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Javier Bernácer

Javier Bernácer se doctoró hace veinte años con una tesis sobre las interneuronas estriatalesUniversidad de Navarra

Entrevista con el neurocientífico Javier Bernácer

«Hay absoluta compatibilidad entre la Creación y la evolución»

«El católico nunca tiene que ver a la ciencia como un enemigo», afirma el neurocientífico Javier Bernácer, investigador del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra

Desde el siglo XIX, cuando la ciencia nos ha constatado que el mundo no se creó hace seis milenios, se ha producido un replanteamiento entre la ciencia y la fe, sobre todo, en lo que se refiere a la aparición del ser humano. ¿Los homínidos que manejaban el fuego hace cientos de miles de años eran humanos como nosotros? ¿Hubo momentos en que especies distintas, como el Neanderthal y el Sapiens, cohabitaron y se hibridaron? ¿Dónde situar, en la historia, a Adán y Eva? ¿En qué momento histórico se produjo lo que se denomina Pecado Original? ¿Fuimos creados como meras bestias? Charlamos de estos temas con Javier Bernácer, investigador del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra, que se mueve entre la neurociencia y la filosofía, y que se doctoró hace veinte años en la Universidad Autónoma de Madrid con una tesis sobre las interneuronas estriatales y el cerebro humano.

– ¿La inteligencia es parte de la biología, depende de la biología? Porque hace cientos de miles de años ya había seres inteligentes de los cuales procedemos nosotros. No sé si podemos llamarlos humanos, pero eran inteligentes, porque manejaban el fuego.

– La ciencia evolutiva probablemente no nos vaya a dar una respuesta clara de cuándo exactamente empezó la inteligencia o cuándo comenzó la humanidad. Porque partimos de registros fósiles muy limitados, de datos muy concretos. Siempre puede haber nuevos hallazgos que nos puedan aportar más información. Yendo a lo concreto, ¿la inteligencia tiene que ver con la biología? Para mí, absolutamente. Sí. El ser humano es como es, y es la especie más exitosa de la evolución, porque tiene inteligencia y porque tiene el cuerpo que tiene. Habitualmente, cuando hablamos de evolución, hablamos de la evolución del cuerpo, cómo surge la bipedación, cómo surge el uso de las manos, el aparato fonador, cómo nos podemos comunicar… Nuestro propio cerebro, que es muy llamativo con respecto a los otros animales… Y todo esto va de la mano del desarrollo de la inteligencia. Nuestra inteligencia no se habría desarrollado como es, si no fuera por el cuerpo que tenemos. El ser humano evoluciona como un sistema, se va dando en su conjunto. ¿Cuándo empezó, cuándo tenemos un primer ser humano? Es muy complicado de decir, pero yo no me remontaré al manejo del fuego, sino muchísimo más atrás, al momento en que aparece una herramienta. Y lo interesante no es la primera herramienta; lo interesante es la segunda herramienta. Cuando tú ya tienes un modelo de lo que quieres hacer, tienes un modelo mental, y dices: «Voy a golpear la piedra de esta manera, la voy a hacer así». Ese animalillo ya tenía un modelo mental en la cabeza. Eso ya está muy cercano, si no es ya inteligencia humana.

– ¿Qué nos diferencia, en tecnología como expresión de la inteligencia, de las abejas y su precisión de ingeniero al formar las celditas de sus panales, o de un castor cuando construye una presa?

– La principal diferencia está en que nosotros elaboramos herramientas que son generalizables de alguna manera. Nosotros, pensando en hace cientos de miles de años, hacemos una herramienta y la utilizamos para golpear una semilla dura y sacar lo que hay dentro. Pero luego vemos que esta misma herramienta la podemos usar también para quitar la piel de un animal. Un castor hace algo que le sirve para un único fin. Lo mismo la abeja, que es una inteligencia colectiva. Les sirve para lo que les sirve. Pero nosotros somos capaces de descubrir nuevos usos para herramientas que ya tenemos.

– ¿Cómo afectan a la fe y a la explicación religiosa los nuevos descubrimientos relativos a la aparición y evolución del ser humano?

– El católico debe tener claro que hay una verdad. Una verdad a la que se llega por caminos teológicos, por la fe, pero se llega también por la ciencia. El católico nunca tiene que ver a la ciencia como un enemigo, sino lo contrario, porque nos está llevando al camino de la verdad, que es adonde también nos conduce la fe. Es algo que llevan diciendo los Papas desde 1950, algo que está en la doctrina de la Iglesia: la absoluta compatibilidad entre la Creación y la evolución. No hay problema para conciliar Creación y evolución.

– Empecemos por el Génesis.

– Hay que tener en cuenta que el Génesis es un conjunto de relatos orales, probablemente compilados en torno al siglo VI aC, compuesto por un pueblo de nómadas. Pero si uno ve el relato de la Creación y lo compara con los mitos babilónicos, por ejemplo, uno se da cuenta de lo preciso que es el relato de la Creación judeocristiana, con respecto a lo que sabemos hoy por la ciencia, en cuanto que hubo una aparición secuencial —primero los animales, y luego el ser humano— que no se ve en otros mitos. Esto requiere adentrarse bien en la ciencia, conocer bien la ciencia, pero conocer igual de bien la religión y lo que dice la Biblia. No hay conflicto por ningún lado. El propio relato del Génesis nos dice que Dios toma el polvo de la creación, del mundo, y ahí le insufla la vida. Eso es exactamente lo que como vemos que ocurrió según la teoría de la evolución. De lo que hay, de lo que hay en la Tierra, de esos animales que están evolucionando, de ese «polvo», de la tierra, es de lo que parte Dios, que le insufla el alma, la vida, la vida espiritual al ser humano. Además, el Antiguo Testamento no lo podemos interpretar desde la perspectiva de nuestra época ni literalmente. La Biblia no es un tratado científico ni histórico, sino un tratado teológico, un tratado de fe. Tal como ha dicho el papa Francisco, la teoría de la evolución nos muestra cómo se ha ido desenvolviendo la Creación de Dios en la Tierra.

– ¿Cómo conciliamos la evolución con la historicidad del Pecado Original?

– Sí, hay posibles conflictos que pueden surgir o resultar más espinosos, como el asunto del Pecado Original o el monogenismo. Lo que se nos cuenta en el Génesis que sucedió en el Jardín del Edén, para mí, eso queda fuera de la historia, fuera de la historia natural. El hombre está en presencia de Dios y eso queda fuera de la historia natural. Una vez que somos expulsados, es cuando empieza la historia natural. Tal como lo veo, en la medida en que somos criaturas y somos libres, podemos tender hacia el pecado. Lo veo obvio. No somos perfectos, en tanto que somos criaturas. Nos ha creado Dios y no somos dioses. Dios nos crea libres, y en esa medida podemos pecar. Cuando planteé esto a un compañero muy inteligente, me dijo: «La Virgen María también es creada y es libre». ¿Cómo soluciono esto? Por la gracia. Cuando Adán y Eva están en el Jardín del Edén, se hallan en presencia de Dios. La presencia de Dios es lo que nos hace tender hacia el bien. Dentro de nuestra libertad y de nuestra imperfección. Cuando perdemos la gracia de Dios, soltamos las riendas y entonces podemos pecar. Yo creo que el ser humano, en la medida en que es libre y es criatura, ya tiene ese pecado original. Lo que sucede en el Jardín del Edén se quedó en el Jardín del Edén, como en Las Vegas. No es histórico. Allí es donde sucede el pecado original. En el momento en el que Dios nos expulsa del Jardín del Edén, ya salimos con el pecado original.

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