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El ministro de Cultura, Ernest Urtasun

El ministro de Cultura, Ernest UrtasunEFE

Urtasun elogia la versión de 'Rigoletto' que recibió uno de los más grandes abucheos que se recuerdan

El ministro de Cultura escribió en X que la obra estrenada en el Teatro Real «desafía, con valentía y lucidez, varios tópicos escenográficos»

No es que se le vea el plumero al ministro de Cultura, Ernest Urtasun, sino que hace alarde de él como Rufus Wainwright hacía alarde de colorida boa al cuello mientras cantaba el Across the Universe de Los Beatles. La versión de Rigoletto de Verdi que se representa en el Teatro Real fue objeto en su estreno de unos de los mayores abucheos que se recuerdan en la historia del coliseo madrileño.

La razón es la dirección escénica de Miguel del Arco (no la música intachable y universal del genio italiano), quien decidió, entre otras maravillas, que en la conmovedora muerte de Gilda apareciese una pandilla de hombres y mujeres desnudos. Esto, como la repetición constante de distintos actos sexuales, como la gesticulación de felaciones, ¡en Rigoletto!, la escenografía disparatada o el vestuario espantoso y confuso, como escribe César Wonenburger en El Debate, a Urtasun le parece «una actualísima crítica de las violencias patriarcales. Ópera de siempre con mirada de hoy».

Al ministro de Cultura, por lo que parece, le gusta la zafiedad. La vandalización de las obras maestras, porque eso es este Rigoletto vergonzante, vulgar, sin estilo y sin personalidad que, según el titular, «desafía, con valentía y lucidez, varios tópicos escenográficos»: como una acción vandálica sobre un cuadro clásico de unos activistas. La opinión de Urtasun marca el rumbo inequívoco de un ministerio a la deriva de la ideologización, en este caso a través de la ideologización de Verdi.

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