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El escritor Agustín Laje durante su intervención en el coloquio organizado por la Fundación NEOS

El escritor Agustín Laje durante su intervención en el coloquio organizado por la Fundación NEOSGentileza de NEOS

Entrevista con Agustín Laje, escritor

«Vamos a ver un corte a los recursos económicos del wokismo y una ridiculización de sus causas»

El Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de Argentina, disuelto por Milei, disponía de un presupuesto «diez veces mayor que el Ministerio de Justicia», afirma Agustín Laje durante un coloquio organizado por la fundación NEOS, y al que siguió una entrevista exclusiva con El Debate

Agustín Laje es una voz conocida a ambos lados del Atlántico. Su discurso nítido contra la deriva progresista, contra el aborto y contra el llamado «matrimonio homosexual» ofrece pocas dudas.

En su media docena de libros –el más reciente, Globalismo: Ingeniería social y control total en el siglo XXI (2024) –, ha ido exponiendo una interpretación del mundo en que vivimos que lo sitúa extramuros de una corrección política que parece declinar.

La fundación NEOS lo ha invitado a un coloquio en el Espacio Pablo VI (Madrid), que ofrece la Fundación Pablo VI, creada por Ángel Herrera Oria en 1968.

Acompañado de María San Gil, Isidro Catela y Carlos Beltramo, y en diálogo con Javier Martínez-Fresneda (director general de NEOS), Laje ha explicado qué es el fenómeno woke –él prefiere hablar de wokismo antes que de «cultura woke», porque es una «subcultura de minorías»– y si de verdad está derrotado, o es un monstruo qué sigue coleando.

Autovictimismo

Para empezar, el wokismo se basa, según Agustín Laje, en un esquema dicotómico –cuya estructura multidimensional los wokistas denominan «interseccionalidad»– que divide a las personas entre opresores y oprimidos: hombres contra mujeres; «heteros» contra LGTB; blancos contra racializados; occidentales contra «colonizados»; nacionales contra inmigrantes; «cis» contra «trans».

Este catálogo de categorías sociopolíticas ha generado abundante carcajada entre los centenares de asistentes al coloquio.

Como dice Laje, la dialéctica woke se olvida de los viejos moldes que planteaban un enfrentamiento entre obreros y empresarios; de hecho, el wokismo surge de ambientes pretendidamente elitistas y universitarios alejados de los problemas reales de la calle.

Por eso, «daña a las clases bajas»; el «poliamor no es para pobres». Se trata de una óptica que refleja «la pérdida de una ética basada en virtudes; el wokismo es una forma de autovictimismo».

La llegada al poder de políticos alternativos como Trump, Milei, Bukele, Meloni, y el retroceso electoral en Europa de las fuerzas que han sustentado lo woke, parece que supone una derrota de este movimiento.

Un movimiento que ha generado una oleada de «profesiones sin salida laboral», porque «un graduado con un máster en género o en teoría crítica de la raza ¿de qué va a vivir? No lo podés insertar en la empresa».

Sin embargo, según Laje, las administraciones públicas y muchas empresas –a causa de la presión de BlackRock, «el tercer poder mundial», después de Estados Unidos y de China– han contratado en número ingentes a este tipo de personas.

Asegura Laje que el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de Argentina, disuelto por Milei, disponía de un presupuesto «diez veces mayor que el Ministerio de Justicia»; sus gastos superaban a los ministerios de Seguridad o de Defensa.

Según Laje, el wokismo es una suerte de soft power que causa división y estragos sociales; citando una encuesta de Gallup, señala que «el 23,8 % de los actuales adolescentes en Estados Unidos se declaran LGBT», un dato que multiplica por ocho el de la generación boomer. Es, por tanto, «un arma política que afecta a la natilidad».

–La nueva marejada contra el fenómeno woke ¿puede dar lugar a una reacción igual de excesiva o de estridente?

–En principio no me imagino yo una reacción cruenta. Lo que vamos a ver es un desfinanciamiento del wokismo y a lo sumo una ridiculización de sus facetas más extremas y radicales. Pero no creo que vaya a haber una cacería de brujas o una criminalización de lo woke como sí hubo una criminalización de lo antiwoke.

