Esperando al toro que «se deja»
Sólo Talavante corta una oreja benévola en una tarde con toros de mucho peso y poca casta
Llegamos ya al meollo de la Feria, en esta tercera semana. Desde este miércoles hasta el sábado, van a desfilar por este ruedo buena parte de las figuras. Los carteles de «No hay billetes» se han sucedido y van a continuar. Ya está logrado el éxito de público y de atención general a la Fiesta: ¡gracias, ministros Urtasun y Óscar Puente! Falta todavía el zambombazo artístico, el gran éxito que sea portada de los periódicos de información general.
Un encierro de Juan Pedro Domecq, elegido por las figuras, es siempre una incógnita: ¿serán los «toros artistas» que facilitan su éxito o los que enfadan al público, por su falta de fuerza y casta? En esta misma temporada, ¿saldrán como los de Valencia o los de Sevilla?
Se preguntan algunos cómo son posibles estos dos polos. No es difícil responder: buscando el toro que «se deja» (¡horrible palabro!) es muy fácil pasarse. Los diestros siempre confían en que un toro, al menos, «sirva» (¡otro horrible palabro!). Si no les toca ninguno de ésos, harán un mohín, le echarán la culpa a los toros y se irán tan tranquilos: hasta la próxima.
Esta tarde, Óscar Puente comprobaría, una vez más, que la Fiesta es absolutamente irrelevante: en Las Ventas, no cabe un alfiler. Los toros de Juan Pedro bordean o rebasan los 600 kilos pero tienen poca casta. Los tres diestros esperan que alguno de los toros «se deje» y eso sucede sólo en el quinto, al que Talavante corta una benévola oreja, después de una faena ligerita y una estocada caída. Morante sigue sin salir de su desánimo. Aguado sólo esboza detalles estéticos.
Los primeros olés de la tarde los suscita la lidia de Curro Javier a un buen mozo que sale suelto, hace pobre pelea en varas. Morante sólo ha esbozado una verónica de manos altas. Le gana bien la cara Ferreira, con los palos. Morante empieza muy bien, con gusto y empaque; en un momento de apuro, se zafa con un garboso molinete. En cuanto el toro le aprieta, por alto, desiste: la bronca es épica y merecida. Mata muy mal, desde muy lejos: tres pinchazos y descabello. No ha querido ni verlo. ¿Tan malo era el toro? No hemos podido comprobarlo.
No le salen limpios los lances de recibo al cuarto, que cumple en el caballo. (Morante sigue sin lucirse con el capote, salvo en el quite del perdón al tercero). Talavante se despista, sin colocarse, en banderillas. Morante sabe muy bien lo que hace. Inicia muletazos de categoría pero le cuesta mucho rematarlos bien, muy pocos le salen limpios. Parece estar muy frágil de ánimo. Surge la división. Muy pronto, desiste. Entra a matar huyendo; con habilidad, lo caza a la segunda: nueva decepción.
En su primera tarde, Talavante cortó una orejita, de la que casi ya no nos acordamos, a un toro de El Puerto. No es suficiente para justificar que sea el que más tardes actúa, en San Isidro. Al segundo, muy largo, lo recibe con vistosos lances, aclamados, por contraste con la abulia de Morante, aunque mezclarlos con chicuelinas es un recurso barato. El toro protesta en varas, se va suelto, puntea en los intentos de verónicas de Aguado, se duele en banderillas. Lo llama Talavante desde el centro de rodillas: al lado de Morante, parece un héroe, pero el toro corta un poco, los naturales no salen limpios y la faena se diluye, entre los enganchones y el conformismo. Segunda decepción de la tarde. Mata sin estrecharse, a la tercera: un triste silencio.
El quinto, muy largo, con 672 kilos, embiste de salida sin maldad pero sin codicia, sale con la cara alta, se va. Le pegan fuete en el segundo puyazo. Talavante ni intenta usar el capote. Empieza con estatuarios, dejándole pasar, sin más. Dibuja naturales fáciles, intercala una arrucina. A pesar de sus kilos, el toro es muy obediente, le deja hacer lo que quiera, incluidos sus extravagantes adornos. Algunos piden música: así es el público de esta tarde… Concluye con derechazos genuflexos, pases de pecho y del desprecio: todos ellos, mirando al tendido: algunos llaman a esto su «magia»; a mí me parece simplemente muy feo. Mata caído: oreja con protestas y aplausos al nobilísimo toro. Detrás de mí: sentencian: «Muy barata la oreja».
