Fundado en 1910
Portada del libro 'Europa', de Julio Martínez Mesanza

Portada del libro 'Europa', de Julio Martínez Mesanza

El barbero del rey de Suecia

El arco y la lira

Hoy hablaremos de un libro de estricta actualidad que se publicó en 1983 y que toca temas eternos. La razón: este 14 de marzo Loquillo ha lanzado su nuevo álbum titulado Europa, donde pone música y voz a los poemas de Europa, el libro con el que a principios de los ochenta se estrenó el poeta Julio Martínez Mesanza (Madrid, 1955).

La relación de la música y la poesía es antiquísima, originaria, desde los griegos y, más cerca, desde nuestros trovadores provenzales. Cíclicamente, los cantantes recurren a los poemas para asegurarse letras de hondura. A quien tiene el buen gusto de tener mala conciencia por no leer poesía a pesar de ser un lector constante, y me pregunta cómo iniciarse, suelo recomendarle estos poemas musicados, que lo llevarán de la mano hasta que pueda andar por su cuenta y extraer de los textos la música limpia del verso, por una parte, y, por otra, los versos auténticos que también están en las letras originales de los mejores cantantes.

En España hemos tenido mucha suerte con los poemas musicados. Los trabajos de Serrat son espléndidos (Antonio Machado y Miguel Hernández), Paco Ibáñez ha ampliado el repertorio sin olvidar a los barrocos y Amancio Prada ha firmado obras maestras, como su versión de las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique o el Cántico espiritual de san Juan de la Cruz. Rosa León ha hecho canciones extraordinarias. Y hay muchos más. La aportación de Loquillo fue y es destrozar el marco melódico de cantautor, digamos, y darle a la poesía un sesgo rock, que requiere a ratos. Es cierto que también se han hecho versiones flamencas o aflamencadas, algunas excelentes, como Al cantar a Manuel, de Mayte Martín, sobre poemas de Manuel Alcántara. Pero lo de Loquillo da un aire gamberro y duro que casa muy bien, contraintuitivamente, con la poesía. La vacuna contra blanduras.

En el inaugural La vida por delante (1994), canciones como «Julia Reis» –poema de José Mateos–, «No volveré a ser joven» –de Jaime Gil de Biedma– o «Niña morena y ágil» –de Pablo Neruda– resultaron rotundas adaptaciones. También son canciones inolvidables «Political incorrectness» y «Farai un vers de dreit nien» de Su nombre era el de todas las mujeres (2011), un álbum dedicado íntegramente a Luis Alberto de Cuenca.

Europa continúa esa trayectoria, y la culmina. La continúa en cuanto que nos vuelve a ofrecer un puñado de poemas con una música y una voz que, en los mejores momentos, los acendra. En esta ocasión, el reto de Loquillo era particularmente difícil. Decía Gil de Biedma (paradójicamente uno de los poetas mejor cantados por Loquillo) que la poesía soporta mal que la musiquen, si es buena, porque los versos tienen una música propia con la que interfiere la de la canción. En este disco pasa todavía más, porque la música poética de Martínez Mesanza es muy marcada y resistentemente personal. En «San Luis» parece que Loquillo se rinde al endecasílabo de acero de Mesanza y deja de cantar y recita —muy bien, por cierto— los dos versos iniciales y los dos finales. En cambio, en «Después de Hattin» y en «La huella», el resultado musical se me antoja intachable.

Este duelo implícito le viene como anillo al dedo a una poesía tan épica como la de Julio Martínez Mesanza. Esa tensión inmortal entre el arco y la lira, entre el arma y el instrumento musical, es constitutiva de Europa (como lo es de Europa, y de Occidente). Y recogiendo esa rivalidad de instrumentos hermanos –el de muerte y el de música– es donde Loquillo logra esa culminación que anunciamos. El rockero subraya, además, una veta de nostalgia y viril desesperanza que cruza la poesía de Europa y que es, a su pesar, radicalmente postmoderna. Ese ir y venir, del arco a la lira y vuelta, y de la Historia de Europa a la intimidad del poeta y a la del lector y otra vuelta, queda redondo en el disco.