Porque el antiwokismo se basa en principios muy claros de libertad individual, a igualdad ante la ley y oposición a la censura. Imaginemos, por ejemplo, que el antiwokismo se pasa de la raya y termina censurando al wokismo. ¿Bajo qué principios podría hacerlo, si lo que le criticaba del wokismo era precisamente la censura?

O supongamos que para combatir las cuotas de género LGBT, el antiwokismo inventa otras cuotas ideológicas, por ejemplo, cuotas religiosas, de personas cristianas. No tendría ningún sentido, pues te convertirías en un woke que trata de privilegiar a otros grupos sociales.

Lo más despiadado que vamos a ver es un corte a los recursos económicos que esta gente recibía y, a lo sumo, una ridiculización de las causas más extremas.

–¿No se va a revolver el wokismo, como gato panza arriba?

–Se van a resentir como cualquiera se resiente si le sacan el pan de la boca. El problema es que el pan de la boca del wokismo no era legítimo. Ha habido un sinfín de carreras universitarias sin salida laboral a las cuales se les inventó una salida que dependía de la ideología woke. Y eso va a la baja.

Las empresas privadas han tenido que incorporar expertos en género, expertos en temas étnicos, expertos en teoría crítica de la raza… Toda una serie de puestos inútiles. Que sí espero que en los próximos años se vayan deshaciendo de eso. Se van a quedar sin el trabajo y van a tener que ir a ofrecer al mercado otro tipo de trabajo que la gente realmente demande.

–Usted ha comentado que en la nueva generación de Estados Unidos casi uno de cada cuatro jóvenes se identifica con categorías LGBT. ¿Es una huella que va a costar restañar?

–Sí, va a costar mucho, porque dentro del wokismo tema la sexualidad ocupó el lugar protagónico. Lo más importante, sin dudas, ha sido el feminismo y el LGBT. Además, la causa del aborto, que ha sido el principal caballo de batalla del Partido Demócrata en las últimas elecciones norteamericanas. Estamos hablando de una causa política que tenía una consecuencia electoral inmensa.

Cuando vemos esos números del crecimiento de la población LGBT entre adolescentes en Estados Unidos, donde casi un 25 % se define como LGBT, dar marcha atrás en ese proceso es prácticamente imposible.

Las definiciones sexuales no son tan fluidas como se ha hecho creer. La fluidez del género es un invento que tiene apenas un puñado de años, con lo cual este 25 % de chicos que se asumen LGBT yo creo que la mayoría de ellos va a seguir ese rumbo y en Estados Unidos va a haber un impacto natal muy, muy fuerte a causa de esto.

–¿Dentro del wokismo, igual que dentro del movimiento de activistas negros contra la discriminación, había algo de razón?

–Sí, lo que pasa es que el wokismo lo que plantea es una articulación política de todas esas causas en un contexto muy distinto.

La lucha de los afroamericanos en Estados Unidos era la lucha de los afroamericanos por derechos civiles. El wokismo no es la lucha de los derechos de los afroamericanos por derechos civiles; es la lucha de feministas, afroamericanos, indigenistas, LGBT, ambientalistas, etcétera.

Por otro lado, los derechos que están reclamando son siempre derechos positivos, no derechos negativos. Es decir, no están reclamando libertad individual, no están reclamando protección de la vida o de la seguridad personal, no están reclamando respeto por su propiedad privada o por el fruto del trabajo, sino que lo que reclama el wokismo es lo que se conoce como derechos positivos, o sea, leyes de cupos, financiamientos especiales por determinadas categorías identitarias, tratamientos hormonales y cirugías plásticas de acuerdo a las auto percepciones.

Toda esta serie de bienes económicos se transforman en derechos que el Estado le debe a una parte de la sociedad identificada como una minoría oprimida. Esto tiene muy poco que ver con las justas luchas de los afroamericanos del siglo XX por conquistar derechos de igualdad ante la ley; no eran derechos de afroamericanos en tanto que afroamericanos, sino que eran derechos de afroamericanos en tanto que norteamericanos.

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