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19 de septiembre de 2024

El escritor Juan Marsé

El escritor Juan Marsé©KORPA

Cuatro años sin Juan Marsé, el Cervantes siempre enfadado que se reía de Puigdemont

El escritor barcelonés, autor de Últimas noches con Teresa o Si te dicen que caí, sería hoy un inclasificable personaje de una vieja izquierda que no se reconoce en la actual

Siempre se ha dicho que Juan Marsé estaba siempre enfadado. Ganó el Premio Cervantes en 2008, como colofón a una vida de galardones literarios, pero ni siquiera eso le quitó del fastidio permanente que emanaba. En aquellos tiempos de cuando recibió el mayor reconocimiento de las letras españolas, decía cosas como que la Transición se hizo mal.

Ser un estupendo escritor no le libra a uno de describir, encastillado en una idea, la gran reconciliación democrática española como un error, pero el ojo de cada uno es el ojo de cada uno, y el de Marsé observaba bien y expresaba mejor, aunque puede que partiendo de concepciones recalcitrantes, como los restos adheridos de una sartén vieja. Igual por eso Marsé estaba siempre enfadado de sentir el fondo sucio, sin saber muy bien por qué. Pero cuando pensaba y decía todas esas cosas ya era mayorcito, y algunos con esas cosas hoy le tendrían que adorar y sin embargo no lo hacen. ¿Acaso no haría aquello las delicias de Urtasun?

Juan Marsé junto a los Reyes en el Premio Cervantes 2008

Juan Marsé junto a los Reyes en el Premio Cervantes 2008GTRES

Se relamería el ministro de Cultura. Había un cabreo notable ahí, iracundo. Y la ira, como dicen los estoicos, es el dominio de la emoción por encima de la razón. Eso era lo que pensaba Marsé (que fue comunista arrepentido), ya bien entrado el XXI. Juan Marsé fue un niño al que su padre dio en adopción nada más nacer con su madre muerta. Más motivos para enfurruñarse, o no.

Escribió muy bien sobre los cuarenta que se le habían quedado dentro, también para lo malo, como los odios patológicos, ese anticlericalismo personal, caprichoso, irracional si no se mira en el mismo sentido (y Marsé por ahí no miraba) al otro lado, cuando se desequilibraba la balanza. ¿Estaba perdido por dentro Marsé? ¿Anclado en consignas pegadas al recuerdo? A Urtasun y a tantos otros les daría vueltas la cabeza después de saber todo eso de Marsé y descubrir después que le parecían «estúpidos e imbéciles inmensos» los independentistas, con Torra y Puigdemont a la cabeza.

Juan Marsé en 1993

Juan Marsé en 1993GTRES

Hoy todo casa en un bloque, la ideología hoy son bloques sin matices como los edificios de aquellas viviendas barcelonesas de la posguerra por donde jugaba el niño Marsé. Le caía bien Baltasar Garzón, pero era porque se metía con Franco después de muerto, tal era el rencor malsano del escritor. Más allá de residuos atávicos, la realidad sin pasado del independentismo se le aparecía con claridad y sin prejuicios. Contó que le llamaron varias veces de TV3 para hacerle una entrevista y él siempre les decía: «¿En qué sección aparecerá?». Y le contestaban: «En la de cultura». Y entonces él decía: «¿TV3 y cultura? Imposible».

Juan Marsé estaba siempre enfadado y escribía en español. Un escritor catalán que escribía en español (y muchos catalanes le odiaban por ello e institucionalmente le ningunearon como representante esquivo de la divina Escuela de Barcelona), odiaba a Franco y a la Iglesia, perseguía la memoria por esa parte, le caía bien Baltasar Garzón porque le seguía el juego (respecto a Franco) que llevaba retorcido por dentro, estaba en contra del procés y convencido del fracaso definitivo del mismo. También odiaba a los políticos, sin distinción. Demasiado especial, inclasificable, para estos tiempos clasificados. Quizá todo lo suyo fue ser, después de todo y lejos de clasificaciones, aquel Pijoaparte enamorado de Teresa o, como dijo en el discurso del Cervantes: «un amante incondicional de la fabulación» aparentemente enfadado con todo el mundo y no solo con Franco.

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