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Chesterton, en su estudio de trabajo

Chesterton, en su estudio de trabajoWikipedia

El Debate de las Ideas

Discutiendo con Chesterton

La diferencia entre una discusión y una pelea es la diferencia entre el cielo y el infierno

Una de mis máximas favoritas, que he adoptado como lema personal y he asumido como guía moral, la escribió G.K. Chesterton. Aparece en su autobiografía y se refiere a la relación de Chesterton con su hermano. «Siempre estábamos discutiendo», escribió Gilbert en referencia a Cecil, «pero nunca nos peleábamos».

La diferencia entre una discusión y una pelea es la diferencia entre el cielo y el infierno. Una discusión sobre algo es la expresión de una línea de razonamiento en apoyo de una proposición. La palabra tiene su raíz en el latín arguere, que significa aclarar, dar a conocer o probar. Es el ejercicio de la razón en busca de la verdad. Una discusión con alguien es la expresión de líneas de razonamientos contrarias o divergentes en apoyo de una proposición o para rebatirla. Una verdadera discusión se pone siempre al servicio de la verdad que está buscando y se rige por los principios de claridad y caridad. Es la unión de la razón y el amor.

Una pelea, en cambio, se caracteriza por la animosidad y la belicosidad, ambas contrarias a la práctica del amor y la razón. Por eso debemos discutir siempre, pero nunca pelearnos.

Siguiendo este principio, hace tiempo que tengo el deseo de escribir un libro titulado «Discutiendo con gigantes», en el que tendría la temeridad de intentar discrepar con quienes sé que son mejores que yo. Con este espíritu me atrevo a entablar una discusión con el propio Chesterton, confiando en que nunca se convierta en una pelea.

En su maravilloso libro Ortodoxia, en el capítulo titulado «La ética del país de los elfos», Chesterton parece ser menos coherente de lo que es habitual en él cuando habla de la «lección caballeresca» que enseña el cuento de hadas «Jack, el matagigantes»:

«Está la lección caballeresca de «Jack el matagigantes»: que hay que matar a los gigantes porque son gigantes. Es un motín viril contra el orgullo como tal. Porque el rebelde es más antiguo que todos los reinos, y el jacobino tiene más tradición que el jacobita».

Esta afirmación me resulta problemática en varios sentidos. En primer lugar, parece un poco duro sugerir que hay que matar a los gigantes por el mero hecho de serlo. Hay que resistirse a ellos e incluso matarlos, si es necesario, cuando utilizan su tamaño para tiranizar a los que son más pequeños y débiles que ellos. Cuando los gigantes se convierten en tiranos, hay que combatirlos. Jack tiene el mismo deber caballeresco de defender a los débiles frente a la maldad del gigante como el que tiene San Jorge de defender a la princesa de las malignas garras del dragón. Pero el santo no mata al dragón por su tamaño, sino por su maldad; el santo y el caballero tienen el solemne deber de proteger a los débiles amenazados por los malvados, no de matar gigantes por el mero hecho de que sean gigantescos.

Sin embargo, esta objeción al razonamiento de Chesterton no aborda el aspecto más problemático del pasaje que he citado. ¿Qué pensar, por ejemplo, de la aparente sugerencia de que Jack y los jacobinos están unidos en «un motín viril contra el orgullo como tal»? Los jacobinos, los más extremistas de los revolucionarios franceses, fueron responsables del reino del Terror que siguió a la Revolución y en el que miles de personas fueron ejecutadas por el mero hecho de ser ricas o religiosas. Los jacobinos eran ateos cuya guerra contra la Iglesia no era «un motín viril contra el orgullo», sino un motín orgulloso contra Dios. Los jacobinos se convirtieron, colectivamente, en el gigante malvado que aterrorizaba a los débiles mediante el uso del poder bruto. Frente a semejante gigante tiránico, los campesinos de la Vendée se alzaron, como Jack el matagigantes, en un verdadero «motín viril» o cruzada caballeresca contra el orgullo ateo de los jacobinos. El levantamiento de la Vendée fue sofocado con brutalidad genocida, el gigante jacobino derrotó al valiente pero relativamente impotente Jack. En el caso de la Vendée, los campesinos caballerosos y desamparados fueron asesinados y aquellos cruzados fueron crucificados como el Dios por el que luchaban.

En cuanto a la afirmación de Chesterton de que «el rebelde es más antiguo que todos los reinos, y el jacobino tiene más tradición que el jacobita», podríamos conceder que el espíritu de rebelión se remonta, en efecto, al alba de los tiempos. Se remonta a la primera rebelión de nuestros primeros padres. De hecho, si hemos de decir toda la verdad, el espíritu de rebelión se remonta incluso más atrás que al alba de los tiempos. Tiene su raíz en aquella rebelión diabólica primigenia que condujo a la caída de Lucifer. Y sin embargo, a pesar del pedigrí antediluviano y prelapsario de la rebelión, la simple verdad es que no es cierto que «el rebelde es más antiguo que todos los reinos». ¿Es necesario recordar a Chesterton y a nosotros mismos que los primeros rebeldes se rebelaron contra el Reino de Dios?

  • Joseph Pearce, publicado originalmente en The Imaginative Conservative
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