Descubren unos frescos excepcionales en la iglesia de Santiago Apóstol de Llerena tras la restauración del retablo
Al separar el cuadro retablo de la pared aparecieron bajo unas capas de cal unas magníficas pinturas murales, cuya autoría por ahora se desconoce
Siempre es grato leer noticias que nos informan de nuevos descubrimientos relacionados con nuestro importante patrimonio cultural, y más, si estos hallazgos ponen ante nuestros ojos la belleza de unas imágenes con las que las generaciones pasadas supieron decorar sus edificios religiosos algunos siglos atrás. En el caso que ahora nos ocupa estaban ocultas incomprensiblemente hasta nuestros días para poder disfrutar de ellas.
La historia de la iglesia
Esta reciente buena nueva se ha producido en la iglesia de Santiago Apóstol de Llerena, construida para su enterramiento en el último cuarto de la centuria del XV por el postrero Maestre de la Orden de Santiago don Alonso de Cárdenas, casado con doña Leonor de Luna.
Se finalizó la espléndida Capilla Mayor, levantada en su totalidad con piedra de sillería, en el año 1482. En el testamento del Maestre, otorgado el día antes de su fallecimiento el 1 de julio de 1493, dispuso que el templo fuera terminado por su heredera con los materiales que él ya tenía comprados, y añadía: «… que esta obra sea del maderamiento y pintura que la nave principal de la iglesia de Nuestra Señora Santa María de esta villa.»
Conviene también saber que la única hija legítima del fundador, fue doña Juana de Cárdenas, casada con don Pedro Portocarrero «El Sordo», señor de Moguer y de Villanueva del Fresno, y recibieron ambos el encargo de terminar la obra. Fue concluida a mediados del siglo XVI por el nieto del Maestre y segundo de los 17 hijos de doña Juana, también llamado don Alonso de Cárdenas, I conde de la Puebla del Maestre y su esposa doña Elvira de Figueroa, quienes posiblemente ordenaran la decoración de sus paredes, siendo hasta ahora desconocida la mano del maestro que las ejecutó.
Durante el mes de septiembre del pasado año 2023, se inició la restauración de un cuadro retablo existente en la iglesia de Santiago, dedicado a san Juan Nepomuceno, santo checo del siglo XIV, obra del artista sevillano, seguidor de Murillo, Bernardo Lorente Germán (1680-1759), firmado y fechado en 1749. Esta tela está encajada en un fastuoso marco dorado y policromado de estilo barroco. La intervención fue encargada por la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura, a la empresa «UFFIZZI, Conservación y restauración de bienes culturales». Las encargadas de la recuperación de las imágenes son las restauradoras María Luisa López, María Rey y Esther Castro.
Escondidas bajo capas de cal
Al separar el cuadro retablo de la pared aparecieron bajo unas capas de cal unas magníficas pinturas murales, cuya autoría por ahora desconocemos, en ellas que se utilizó pan de oro, señal inequívoca de que los mecenas que las encargaron tenían un elevado poder económico. Los especialistas las han datado sobre la primera mitad del siglo XVI, coincidiendo con la culminación de la última fase de construcción de la iglesia, y las consideran de una calidad pictórica enorme, además de únicas, por su elevado nivel de ejecución.
Los frescos recuperados están encuadrados en un supuesto retablo formado por una calle central flanqueada por dos laterales, y en la iconografía que se nos presenta destacan: la presencia de santa Ana y su hija la Virgen María que lleva al Niño Jesús en su regazo; a su derecha, la Virgen de la Merced que acoge bajo su manto a diversos personajes; le sigue santa Catalina de Alejandría, llevando como atributo del martirio una espada con la que fue decapitada y, a continuación, vemos a un ermitaño que se puede identificar como a San Antón.
A partir de 1919, el que fuera entonces cura párroco de la iglesia fue el autor de la desgraciada idea de dibujar todos los muros interiores del templo, entonces enjalbegados, con una pintura grisácea imitando la piedra sillar.
Arturo Gazul nos decía en 1963 que, durante el proceso de pintura de las paredes, al picar la cal que las cubría, aparecieron: «bellísimos frescos. Probablemente del siglo XVI. El párroco hizo que pintaran encima porque las creía un pegote.» Este hallazgo hizo pensar en la existencia de otras representaciones pictóricas en los muros laterales.
La pésima decoración perpetrada por el párroco, no pasó desapercibida en aquellos momentos para muchos llerenenses, quienes protestaron acaloradamente por tamaño desacierto.
Esperamos que, dada la calidad, la época y la importancia de las imágenes, motiven a la Diócesis de Badajoz, la Diputación Provincial y a nuestra Consejería de Cultura, para que aporten los fondos necesarios y recuperar los frescos del templo. Porque se tiene la certeza, tras varias catas en diversas zonas, que el resto de los muros también están decorados con pinturas murales que pueden ser de similar excelencia.
Toda inversión en recuperar y conservar nuestro rico patrimonio cultural, es aumentar nuestro desarrollo y supone un atractivo para mantener la vida en nuestros pueblos, así como luchar contra la creciente despoblación.