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¿Por qué la J fue la última letra en incorporarse al alfabeto latino moderno?

El abecedario en español, como lo conocemos hoy, cuenta con 27 letras. Sin embargo, esto no siempre fue así, ya que a lo largo de los siglos este ha estado sometido a constante cambio. Por ejemplo, hasta no hace mucho, los dígrafos 'ch' y 'll' se consideraron convencionalmente letras, pero no fue sino hasta el Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española, celebrado en Madrid en 1994, que se acordó reordenar esos dígrafos en el lugar que se le asigna en el alfabeto universal latino. De esta manera, el alfabeto español paso a constar de 27 letras.

La historia de los alfabetos se remonta muy atrás, en el Antiguo Egipto. Alrededor del 3000 a.C. surge el primer alfabeto y, en la actualidad, la mayoría de los alfabetos actuales del mundo descienden de esta raíz, como lo hacen el griego y el latino.

El alfabeto latino que utilizamos actualmente desciende, más cercano en el tiempo, del alfabeto etrusco, que a su vez desciende del alfabeto griego arcaico. El alfabeto latino tiene la particularidad de que a lo largo del tiempo ha añadiendo letras para poder representar más fielmente las lenguas que lo usan y la fonética de las lenguas romances.

Inicialmente, el alfabeto latino arcaico constaba de veinte letras: A, B, C, D, E, F, H, I, K, L, M, N, O, P, Q, R, S, T, V, X. Después del siglo III d.C. se incorporaron tres letras más: G, Y, y Z. Pero, frente al que tenemos en la actualidad, seguían faltando tres letras, una de ellas la 'J'.

En este alfabeto, la letra 'J' no era considerada como una independiente. Era una variante caligráfica de la 'I'. Era usada en la numeración romana al final de un número, es decir, por ejemplo, 'XXIIJ' en vez de 'XXIII'. Luego, en latín y en las lenguas romances, durante la Edad Media, era usada para representar los sonidos /i/, /iː/ y /j/.

La 'J' comenzó a tener un uso distintivo en el alto alemán medio, pero no fue sino hasta el siglo XVI cuando esta se empezó a considerar como una letra independiente. El gramático Gian Giorgio Trissino fue fundamental en esta distinción. Fue él el que primero distinguió la 'I' y la 'J' como distintas letras con distintos sonidos, en su Epístola de Trissino sobre las letras nuevamente agregadas en la lengua italiana de 1524.

A pesar de que Trissino fue pionero en esta distinción, la incorporación de esta letra no se hizo sino mucho después. La 'J' fue la última letra en incorporarse al alfabeto latino, y esto se logró también con el apoyo del humanista francés Pierre de la Ramée, que al igual que Trissino, reconoció la diferencia en el valor fonético.

El nombre que se le adjudicó «jota» proviene de latín Iōta, que a su vez es el nombre de la letra griega de la que procede.

La letra 'J', sin embargo, tiene historias distintas en cada lengua derivada del latín, ya que su pronunciación es distinta a la del español en idiomas como el portugués, el francés o el catalán.

La 'J' también compitió con algunas otras letras, como es el caso de la G y la X. Todavía se ven algunos arcaísmos donde se usa la 'X' en lugar de la 'J'. Por ejemplo, algunas ediciones del Quijote están escritas como «Don Quixote». También se ve en palabras como México, Oaxaca o Ximena.

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