De la pareja de artistas sevillanos que tanto nos ilusionaron. Aguado se ha quedado claramente por detrás de Ortega: suele contentarse con unos lances pausados, si el toro se lo permite; una faena completa parece un sueño imposible. Esboza en el cuarto unas verónicas mecidas, que concluyen con desarme. La lidia es desordenada. Derriba el toro al caballo en la primera vara, luego empuja mejor pero flaquea. Pitan que salga Morante a hacer el quite pero dibuja unas verónicas magistrales. Replica Aguado por chicuelinas ligeritas. Una banderilla queda muy baja. Aguado muletea compuesto, con más estética que mando. Suenen olés como si estuviéramos viendo la octava maravilla. El toro sale con la cara alta, desentendido: no hay ligazón ni mando, sólo algunas posturas estéticas. La res acaba huyendo a chiqueros, donde siempre quiso ir. Mata y descabella mal: aviso. Tercera decepción de la tarde.
Recibe al último con verónicas suaves, componiendo la figura. El toro le busca las vueltas al caballo, apenas le pican, en varias entradas, humilla : otro toro que «se deja». Aguado dibuja pases como si fuera al carretón pero manda poco; así, en cuanto el toro saca alguna dificultad... Todo se queda en pruebas y dudas. Vuelve a matar mal.
Le echarán la culpa algunos a que los toros tenían cinco años y a que pesaban demasiado. La verdad es que ninguno ha sacado malas intenciones pero les ha faltado casta. Está clarísimo que el peso importa poco, la tablilla desorienta al público. Pregúntenle a cualquier torero si prefiere que le toque una mole obediente, como el quinto de esta tarde, o una polvorilla incansable, como el fiero «Bastonito», con el que mantuvo una heroica pelea César Rincón. La duda ofende.
También les ha faltado casta, esta tarde, a los diestros. Morante no sale de su desánimo. Talavante se queda en lo vistoso, sin más compromiso, sin más autoexigencia: si eso le da buenos réditos… A Aguado le falta mando para consolidar su estética.
El toreo clásico se basaba en darle a cada toro su lidia, la adecuada a sus condiciones. Ahora, las figuras se dedican a esperar a que salga el toro que «se deja»: horrible palabra y más horrible concepto. Si el público fácil que abarrota las Ventas se lo consiente, ¿para qué van a esforzarse más? Estamos –no lo olviden– en la España en la que muchos siguen votando a un político que no para de mentirles…
POSTDATA: Malísima noticia es la prohibición de los toros en Colombia, una nación con tanta tradición taurina. Cualquier aficionado recuerda varias Plazas: Santa María de Bogotá, Cali, Medellín, Manizales, Cartagena… Ya hubo fiestas de toros para celebrar la independencia de la nación. En 1814, despertó allí pasiones Manuel Bienvenida. César Rincón ha sido una grandiosa figura del toreo. También han sido importantes otros diestros colombianos: Pepe Cáceres, Joselillo de Colombia, Óscar Cruz, El Puno, El Cali… Hace poco, ha causado buena impresión en Las Ventas Juan de Castilla. Un caso singular: el matrimonio formado por El Colombiano y Morenita de Quindío: torero, él, y torera, ella, que se fotografiaban juntos, vestidos de luces, en el patio de cuadrillas. Y grandes aficionados han sido figuras universales como Fernando Botero y Gabriel García Márquez. ¿Cómo se ha llegado a esta prohibición? La respuesta es fácil: el enorme riesgo que tiene el populismo de extrema izquierda. ¿Les suena?
FICHA
- Madrid. Feria de San Isidro. Miércoles 29 de mayo. «No hay billetes». Toros de Juan Pedro Domecq, con muchos kilos pero poca casta brava, sin grandes dificultades; muy obediente, el quinto.
- MORANTE DE LA PUEBLA, de tabaco y oro, 3 feos pinchazos y descabellos (bronca). En el cuarto, pinchazo y estocada (pitos).
- ALEJANDO TALAVANTE, de blanco y oro, dos pinchazos, estocada y descabello (silencio). En el quinto, estocada baja (oreja con protestas).
- PABLO AGUADO, de verde y oro, dos pinchazos, estocada y descabello (aviso, silencio). En el sexto, pinchazo y estocada (silencio).