Rafael de Ory, hispanista y experto en leyenda negra
«Utilizar los museos nacionales para imponer un discurso político es una pésima idea»
Rafel de Ory, autor de España, el aliado decisivo (Ed. Altera), destaca que España nunca tuvo colonias, por lo que difícilmente puede haber un marco colonial que desmantelar en los museos nacionales
Rafael de Ory Cristelly es uno de los mayores expertos en el papel esencial que jugó España en la guerra de independencia de Estados Unidos.
Sin la intervención decisiva de Carlos III como aliado de las Trece Colonias frente a Gran Bretaña, es probable que la independencia de Estados Unidos, en el momento y forma en que se produjo, nunca hubiera tenido lugar, defiende.
El Debate conversa con él sobre su último libro, España, el aliado decisivo (Ed. Altera), y sobre la moda de la descolonización esgrimida por un gobierno de España entregado a la leyenda negra.
—Hablemos de su libro, España el aliado decisivo, un ensayo sobre la participación decisiva de España en la guerra de independencia de Estados Unidos. ¿Nos deben los estadounidenses su independencia a los españoles?
—La tesis del libro, que confío mis lectores encontrarán suficientemente probada y documentada, puede resumirse de la siguiente forma:
Sin la intervención española, y francesa, la independencia norteamericana habría sido diferente
Los Estados Unidos de Norteamérica deben su independencia de la corona británica en gran medida al Reino de España y sin su contribución —financiera, material, logística y militar— es muy posible que dicha independencia no hubiera sido posible, al menos no en la forma y en el tiempo que finalmente tuvo lugar.
Sin la intervención española, y francesa, la independencia norteamericana habría sido diferente y la nación que hubiera nacido –con toda seguridad mucho más tarde– habría sido muy distinta.
—Echando un vistazo a nuestras relaciones históricas con Estados Unidos, no parece que los estadounidenses se sientan muy agradecidos con nosotros por nuestra ayuda. Me refiero a la leyenda negra alimentada en gran parte desde Estados Unidos (además de Reino Unido, Francia o los Países Bajos) y a la guerra de Cuba de 1898.
—George Washington en particular, y la administración americana de la época en general, tuvieron importantes gestos de reconocimiento a la decisiva ayuda española a la Independencia de las Trece Colonias, reconocimiento que estuvo especialmente personalizado en el monarca español Carlos III y en el gobernador de La Luisiana, y posterior Virrey de Nueva España, Bernardo de Gálvez.
La contribución española a la independencia de EE.UU. ha sido ignorada durante los últimos 240 años
La realidad es que esta contribución española ha sido prácticamente ignorada durante los últimos 240 años, por razones que quedan recogidas en el libro, y es solo ahora que el decisivo papel de España en la Guerra de Independencia Americana empieza a surgir en la conciencia nacional de los estadounidenses
Como buen ejemplo de este reciente cambio de actitud, el Senado Norteamericano concedió en diciembre 2014 la Ciudadanía Honorífica a Bernardo de Gálvez por su decisiva contribución a la Guerra de la Independencia de los Estados Unids. Este importante reconocimiento, que había sido concedido con anterioridad en solo 7 ocasiones, lo ostentan figuras históricas de la talla de Winston Churchill, el francés Marqués de Lafayette o la Madre Teresa de Calcuta.
—Hoy España parece una potencia de tercera hundida en la irrelevancia geopolítica, pero durante siglos fuimos la gran potencia mundial. ¿Qué nos ha pasado?
—Importante pregunta cuya compleja respuesta trataré de resumir dentro de las lógicas limitaciones de espacio de esta entrevista y que, en cualquier caso, deberá hacer referencia a las dos Españas que integraban el Imperio español cuando comienza su declive a principios del siglo XIX: la España europea o peninsular y la España americana.
Las guerras mundiales y la guerra civil española contribuyeron al alejamiento de España de los planos internacionales
En lo que a la España peninsular se refiere el declive político y económico comienza con la delegación de poder de Carlos IV (que había llegado al trono poco antes del estallido de la Revolución Francesa) en su valido Manuel Godoy y se acentúa con la derrota de Trafalgar a manos de los británicos y la creciente injerencia napoleónica en los asuntos internos españoles que culminaría con la invasión francesa de la práctica totalidad del territorio español peninsular que, a su vez, desencadenaría la emancipación de la España americana.
