Los irreductibles celtas viven y se resisten a perder su lengua en esta diminuta isla británica
El pequeño dominio británico de Man conserva una de las variedades del idioma celta más peculiares de las que han llegado hasta hoy
La isla de Man es un caso particular dentro del Reino Unido. Ubicada en el mar de Irlanda, entre las costas de Inglaterra y las de Irlanda, tiene un estatus de dominio británico dependiente de la Corona, por lo que, en sentido estricto, no forma parte del Reino Unido.
Con 58 kilómetros cuadrados de territorio, menos de 30.000 habitantes y una historia milenaria, la isla de Man se alza como una suerte de Utopía moroniana entre dos rivales y viejos enemigos irredentos como son los británicos e irlandeses.
La isla de Man ha sido testigo de la llegada de pobladores de origen celta procedentes de Irlanda que habrían desplazado a una cultura indígena anterior e introducido, hace 1.500 años, el gaélico. Fue parada habitual de los drakkars vikingos, gobernada por reyes escandinavos y ha estado sometida a la influencia anglosajona desde la Edad Media.
El gobierno autónomo manés ha mantenido a lo largo de los siglos un tira y afloja con Londres. Pese a ser un territorio autónomo desde el siglo XIX, el gobierno británico ha tratado de mantener la isla sometida al ejército.
Instaló centros de internamiento para alemanes y otros ciudadanos de las potencias del eje durante la Segunda Guerra Mundial, lo que se considera un episodio negro de su historia.
La isla de Man presume de tener el parlamento más antiguo del mundo –algo sobre lo que los leoneses tendrían mucho que discutir– y, sobre todo, presume de ser una nación celta.
De hecho, el gaélico manés es lengua oficial de la isla junto con el inglés. Man forma parte de las llamadas naciones celtas, junto con Irlanda, Escocia, Gales, Cornualles y la Bretaña francesa.
Y no, Galicia, mal que le pese a los independentistas del BNG, no forma parte del club celta, ya que es condición indispensable que en el territorio se hable una lengua celta, y en Galicia lo que se habla son dos lenguas latinas: el español y el gallego.
Volviendo a la isla de Man, los maneses se niegan a perder su identidad cultural celta y, conscientes de que esa identidad se sustenta en el idioma, se han embarcado en un proceso de recuperación de su idioma, casi extinto.
Hoy lo hablan poco más de 2.000 personas, y ni siquiera todas lo hablan como lengua materna. Sin embargo, que todavía exista como lengua viva es milagroso. El gaélico manés se dio prácticamente por muerto en el siglo XIX, pero la llama, muy débil, se mantuvo y ha vuelto a prender de nuevo.
Las autoridades manesas, sin la absurdez de renunciar al inglés y su potencialidad cultural, comunicativa y geopolítica, han introducido un programa para la enseñanza del manés y no solo en las escuelas, sino también entre adultos.
Aunque el manés comparte origen y tronco común con el gaélico irlandés y el escocés, es la más diferente de todas las lenguas celtas debido a los avatares históricos de la isla.
Cuenta con numerosos préstamos procedentes de las lenguas escandinavas antiguas, del inglés y del normando, así como del latín.
El gaélico manés es una de las últimas muestras en Europa de la gran expansión de las lenguas celtas, que un día fueron las mayoritarias en el continente, y que pervive gracias a los irreductibles isleños que se resisten a perder su cultura e identidad ante el empuje del Reino Unido.