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Robert Louis Stevenson

El escritor Robert Louis Stevenson

Cinco poemas de Robert Louis Stevenson, el gran escritor cuya salud algunas veces fue Jekyll y sobre todo Hyde

El también autor de La isla del tesoro, entre otras obras inolvidables, fue un autor total y un hombre de carácter afable y bondad singular pese a la enfermedad que le acompañó toda su vida y acabó con él un 3 diciembre a los 44 años

Robert Louis Stevenson murió el 3 de diciembre de 1894 a los 44 años luego de una vida de mala salud ante la que nunca se rindió y se enfrentó con genio, talento, esperanza y una bondad legendaria como siempre transmitieron los que le conocieron, entre ellos Mark Twain y Henry James.

Solo un año antes de morir escribió, casi como un epílogo: «Durante catorce años no he conocido un solo día efectivo de salud. He escrito con hemorragias, he escrito enfermo, entre estertores de tos, he escrito con la cabeza dando tumbos». Pero había escrito.

¿El mejor escritor de todos los tiempos?

R.L., como solía firmar, se agarró a la escritura y a su talento extraordinario, uno de los grandes aspirantes a mejor escritor de todos los tiempos por la fama de sus libros y temáticas, por su influencia, por su delicadeza, por su visión o por su variedad, para pasar su infancia conviviendo con la bronquitis que le impidió ir al colegio, y la edad adulta junto a la tuberculosis que al final pudo con él.

Retrato de Stevenson y su esposa (1885) de John Singer Sargent

Retrato de Stevenson y su esposa (1885) de John Singer Sargent

Stevenson fue el genio que no podía respirar, así que en lugar de sus pulmones maltrechos, expuestos a todos los males del mundo, utilizó las branquias de su pluma y de su imaginación que además de servirle para sobrevivir le convirtieron en la gran estrella de la literatura de su tiempo y de todos los demás. Se quejaba el discreto astro de los promotores de su libros, que casi le obligaron a salir con un vestido de filetes como Lady Gaga, si en vez de en el XIX hubiera vivido en el XXI.

cinco poemas de Robert louis Stevenson:

  • MI CASA

    Mi casa … Pero escuchad a las claras palomas
    que hacen de mi tejado el campo de sus amores,
    dando vueltas todo el día alrededor del gablete
    y llenando las chimeneas con su zureo.
    Nuestra casa, dicen ellas; y la mía la declara el gato
    extendiendo su dorada pelusa sobre las sillas,
    y mía, el perro, levántandose furioso
    si algún pie extraño profana la vereda.
    Así tambien, el corzo que adorna mis campos;
    y hasta el jardinero llama suyo el jardín.

    Quien ahora, derrocado, vigila la sencilla morada
    y su último reino, sólo tiene el camino.
  • ALGÚN DÍA NOS AMAMOS

    Entre la espesura de bayas y las islas de juncos, como a través de un mundo que sólo fuera cielo, oh firmamento invertido, la barca de nuestro amor se deslizaba. Brillantes como el día eran tus ojos, radiante fluía la corriente y era radiante el vasto y eterno cielo.

    Cuando murió la gloria en el dorado crepúsculo, resplandeciente ascendió la luna, y llenos de flores al hogar regresamos. Radiantes fueron tus ojos esa noche, habíamos vivido, oh amor mío, habíamos amado.
  • ¿DÓNDE VAN LOS BARCOS?

    Enigmático río,
    Doradas arenas.
    Fluye desde siempre y para siempre
    Bordeado de árboles.
    Verdes hojas flotantes,
    Castillos de espuma.
    Oh barcos míos,
    ¿Dónde fondearán?
    El río sigue su curso
    Dejando atrás el molino,
    Lejos, valle abajo
    Lejos, colina abajo.
    Río abajo,
    A cien millas o más,
    Otros chiquillos
    Recogerán mis barcos.
  • MI CUERPO ES MI CALABOZO

    Mi cuerpo, que es mi calabozo,
    es también mis parques y mis palacios:
    son tan grandiosos que allí siempre estoy,
    todo el día, de un lado a otro, despacio;
    y cuando la noche empieza a caer
    sobre en mi lecho, soñolienta,
    mientras zumba todo el edificio en su vigilia,
    como si un niño salvaje,
    al atardecer, la extraviara de su camino,
    (habiendo ella vagado, un día de verano
    por las faldas del monte, y escalado)
    todavía duerme en su montaña;
    tan alta es, tan esbelta, tan completa,
    que allí, en los eternos campos del aire,
    mi imaginación se eleva como una cometa.
  • RÉQUIEM

    Bajo el inmenso y estrellado cielo,
    cavad mi fosa y dejadme yacer.
    Alegre he vivido y alegre muero,
    pero al caer quiero haceros un ruego.

    Que pongáis sobre mi tumba este verso:
    «Aquí yace donde quiso yacer;
    de vuelta del mar está el marinero,
    de vuelta del monte está el cazador»

Se murió en Samoa, el último lugar al que llegó para darle la enésima tregua a sus pulmones maltrechos, a pesar de los cuales, o quién sabe si a propósito de ellos, escribió seis libros de poesía, además de su gran colección de todos los géneros, donde la novela fue el más conocido con títulos clásicos y vivos como La isla del tesoro, El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, La flecha negra o El señor de Ballantree, que respiran por él y para siempre a través de sus páginas.

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