers, un cirujano procedió a curtir y estirar la piel de una treintena de víctimas. Tampoco hay muchas dudas en buena parte de la comunidad historiográfica –de modo especial en los estudiosos del totalitarismo– de que estas matanzas masivas fueron un antecedente de los grandes exterminios de la era contemporánea.

Todo porque un poder revolucionario, el de la Convención, se mostró inseguro y desbordado ante la amenaza de una invasión de Francia por parte de una coalición monárquica europea dispuesta a hacerles pagar la ejecución de Luis XVI. Por eso reaccionó decretando una incorporación a filas con carácter inmediato. Una decisión que colmó la paciencia de un campesinado del oeste de Francia, católico y conservador, que ya manifestaba su descontento con el cada vez más agobiante centralismo republicano y con el control civil de la práctica religiosa. Unas unidades improvisadas infligieron al Ejército una severa derrota en Pont-Charrault. Fue el inicio de un conflicto que se prorrogó por espacio de tres años.

Una izquierda asustada

La controversia generada por la película se ha trasladado, asimismo, al terreno político. Los diputados de extrema izquierda Alexis Corbière y Matthias Tavel ven en Vencer o morir una muestra de cómo «la extrema derecha quiere imponer a la sociedad su propia interpretación de los problemas de nuestro tiempo, su odio a la igualdad republicana, su nostalgia morbosa de las pseudotradiciones católicas integristas, su nacionalismo ‘de la tierra y de los muertos’».

De este grueso comentario se desprende la cada vez mayor inseguridad de la izquierda francesa, en todas sus vertientes, en un terreno, el cultural e ideológico, que ha dominado de forma hegemónica durante generaciones. Ahora acusa a las «fuerzas reaccionarias» de ahondar en el «relato nacional» para deslegitimar a la historiografía académica y, sobre todo, para impedir la «inclusión» de las minorías étnicas y culturales. En suma, de no favorecer la consolidación de una sociedad multicultural, dominada, como no podía ser menos, por la izquierda.

Sin embargo, como recuerda la ensayista conservadora Eugénie Bastié en La bataille des idées, publicado el pasado año, el concepto de «relato nacional» fue acuñado por los historiadores republicanos, de izquierdas en su mayoría, en el siglo XIX y de principios del XX. «Fue ella [la izquierda]», escribe Bastié, «la que inventó en el XIX esa narrativa épica y unificadora destinada a forjar la pertenencia republicana a través de lo imaginario y a sustituir la gran narrativa de la monarquía».

Y cita el manual de Ernest Lavisse, una de las figuras de referencia de aquella historiografía. «Hay en el pasado más lejano una poesía que hay que inocular a las jóvenes almas para fortalecer el sentimiento patriótico». A continuación, precisa Bastié, «en un bandazo raro en la vida de las ideas, el relato nacional ha evolucionado progresivamente hacia la derecha, hasta el punto de convertirse en un cuasi monopolio, dándose la izquierda como objetivo deconstruir una narrativa mitificada para hacerla más ‘inclusiva’».

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