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Emilio de Diego durante su toma de posesión en la Real Academia de bellas Artes de san telmo

Emilio de Diego durante su toma de posesión en la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo

Entrevista

Emilio de Diego: «No podemos sobrevivir como pueblo y Estado con el proyecto de degeneración de Sánchez»

El historiador publica 2018-2023. Los peores años ¿o no? de nuestra historia (Actas, 2023), una compilación de sus artículos publicados en prensa durante ese período

Emilio de Diego, historiador, Doctor en Geografía e Historia, Doctor también en Derecho. Premio Extraordinario de Licenciatura, de Doctorado y de Terminación de Estudios Universitarios, académico de Historia, de Ciencias Sociales y Políticas, de Bellas Artes, condecorado con la Orden de Alfonso X el Sabio, Cruz al Mérito Militar o al Mérito Naval, entre otros honores, dice que hay que ser comedidos en «casi todo, excepto en el esfuerzo y en el afán por mejorar». Su mayor satisfacción es haber podido cumplir su vocación de historiador, con objetividad e imparcialidad, algo que considera cada vez más difícil «a medida que avanzamos hacia nuestros días». 2018-2023. Los peores años ¿o no? de nuestra historia lo componen los artículos que ha publicado el profesor en La Razón durante ese período.

Un libro que, según el autor, «ha tratado de atender al proceso de degradación institucional, de división entre los españoles y de empobrecimiento que jalonan el devenir de este periodo en España, y de manera también muy importante, a la degeneración en dos campos que son absolutamente imprescindibles para poder llevar a cabo ese camino que ha discurrido el señor Sánchez. Uno: la destrucción del lenguaje. Y otro: la destrucción de la historia». Afirma que un país vale lo que valen sus instituciones, y que en estos cinco años ya tenemos suficientes elementos como para poder mantener que «desgraciadamente» hemos vivido hasta hoy los peores años de nuestra historia.

–¿Cuál es la principal causa en la historia reciente de España de su actual situación política?

–Se han destruido los elementos de conjunción, de unión, de proyecto compartido de los españoles desde al menos hace más de tres décadas. Fue una labor llevada a cabo por por la izquierda y consentido y aplaudida por la derecha. Consistió en confundir el franquismo con España. Consistió en denostar los términos España, Patria y Nación. Consistió en hacer un ejercicio de confusión permanente de lo que somos, de lo que hemos sido y lo que podríamos, podríamos ser. Hemos perdido el sentido de la solidaridad e incluso el sentido del respeto. No podremos sobrevivir como pueblo y Estado sin un proyecto colectivo y con un proyecto de degeneración. En todos los órdenes somos menos libres, somos más pobres, somos más insolidarios, empezamos a mirarnos incluso y sobre esto insistiremos más adelante, como decía Baroja: con «ese odio característico de los españoles». La falacia suprema de que no hay otra forma de gobierno que la de yo, mis amigos y los de mi pueblo, y excluyo automáticamente a más de la mitad de los españoles. Eso es un desafío a la continuación de España.

Mariano Rajoy se vio rebasado por lo que consideraba una traición difícilmente tolerable del PNV

–Se refiere a Oscar Wilde sobre el sarcasmo: «La forma más baja del ingenio». En el primer día del debate de investidura se pudo ver cómo se manifestaba ese sarcasmo «zafio» por parte del presidente del Gobierno...

–Me duele en exceso, como a muchos españoles, en que ha degenerado ese templo del Espíritu Santo otrora, y luego del espíritu político de la España contemporánea. El propio «sumo sacerdote» degenera en esa chabacanería. Yo creo que la política en estos momentos, en su manifestación lingüística y en su ausencia de ideas, causa un malestar importante en la sociedad.

–Se habla mucho de Junts o de Puigdemont, pero nada, o no tanto, de la decisión del PNV de apoyar a Sánchez en la moción de 2018, después de aprobar los presupuestos de Rajoy.

–Aquella desgraciada vuelta de tuerca del PNV, en parte anunciada, sorprendió tanto a Mariano Rajoy que le llevó a una cierta paralización. Le parecía imposible, se vio rebasado por lo que consideraba una traición difícilmente tolerable. La expresión de Mariano fue: «Pero que quieren, si les he dado lo que me habían pedido?» Bueno, hoy estaría bien que el sujeto que va a pasar de presidente en funciones a presidente otra vez en la segunda legislatura, tuviera en cuenta esto. Porque va a estar sometido a una especie de moción de censura permanente, y el día que se les antoje le dejaran caer de la manera más inicua, pero seguramente merecida.

El miércoles, en algunos momentos, la 'confianza' de Sánchez resultaba patética

–¿Considera que la pandemia fue el periodo definitivo de la germinación exitosa del «sanchismo»?

