La hoja de ruta de Urtasun: primar al cine español, descentralizar museos y llamar «tortura animal» a los toros
El ministro de Cultura ha explicado con claridad cuáles son los objetivos de su cartera para esta legislatura
No sorprende casi nada y sí certifica lo previsto. El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, ha concedido una entrevista a La Vanguardia donde confirma lo que se preveía, incluso antes de tomar posesión, solo teniendo en cuenta su currículum completamente ajeno a la cultura. El activismo político como punta de lanza para seguir empujando ciertas puertas de castillos en vez de ejercer de mecenas y mediador de artistas y sus obras, del patrimonio y su gestión sin sectarismos y sí con consensos, siguiendo el ejemplo del que apunta como modelo, Jorge Semprún, evidentemente de boquilla.
Y se dice de boquilla porque el exministro de Felipe González hubiera abominado de las negociaciones políticas actuales y de las pretensiones «culturales» que anuncia Urtasun, el político que llama «tortura animal» a la tauromaquia como ministro de Cultura, siendo la misma tauromaquia Patrimonio Cultural de España, mientras por otro lado se negó a condenar los asesinatos, las torturas, el salvajismo y el sufrimiento atroz de seres humanos que produjeron los horribles atentados de Hamás en Israel.
No parece que la coherencia y algo más, el sentido común más básico, la humanidad más elemental, corra por las venas del ministro que admite que su prioridad es el cine español, el sector privilegiado con diferencia frente a otros sectores culturales (que tantos réditos políticos ha proporcionado al Gobierno actual) y que va a seguir siéndolo. El pago por los servicios ya ha sido anunciado: «Tengo una gran prioridad: la primera ley que voy a tratar de desbloquear es la ley del Cine porque ya gozaba de gran consenso en el sector. Hay cosas por corregir. Me estoy reuniendo con todo el sector para reimpulsarla...».
«Abordar la 'cultura colonial'»
Una palabra, «impulsar», que pronuncia con repetición el ministro. También va a «impulsar» la ley de mecenazgo, dice, pero le pone «peros». Va a «tener que ver los contenidos», lo mismo que el Estatuto del artista, medidas concretas, de trabajo concreto y efectivo por las que pasa de puntillas para explayarse en lo ideológico. Habla de descentralizar los museos con el eufemismo de que la cultura ha de llegar a todos los rincones de España, como si no llegara, como si no hubiera llegado siempre, como si el hecho de que el Museo del Prado esté ubicado en Madrid fuese un impedimento para que eso suceda, la idea del despiece político de la cultura como la idea de la descolonización de los museos, en línea con las corrientes «woke», la «cultura colonial» que dice que hay que abordar: política e ideología puras.
Eso sí, cuando se le pregunta sobre algo preciso, como cómo se van a financiar todos los proyectos, dice que «con diálogo». Con diálogo «con las comunidades y con Hacienda». Es característico como ante las cuestiones espinosas que requieren de una respuesta concisa los políticos de izquierdas siempre apelan al diálogo, una especie de agua milagrosa de los futbolistas, el diálogo que financia. Una cosa extraordinaria. Es posible que este diálogo no solo hable y pague, sino que también ande y coma. Incluso que baile. Ese diálogo es extraordinario, tan extraordinario como la capacidad de este gobierno, de la izquierda y de Urtasun de señalar el enemigo constante de las «fuerzas reaccionarias» que lo amenazan todo. Nunca hubo semejantes fuerzas reaccionarias en un Gobierno y lo saben, por eso señalan fuera para que no se note que los reaccionarios son ellos.