Que es una culminación también biográfica. El rockero ha ido asentando un discurso subversivo, políticamente anticorrecto, contra mundum, que en este disco estalla. Ya estaba claro en canciones como «Feo, fuerte y formal», casi un himno contestatario, y en «A tono bravo», entre otras. Con Martínez Mesanza, Loquillo se echa al monte. El escritor arrancó su obra inaugural con esta poética, a la que ha sido fiel: «Mi corazón siempre estará con Hernán Cortés y con Francisco Pizarro, y nunca con la Compañía de las Indias Orientales. Me gustaría haber participado en la carga de Cajamarca junto a aquellos jinetes que firmaban con una cruz. Por lo demás, quiero recordar aquí que las obras de Ennio y de otros muchos no se han perdido por culpa de los soldados, sino por el arbitrario gusto de los filólogos». Treinta y cuatro años después, el poeta ha escrito en La calle de la reina Ester (2017): «El valor y la falta de valor no pasan desapercibidos (ni siquiera en poesía)». El valor de Loquillo, casi la locura, nomen omen, no se puede discutir.

En términos prácticos, aparte del goce estético, este disco consigue: 1) hacer noticia un libro de poemas y de 1983; 2) divulgarlo entre un público que sin duda será mucho más amplio a partir de ahora y 3) que incluso los más fervorosos lectores de Martínez Mesanza vayamos a memorizar un poco mejor sus poemas.

Para empezar, he leído de nuevo varias de las ediciones de Europa, desde la inicial de 1983, la canónica de 1986 en Renacimiento y la ampliada de 1990 en Puerta del Mar. Por homenaje al poeta y al cantante, y porque echaba de menos bastantes poemas en el disco, donde, como es lógico, no caben todos. Reproduciendo un poema entero y en disposición versal, como recordatorio de que en poesía no se puede nunca recortar del todo, el barbero se lo hemos dedicado al libro, que es lo nuestro. Pero la ocasión venturosa se la debemos al cantante. La banda sonora de este barbero es la voz de Loquillo:

El próximo latido y su alegría.
*
[«Avreliani Legiones»] Amo vuestro desprecio del desorden,/ del estéril desorden.
*
Sólo anhelo/ la vida que no duda, la que cumple/ sin sombras los designios y no intriga.
*
[Sin embargo:] No conozco/ la voluntad de ser invulnerable/ ni el estupor que nace con la herida.
*
[Catón] Y no hace nada que no sea ejemplo.
*
Leo a Pablo en la noche de la angustia.
*
Monarcas santos/ que cabalgan enfermos, poseídos/ por una gracia que el temor destruye.
*
En las manos de Dios está la vida./ Pídele la victoria solamente/ y el perdón de la sangre y de la audacia.
*
Tiene la torre normas que el profano/ no comprende y desprecia torpemente.
*
Gustaban de las fiestas, porque el tiempo/ es insufrible para el mal monarca,/ presa de majestad no merecida.
*
Es oro el grito que atacar ordena.
*
Pero no consientas/ que mérito te otorguen por cobarde./ Canta a los que aguantaron la refriega/ y no escuches elogio de cordura.
*
Yo abandoné el escudo. Soy el triste./ …/ nada seré, ni el humo, ni la nada,/ del cadáver no sido en Leuctra triste.
*
[«Contra Utopía»] Si esa ciudad existe, mis jinetes/ la harán ceniza. Nada enseña a un hombre.
*
[«España»] Muere una patria como muere un alma/ desperdicia la gracia, se hace sierva.
*
DESPUÉS DE HABERME DICHO MUCHAS VECES

Después de haberme dicho muchas veces
que debía mirar de otra manera
las cosas, y que a nada conducía
o tan solo a pobreza o paranoia,
hacer frente al poder organizado
de los inicuos , tomo nuevamente
las armas y, en constante desacuerdo
con el mundo, me enfrento al sincretismo,
a toda ambigüedad y a la tibieza.
*
[«Sancta Maria»] …Tiro como si fuera un trapo viejo/ la razón inestable que ayer dijo/ y dirá lo contrario de inmediato./ Olvido los tres siglos de cordura,/ la mole de palabrería impresa,/ e intento serte grato nuevamente.
comentarios
tracking