Urtasun y la perversión del lenguaje que pretende convertir la cultura en tortura
Un presidente del Gobierno dijo que Otegi era un hombre de paz. Son los mismos pervertidores del lenguaje que llaman tortura a la cultura
El ministro de Cultura se ha atrevido a eliminar el Premio Nacional de Tauromaquia, pero no se ha atrevido a decir expresamente que la tauromaquia no es cultura sino «solo» tácitamente llamándola tortura. La «tortura animal» de Urtasun al referirse a la tauromaquia es el «fascismo» referido a todo lo que contradice a este Gobierno. En un tiempo pasado un presidente del Gobierno dijo que Otegi era un hombre de paz. Y los mismos siguen diciéndolo en la completa perversión del lenguaje.
Un perro hambriento
El ministro pervierte el lenguaje, pero se cuida de decir que los toros no son cultura. No dice que no sean cultura, pero sí dice que son tortura. Se supone que la tortura no es cultura, pero en 2007 el artista costarricense Habacuc fue el autor de una «performance» que supuestamente consistía en dejar morir a un perro de inanición delante de los espectadores. Y la «performance», según los nuevos «usos» culturales, está por todas partes.
La «performance» donde se expone a un perro hambriento (dicen que terminó huyendo) es cultura y no es tortura. El artista Chris Burden le pidió a un amigo que le disparara con un rifle mientras él se quedaba quieto contra la pared de una galería de arte. «En este instante, yo era una escultura», dijo. La premio Príncipe de Asturias Marina Abramovich dejó cuchillos y otros objetos, hasta una pistola, para que los visitantes de su «performance» los usaran sobre su cuerpo, que terminó maltratado y herido. La cortaron, la golpearon e incluso la apuntaron con la pistola.
La puerilidad del gobernante
Ningún gobernante calificó estas «expresiones culturales» de «tortura». Sin embargo, un ministro de Cultura, cuya condición antitaurina debiera ser íntima y personal ha llamado «tortura» a una cultura reconocida y patente para suprimir un premio gubernamental. La prohibición como el decreto: la imposición sobre la libertad con la perversión del lenguaje como instrumento.
No se cambia el significado de las cosas por cambiarles el nombre. En realidad, lo que hace esta práctica, tan extendida en la sociedad actual, por supuesto también institucionalmente, es únicamente tapar una realidad cuando la nomenclatura no va acompañada de la verdad.
La pueril treta de Urtasun (miembro de un partido llamado se diría que perversamente Sumar) no es nada más que lo superficial de adaptar los términos, el lenguaje, por sectarismo, a la ideología en este caso, al interés de acabar con los toros porque no le gustan: la puerilidad del gobernante extendida a todos los ámbitos, incluido el más importante, el del lenguaje, que lo admite todo, desde que Otegi es un hombre de paz hasta que la cultura es tortura.