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Imagen del pensador Jaime Balmes

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El barbero del rey de Suecia

Balmes revisitado

Los «Cuadernos» del Centro de estudios, formación y análisis social (CEFAS) del CEU se han convertido en un referente indispensable del pensamiento conservador español. El cuaderno 9, correspondiente a otoño de 2024, se titula Una visión actual del pensamiento de Jaime Balmes, y es un hito.

El conservadurismo o conservatismo español, como gustan de llamarle en CEFAS, debe reivindicar, junto a los nombres clásicos del pensamiento internacional, a los pensadores propios. Escoger a Jaime Balmes (Vic, 1810-Vic, 1848) es un acierto desde esta coincidencia de principio. El pensador catalán también se preguntaba: «¿Tiene la nación pensamiento propio?» Una respuesta afirmativa sería clave para –otra vez en palabras de Balmes— «fijar los principios sobre los cuales debe establecerse en España un gobierno que ni desprecie lo pasado ni desatienda lo presente ni pierda de vista el provenir». Siendo uno de los elementos del conservadurismo el amor por lo propio y por sus peculiaridades, sin menospreciar ni renunciar a lo ajeno, la reivindicación de un pensamiento español es fundamental. Así lo ha visto Gregorio Luri, que viene recordándonos los grandes nombres del conservadurismo patrio y sus influencias. Para Luri, el heredero indirecto de Balmes ha sido Ángel Herrera, que destacó que «Balmes se situaba en la zona templada donde florece la libertad cristiana».

Nada más natural, por tanto, que el think tank del CEU lo reivindique. Los encargados de hacerlo son José María Alsina, Josep Maria Castellà Andreu, Ernique Martínez, Juan Carlos Valderrama, Armando Pego Puigbó, Jorge Soley y el ya citado Gregorio Luri. El conjunto arroja una luz poderosa y comprehensiva sobre 1) la obra balmesiana, 2) su personalidad y 3) la España de su tiempo, y una luz indirecta e imprescindible sobre 4) la de nuestro tiempo y 5) sobre las posibilidades de nuestro conservatismo.

De Balmes, que, como nos recuerda José María Alsina, es «un autor polifacético: apologista, filósofo, político sociólogo, poeta, matemático, pedagogo y crítico literario», se destaca, sobre todo, su análisis de la realidad social y política y el afán conciliador entre las fuerzas conservadoras, en lo que desgastó su vida. Su empeño por restaurar las heridas de la guerra carlista con un matrimonio entre Isabel II y el conde de Montemolín asombran tanto por su generosidad romántica como por una visión preclara de la necesaria unidad de las fuerzas conservadoras. La división en facciones y antipatías fue y es la máxima debilidad de una postura que, si no se disipase entre el fuego amigo, conectaría naturalmente con el sentir mayoritario de la gente común.

Hay un gozoso vínculo vital entre su catalanidad y su amor por el sentido común y el realismo, como ya destacaron don Marcelino Menéndez Pelayo y Josep Pla. No dejó jamás que una buena teoría le estropease un juicio exacto de las circunstancias. Pero, como subraya un inspirado Juan Carlos Valderrama: «sin el cinismo de quien, consciente de la limitación de todos los juicios humanos, se entrega sin remedio a lo que Weber llamaba la «irracionalidad ética del mundo»».

Los atisbos de su intimidad nos lo hacen amable. Sacerdote de profunda fe y fidelidad al Papa, monárquico de activo patriotismo, también fue fiel a su familia de sangre hasta en los pequeños detalles de cuidado del negocio familiar. Vivió arraigado en su comunidad. Hizo un comentario en el que se reconoce al hombre bueno que vive, aunque defendiendo ideas fuertes y contradictorias, en su pequeña ciudad: «En Vic […] he recibido continuamente, y de hombres de todas opiniones, singulares muestras de afecto y consideración. […] Estoy en buenas relaciones con hombres de todas las opiniones políticas. […] Este es un país donde ignoro que tenga ni un solo enemigo personal […] En un momento de peligro llamaría indistintamente a cualquier puerta, y esto seguro de que se me abrirían todas». Quizá sean las líneas más vívidamente conservadoras de toda su obra. Son un ejemplo de lo que es la comunidad humana, y el cariño vecinal.

El cuaderno no rehúye el problema terminológico y la consiguiente ambigüedad sustantiva que acompañan al término «Conservador». Así se constata que «Balmes ha sido calificado como un conservador liberal; sin embargo, sus críticas al liberalismo y al conservadurismo o moderantismo son radicales». En realidad, habría que cambiar el «sin embargo» por un «en consecuencia». Parte esencial del trabajo del intelectual conservador es advertir de las falsificaciones y las adulteraciones del concepto; y, además, sufrirlas. Balmes mismo, tan ejemplar, terminó recibiendo por parte de algunos la tacha de liberal al final de sus días.

