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La taberna Garibaldi de Pablo Iglesias, el viernes 21 de marzoEL DEBATE

La ruina de Pablo Iglesias con su taberna un año después de su apertura: vacía un viernes y con graves problemas de higiene

El exlíder de Podemos sueña con abrir un Garibaldi II en México, donde cuenta con el respaldo de su amiga Claudia Sheinbaum, aunque el negocio de Madrid no vaya bien

Un fuerte olor a incienso y marihuana embriaga al abrir la puerta de la taberna Garibaldi, en el madrileño barrio de Lavapiés. «En este lugar no se admiten fascistas», reza un cartel a la entrada. Suena el tema de Camaron, Soy gitano, en un local desalmado con las paredes cubiertas de proclamas comunistas, banderas palestinas y la hoz y el martillo en cada esquina. El negocio gastronómico de Pablo Iglesias cumple un año –abrió el 19 de marzo de 2024– pero los resultados son parecidos a los del partido que fundó. No convence como político, menos como empresario. Un viernes a las tres de la tarde, solo hay dos mesas ocupadas y una de ellas, por cuatro turistas despistados tomando unas cervezas. La decadencia de Podemos discurre en paralelo a la del restaurante.

Quizá algo tenga que ver el aspecto descuidado del establecimiento y sus problemas de higiene demasiado evidentes: paredes agrietadas y desconchadas, suciedad incrustada en las esquinas, productos de limpieza a la vista del cliente y una bayeta de dudosa procedencia. Los pósters con los rostros de Pepa Flores y Rafaella Carrà, al servicio del comunismo, parecen contemplar el escenario con estupor. Los baños están repletos de garabatos y no hay servilletas para secarse las manos.

Taberna Garibaldi

Taberna GaribaldiEL DEBATE

Taberna Garibaldi

Taberna GaribaldiEL DEBATE

Taberna Garibaldi

Taberna GaribaldiEL DEBATE

Los que vengan con la ilusión de brindar con un Fidel Mojito o una Pasionaria Puerto de Valencia se quedarán con las ganas. La coctelería se suprimió hace más de medio año, aunque la carta la mantienen en su web. Aquí solo se sirve vino y cerveza. No está Pablo Iglesias, pero se le siente. Los camareros hablan con orgullo a los clientes de quién es su jefe supremo, aunque en realidad tiene otro socio, el cantautor Carlos Ávila. El exlíder de Podemos acostumbra a pisar su taberna una vez a la semana y aprovecha para almorzar con Irene Montero. El pasado Día de San Valentín, la secretaria política de Podemos también se dejó ver en el local para escuchar un monólogo de Balbina Miño-Gómez.

Entre los clientes habituales se ha visto a Pablo Echenique o Gabriel Rufián, pero nunca a los que fueran sus amigos Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero, con los que acabó tarifando. También es lugar de encuentro de jóvenes estudiantes de la Facultad de Políticas de la Complutense.

La taberna Garibaldi, un viernes a mediodía

La taberna Garibaldi, un viernes a las 15.00 horasEL DEBATE

Los baños de la taberna Garibaldi

Los baños de la taberna GaribaldiEL DEBATE

El amable camarero muestra con orgullo fotos con su jefe Pablo Iglesias, en su teléfono móvil. También con Irene. Al mismo tiempo presume de haber trabajado de jefe de rango del personal de Casa Real con el Rey Juan Carlos I. Toma nota de la comanda en un ipad, similar al que usan los diputados en el Congreso. El trato del servicio es acogedor y atento. La comida tarda poco en llegar, pues en la cocina no tienen apenas trabajo. Los platos los sirven los propios cocineros; una mujer con los dos brazos tatuados y largas rastas rosas y un joven con una camiseta salpicada de lamparones y una bandana de lana. Cierto es que no hay calefacción y cuesta quitarse el abrigo al entrar.

El camarero y cocineros de la taberna Garibaldi

El camarero y cocineros de la taberna GaribaldiEL DEBATE

Sentados en la mesa, bajo la bandera tricolor, comienza el banquete. En el apartado de entrantes, recomiendan el queso provolone Compagni (9 euros), bien de sabor, pero chamuscado por debajo. La hamburguesa no burguesa (13 euros) se salva, aunque queda cruda por dentro y quemada en los laterales. La tosta ibérica (8,50 euros) viene embadurnada en una salsa de tomate más naranja que roja. A la pregunta de si la lechuga de la ensalada Garibaldi es fresca o de bolsa, el camarero responde irónico: «Sí, tenemos la huerta aquí al lado». Los postres son caseros y ricos. La tarta de queso (5 euros), muy bien ejecutada. Tres personas almuerzan por 64 euros y con la cuenta, invitan a tres chupitos de crema.

La taberna de Iglesias acoge charlas políticas y dispone de una guitarra que se compró al abrir el local, para que los clientes puedan tocar. Se organizan íntimos conciertos y por la noche suben los decibelios. Nada hace presagiar los cánticos de sirena que suenan por el local: una segunda apertura en Sevilla, Barcelona o México. La relación de amistad de Pablo Iglesias con la nueva presidenta Claudia Sheinbaum, con la que se escribe prácticamente a diario, les hace soñar con abrir un Garibaldi II, en Ciudad de México.

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