Almodóvar o el ejemplo de la sumisión cultural de la derecha a la izquierda
Almodóvar ha rodado la mayoría de sus películas en Madrid, poniéndola en el escaparate, y sin embargo se ha pasado todo este tiempo de rodajes poniendo a parir al Gobierno que le homenajea
No se recuerda ningún reconocimiento de ningún Gobierno de izquierdas a ninguna figura cultural cercana a la derecha. Es lo que ahora se llama «cancelación», que es lo que toda la vida ha hecho el progresismo. Pemán, un gran poeta, era el poeta del régimen franquista, como Luis Rosales o como Leopoldo Panero. Los artistas que sobreviven en el imaginario español son los que quiso la izquierda o los que por su trascendencia internacional no pudieron silenciar con su sectarismo los autores del relato, en este caso cultural.
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Ese relato, precisamente, está tan incrustado en la sociedad que es difícil sacarlo o, al menos, actualizarlo en los casos que corresponda. A Pedro Almodóvar la Comunidad de Madrid, gobernada por el PP, uno de las obsesiones negativas del director manchego, le ha montado un homenaje con forma de recorrido por los lugares emblemáticos de la capital que han aparecido en sus películas. Almodóvar habrá rodado la mayoría de sus películas en Madrid, poniendo a la ciudad en el escaparate, y sin embargo se ha pasado todo este tiempo de rodajes, desde que decía que iba ser mamá en la Movida de los 80, poniéndola a parir no per se, sino porque estaba gobernada por quienes él no quiere que gobiernen.
El asunto tiene su miga porque es indudable que Almodóvar es un director con una gran carrera y con un gran prestigio (otro aspecto son los gustos de cada uno), colmado de premios y de reconocimientos, que el Gobierno de su ciudad adoptiva reconoce sin los sectarismos que el director utiliza a discreción contra él, en todos los ámbitos, para hacer todo lo posible para que aquellos que le reconocen sin rencores ideológicos se marchen, para que en su lugar estén los suyos. Cualquiera un poco enfadado por la mala educación (el título de una de sus películas) almodovariana hubiera enviado el recorrido por las localizaciones adonde aquellos tacones: lejanos.
Pero la derecha, en este caso y en todos los demás (cuando lo hace Vox sin disimulo, al contrario que ellos, se ponen como basiliscos y se ponen a invocar a Franco casi con vudú), sigue erre que erre, como Paco Martínez Soria. La derecha, en un caso de censura al revés como es este, en este chantaje cultural, es como Paco Martínez Soria en sus películas, ese personaje para el que la ciudad no es para él, El alegre divorciado, El calzonazos, y así. Esa derecha es un chiste y la izquierda almodovariana se ríe de ella.
Y no solo se ríe, sino que la ataca. Sin piedad. No habrán visto a la derecha temerosa hacer el más mínimo desaire a la «cultura» española, que tan bien representa Almodóvar. Y cuando se ha hecho en algunos mínimos casos (véase Vox) se ha armado la zapatiesta, que es una palabra muy de película de Paco Martínez Soria, con todos los respetos y la admiración a don Francisco. Manifestación por la Sanidad pública madrileña (no manchega, ni catalana): ahí está Almodóvar y su troupe; manifestación por la educación pública madrileña (no manchega, ni catalana): ahí están otra vez; manifestación por la libertad de expresión madrileña (no, sobre todo, la catalana): ahí estarían los primeros con sus lemas, sus pancartas y sus camisetas promocionales.
Un dato impresionante y un artículo para saltar de la impresión es cuando Almodóvar confesó en dicha pieza haber llorado después de haber leído la famosa carta a la ciudadanía de Pedro Sánchez, enviada desde el extranjero, donde estaba rodando, en la que terminaba diciendo que su corazón estaba con el presidente y con su familia. Los tacones no es que sean lejanos, sino que se han ido hasta con Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, los y las ministeriales por las que Almodóvar y sus chicos y chicas claman y lloran, haciendo gala de una sensibilidad fingida, mientras con su otra cara parecen los dóberman aquellos con los que comparaban los de González a los de Aznar en aquel vídeo electoral que marcó mucho más de lo que se pensaba.