Armando Pego Puigbó da la clave última y doble de la importancia de este cuaderno nº9: «La renovación del conservadurismo español también pasa no solamente por acudir a la obra de Balmes como si se tratase de un baúl del que rescatar ideas, intuiciones o hábitos, tan necesarios y fecundos por otra parte, sino por atreverse a mediar las exigencias de nuestro tiempo con la libertad con que él ensayó…». Alentados por tanta libertad, aplicaremos un barbero más osado aún que de costumbre. Recogeremos las citas de sus diversos autores, poniendo al final, entre paréntesis al autor del fragmento citado. Resultará, con suerte, un vislumbre del ideario de Balmes y también de esta meritoria traslación a nuestros días.

Balmes sabía que en el fondo de las cuestiones sociales y políticas están fundamentalmente las cuestiones religiosas. (Petit)
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Sólo el cristianismo puede salvar al mundo por segunda vez de los males que le amenazan. No le salvarán los diplomáticos que no alcanzan a prevenir ni a curar los males de su propio país; no le salvarán los reyes que la revolución lleva como leve paja; ni le salvarán esos demagogos, que esparcen por doquier sangre y ruinas. (Jaime Balmes)
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He llegado a influir en la opinión pública, y en esto, lo confieso, siento un vivo placer, porque nada conozco más grato que ejercer influjo sobre los hombres por el ascendiente de la verdad. (Balmes, Vindicación personal).
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Esa escuela [sin citarla, se refiere a la ilustrada liberal de raigambre francesa) que mira siempre con desconfianza el poder, que profesa aversión por las jerarquías antiguas, que, dando una exagerada importancia a la libertad individual, se olvida de asegurar cual conviene el orden público; de esa escuela que ve siempre el individuo nunca la sociedad. (Balmes)
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La prioridad de Balmes es la integración de las bases sociales del carlismo y de la línea dinástica carlista en la Monarquía isabelina y en el gobierno. (Josep Maria Castellà)
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Balmes se manifiesta contra la fórmula «el Rey reina, pero no gobierna» (Thiers), contra el Poder neutro o moderador del Rey (Constant) y contra lo que califica como «Rey autómata», lo cual lleva a la parlamentarización de la monarquía, que en su opinión acaba con la supremacía de un solo poder, el del Parlamento. Reclama un «Trono verdad». (Josep Maria Castellà)
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Los principios monárquico y religioso son como los dos polos en torno de los cuales debe girar la nación española. (Balmes)
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El absolutismo político, sucedáneo deforme de la monarquía tradicional. (Juan Carlos Valderrama)
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Con Balmes, como con Chateaubriand en Francia, las bases tradicionales del pensamiento conservador buscan inquietas su supervivencia en un contexto político, espiritual, moral que tendía de forma natural a sofocarlas. El suyo, si puede decirse así, es por eso un tradicionalismo no restauracionista, sino actualista: no defiende tanto la continuidad de determinadas formas institucionales, cuanto la vigencia de los principios que en todo caso las sostienen, que dan forma al modo de ser de la comunidad y que definen su ethos. Fue por eso Balmes defensor de la reforma tanto frente a la revolución como al frente al inmovilismo. Tanto el reformador como el reaccionario viven de frente a las inquietudes del presente, pero si éste se angustia ante el mal probable, el reformador mantiene en cambio la esperanza de un bien posible. (Juan Carlos Valderrama)
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Le movía una conciencia clara de poner las ideas a la altura de nuestra condición histórica. (Juan Carlos Valderrama)
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Balmes consideraba el moderantismo una estrategia de conservación de la revolución. […] El de los moderados no era más, en realidad, que un progresismo lento, vergonzante. (Juan Carlos Valderrama)
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El carlismo podía haberse visto derrotado por las armas en 1839, pero no albergaba ninguna duda Balmes de que estaba arraigado en el alma española mucho más entrañablemente que los proyectos liberales. (Juan Carlos Valderrama)
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Revolución y Nihilismo no son dos facetas paralelas o complementarias, sino las dos caras de un mismo proceso totalitario. (Armando Pego)
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¿Queréis evitar revoluciones? Haced evoluciones. (Balmes)
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Cuando los hombres crean haber pulverizado los cimientos del magnífico edificio, verán que el edificio no se desploma, porque está pendiente del cielo. (Balmes)
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Balmes, conservador de pura cepa, es una invitación a volver a la realidad: a trazar sus contornos y a cultivar sus posibilidades de humanización. (Armando Pego)
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Se advierte de forma muy clara la preocupación de Balmes por la naciente cuestión social. (Gregorio Luri)
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Es preciso no confiar demasiado en los medios represivos porque la experiencia los muestra débiles; a ideas es necesario oponer ideas; a sentimientos, sentimientos; a espíritu público, espíritu público; a la abundancia de mal, abundancia de bien; a constancia en disolver, constancia en unir; a tenacidad en trastornar, perseverancia en organizar. (Balmes)
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Abrigamos alguna esperanza de oír de boca de nuestros mismos adversarios: «No pensamos como vosotros, pero no podemos negaros rectitud de intención, convicciones sinceras y profundas, expresión leal y decorosa». (Balmes)
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