Las sucesivas guerras europea y mundial y la guerra civil española, con su enorme desgaste económico y social, contribuyeron al alejamiento de España de los planos internacionales durante años.
El caso de la España americana es diferente. Cuando alrededor de 1810 comienza la emancipación de los territorios americanos, la España Virreinal gozaba de autonomía y prosperidad fruto de una cultura común, de un espacio económico unido con políticas de solidaridad entre territorios, de una moneda única global, de un mismo idioma y con acceso privilegiado al pujante comercio asiático.
El supuesto memorial de agravios de los territorios americanos contra la España peninsular es una falacia histórica
La antes mencionada invasión francesa de la península ibérica es aprovechada por un sector de la población criolla para embarcarse, con inspiración, apoyo y financiación británicos, en una mal llamada guerra de independencia que resultaría en el nacimiento de una veintena de republicas que nacieron ya gravemente endeudadas y a las que les llevaría más de un siglo en recuperar los niveles de renta parecidos a los de antes de la emancipación.
A diferencia del caso de las Trece Colonias británicas, el supuesto memorial de agravios de los territorios americanos contra la España peninsular es una falacia histórica. ‘Las naciones criollas agraviadas llamadas a existir’ es un mito fundacional creado para de alguna manera justificar la separación de la España peninsular y la división de la España americana en la citada veintena de republicas que inmediatamente pasaron a ser, y continúan siéndolo, vasallos económicos de Gran Bretaña y Estados Unidos a los que nunca les interesó la creación al sur del Río Grande de Estados hispanos fuertes, estables y política y económicamente viables.
Tanto Francia como Gran Bretaña han desempeñado pues un papel decisivo en el declive del imperio español, aunque partiendo, eso sí, de posiciones diferentes: Francia como supuestos aliados y Gran Bretaña como tradicionales enemigos.
Como acertadamente resumió el Conde de Aranda, embajador de España en Francia durante la guerra de la independencia norteamericana: «Siempre he considerado a los ingleses nuestros mayores enemigos… y a los franceses nuestros peores amigos».
España ocupa hoy en el escenario geopolítico un lugar razonablemente acorde con su peso político y económico
Habiendo dicho esto, España ocupa hoy día en el escenario geopolítico mundial un lugar razonablemente acorde con el peso político y económico real de nuestro país. En el ranking mundial de las economías España ocupa el puesto 15 por su PIB y el 5.º en Europa tras Alemania, Gran Bretaña Francia e Italia.
Es líder mundial en sectores tan importantes como energías renovables, infraestructuras ferroviarias de gran velocidad, empresas de ingeniería y textiles, producción editorial y turismo. Y es ampliamente reconocida como unos de los países con mejor calidad de vida del planeta.
Quizás sea oportuno cerrar la respuesta a esta pregunta reproduciendo un párrafo del artículo Líderes de M. Vicent que, aunque publicado en 2018, creo que se mantiene de actualidad: «…en realidad existen dos Españas, no la de derechas o de izquierdas, sino la de los políticos nefastos y líderes de opinión bocazas que gritan, crispan, se insultan y chapotean en el estercolero y la de los ciudadanos con talento que cumplen con su deber, trabajan y callan».
—En medio de este auge de la leyenda negra antiespañola, tanto dentro como fuera de España, ¿hay motivos para que los españoles nos sintamos orgullosos de nuestro legado histórico?
—Sin ánimo de exagerar, creo que, con sus luces y sus sombras, que también las hubo, el legado histórico de España no tiene parangón en la historia de la humanidad y nos da motivos más que suficientes para que nos sintamos orgullosos del mismo.
—¿A qué atribuye la ofensiva antiespañola que en los últimos años se está produciendo en el ámbito del discurso histórico y la producción cultural?