–Yo creo que fue muy importante para afianzar la audacia de Sánchez. Se apoyó en el atrevimiento propio, hijo de la ignorancia y en el miedo de los otros y ahí va creciendo su confianza. El miércoles, incluso en algunos momentos, esa confianza, entre comillas, resultaba patética. Un camino basado en la mentira, en el discurso único, en la manipulación permanente que conduce a la propia destrucción del protagonista, y más bien a corto que a largo plazo.

–¿Se está borrando la Transición como se borraba la foto de la familia de Marty McFly en Regreso al futuro?

–Yo creo que que la Transición fue algo modélico, reconocido dentro y fuera de España, con sus luces, muchas más que sombras, fuimos capaces de hablar, fuimos capaces de superar la dicotomía en la que parecíamos obligados a instalarnos siempre en esa dualidad incomunicada. Yo entiendo que la Transición nos dejó una lección de la posibilidad como pueblo, como sociedad, de superar los conflictos políticos por la vía del diálogo, por la vía del acuerdo. Necesariamente un acuerdo supone dejación de los objetivos de algunos en parte, y de los objetivos de otros en parte, de los intereses de algunos grupos y de los otros para conseguir algo compatible con la voluntad de la mayoría. Entonces, drástica y violentamente, quedaron retratados en las urnas los que consiguieron llegar a ellos desde la proliferación de grupúsculos revolucionarios. La Transición fue un enorme paso positivo en la historia política de España en líneas generales, que luego se tradujo en una etapa de prosperidad económica importante. Hasta una fecha absolutamente nefasta: la de marzo de 2004 y la gestión posterior absolutamente responsable de mucho de lo que sucede hoy llevada a cabo por Rodríguez Zapatero. El balance de los primeros años de la Transición es infinitamente más positivo que el que tenemos de estos últimos cinco años o de estos últimos 19 años. Eso no creo que sea fácil de discutir con un mínimo de rigor y objetividad.

Los peores años ¿o no? de nuestra historia

Los peores años ¿o no? de nuestra historia

–No hay ningún otro país en el mundo cuyo Gobierno dependa de quienes quieren destruirlo...

–Es una «especificidad», digamos, deleznable. Una serie de sujetos que lo primero que hacen es vanagloriarse de que están allí para destruir España. Aquí lo vemos como algo casi habitual, pero es un espectáculo aberrante que conduce a un enfrentamiento creciente. Esto es un absurdo difícilmente tolerable y no comprensible. Lo absurdo no se comprende. Pero es que no se debe tolerar.

–Dice usted que Sánchez se agota, pero que no es fácil que caiga por la ruptura con sus socios y o por la oposición interna de su partido. Como se ha visto, tenía razón. ¿Ve algún motivo por el que pueda caer en estos momentos?

–Precisamente por el carácter insostenible del ejercicio que está realizando. Recuerdo a la muchacha del circo, aquel tango de 1928 que cantó Gardel, y que tenía una música de Gerardo Mata Rodríguez, el mismo de La Comparsita y la pobre muchacha del circo colgada del grácil trapecio bajo la carpa del viejo circo: «Buscando un aplauso a la muerte: la muerte encontró». Porque el ejercicio este del trapecio, cada vez más arriesgado, acaba por provocar la caída del trapecista. Y eso va a suceder por la exigencia de asumir mayores riesgos hasta que no se pueden superar por parte de los socios del señor Sánchez. Esperemos que sea el plazo más breve posible y de la manera menos estrambótica y traumática posible.

Basta con que miremos la imagen de nuestro país con un presidente de gobierno genuflexo ante políticos de tercera división para que nos demos cuenta de qué se piensa de España

–La Transición asombró al mundo. ¿En qué medida cree que puede asombrar al mundo esta «nueva Transición»?

–Basta con que atendamos a ese espectáculo del Congreso. Basta con que miremos la imagen de nuestro país con un presidente de gobierno genuflexo ante políticos de tercera división, de corte separatista e insolidario para que nos demos cuenta de qué se puede estar pensando de España y de un Gobierno. Es suficiente para que entendamos cuál es la imagen de nuestro país: un país empobrecido que va a empezar a tener problemas serios para pagar la deuda. Es una imagen bastante preocupante.

–¿Hay esperanza para el concepto de Patria de la Transición?

–La hay. Lo que se necesita es volver a tender puentes y que alguien en lugar del señor Sánchez y de otras fuerzas políticas en España entiendan que el acuerdo, incluso el peor, es bastante más rentable que el desacuerdo y el enfrentamiento permanente, porque es insostenible. Se dice muchas veces que somos un gran país. Si el ciudadano español supiera su historia de verdad, con sus luces y sombras, se respetaría muchísimo más y haría mucho más fácil que se respetara y se construyera también una imagen mucho más positiva de su país.

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