—En general, la leyenda negra antiespañola ha gozado siempre de buena salud, aunque se puedan observar repuntes de la misma cuando en algunos países se intenta desviar la atención sobre ciertos problemas domésticos tratando de culpar de los mismos a los españoles.
Un buen ejemplo son los actos vandálicos últimamente perpetrados en Norteamérica, especialmente en California, contra símbolos del legado hispano como Fray Junípero Serra por, según sus impulsores, recordar el genocidio indígena.
La práctica totalidad de los indios californianos fueron exterminados después de su incorporación a EE.UU.
Y es particularmente irónico que muchas de estas manifestaciones estén teniendo lugar precisamente en California porque, en efecto, hubo genocidio indígena. La práctica totalidad de los indios californianos fueron exterminados. Pero no durante el periodo de soberanía española sino en un plazo de 50 años en pleno siglo XIX, durante la fiebre del oro y después (recalco: después) de su incorporación a los Estados Unidos.
En mi opinión, estaríamos ante una cuidadosa puesta en escena, ante una hábil maniobra de distracción con el montaje de un relato encaminado a desviar la atención de los verdaderos responsables del exterminio indio en Norteamérica.
—¿Cree que esta ofensiva antiespañola puede perjudicar a la cercanía social y cultural con Hispanoamérica?
—Es indudable que no ayuda en absoluto, no solo en nuestras relaciones con Hispanoamérica, sino también a nuestra reputación e imagen en la comunidad internacional y a nuestra propia autoestima dada la inclinación que algunos españoles tienen a darle crédito a estas leyendas antiespañolas.
—El ministro español de Cultura, Ernest Urtasun, se ha embarcado en un proyecto de descolonización de los museos españoles. ¿Tiene algún sentido un proceso de descolonización en un país que no ha tenido colonias?
—Una primera e importante observación: considero que utilizar la cultura como herramienta ideológica y los museos nacionales como vehículo para imponer un discurso político es una pésima idea.
El imperio español nunca tuvo colonias sino ‘reinos’, ‘provincias’ o ‘territorios de ultramar’
Dejando a un lado una serie de pomposos y vacíos términos («inercias de género o etnocéntricas», «visión lastrada del patrimonio») el Sr. Urtasun habla de «una revisión de las pinacotecas estatales (…) que permitan superar el marco colonial».
¿A qué marco colonial se está refiriendo? El imperio español nunca tuvo colonias, sino ‘reinos’, ‘provincias’ o ‘territorios de ultramar’ con los mismos derechos y obligaciones que la España peninsular. Y como no tenía colonias, nuestros museos no contienen piezas saqueadas de América (lo que no es necesariamente el caso de otras famosas instituciones como el British Museum, el Louvre o el Museo de Berlín).
En este contexto se ha especulado con que el Sr. Urtasun se pudiera estar refiriendo a la devolución del Tesoro de los Quimbayas a Colombia. Conviene no olvidar que esta magnífica muestra de arte precolombino llegó a España en 1893, 74 años después de la independencia de Colombia, y fue un regalo del presidente colombiano Carlos Holguín como muestra de gratitud por la mediación española en el conflicto fronterizo entre Colombia y Venezuela.
Llama la atención, por último, que en este contexto el Sr. Urtasun se refiera no a los ‘museos nacionales’ sino a los ‘museos estatales’ quizás sugiriendo la idea del uso de los museos como instituciones patrimoniales.
—¿Cómo desmontar las falacias de la descolonización?
—Creo que la manera más inteligente, posiblemente la única, de responder a aquellos que atacan lo que sentimos como propio es profundizando en su conocimiento y poniendo a disposición de nuestros críticos datos contrastados en un intento de evitar que confundan la parte con el todo y recordándoles que el enjuiciamiento de hechos históricos como los que nos ocupan no puede hacerse ignorando el contexto temporal en el que tuvieron lugar.
Solo necesitamos estimular un poco nuestra curiosidad y sentarnos a leer y escuchar lo que a lo largo de los siglos una serie de historiadores y cronistas de prestigio contrastado nos han legado en sus obras y empaparnos de la historia verdadera, la que se basa en un análisis crítico de las fuentes y en una narrativa contrastada.