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Juramento de Hipócrates

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El Debate de las Ideas

Jaque al humanismo médico

El humanismo ha sido el pilar de la medicina desde sus orígenes y un fundamento esencial de los valores políticos y comunitarios en la modernidad. Sin embargo, en la última década, muchas políticas adoptadas en países occidentales han entrado en colisión con sus principios. Entendido como un sistema de pensamiento y acción centrado en la dignidad y los valores humanos, enfrenta hoy dilemas que también afectan a la vieja profesión. Ante esta situación, muchos médicos sienten el deber de renovar su compromiso con esta corriente en oposición a las tendencias que lo socavan. No obstante, mantener actitudes humanistas en la práctica médica es una tarea anodina si las mismas actitudes no hallan arraigo en las costumbres sociales. Los principios éticos del Juramento Hipocrático (siglo V a. C.) anticipan el desarrollo de una larga tradición que prioriza los intereses del paciente. En la Edad Media, Avicena y Maimónides incorporan la formación en humanidades a la enseñanza médica. En el Renacimiento, el ideal del médico es la erudición en ciencias y humanidades. A principios del siglo XX se plantea recuperar el vínculo de la noble vocación a un incipiente humanismo cristiano ante el influjo de ciertos factores que la deshumanizan. Hoy esta tendencia se acentúa con la mercantilización de la práctica médica, la interferencia de los intereses políticos y la excesiva mediación de la tecnología en detrimento de la relación medico-paciente. Además, la disminución del enfoque en humanidades dentro de la educación médica ha contribuido a la insatisfacción de pacientes y profesionales por igual. Intentar hacer del trabajo sanitario un modelo humanista, en una sociedad que se aleja de esos valores, es tan difícil como tratar de frenar una tormenta.

No se puede hablar de humanismo en medicina sin considerar la situación de éste en el conjunto de la sociedad. Se han normalizado comportamientos poco humanistas, como negar la naturaleza biológica del sexo. Tal negativa implica ignorar parte de la realidad humana, si bien nada de eso justifica faltar al respeto y a la dignidad de las personas transgénero. La manipulación ideológica del conocimiento científico tampoco es humanista. El fin de la ciencia es alcanzar un conocimiento objetivo, sistemático y verificable sobre la realidad para explicar los fenómenos naturales, comprender las leyes que los rigen y aplicar ese caudal de conocimiento al servicio de la vida, bienestar y dignidad de todo ser humano. En otro orden de cosas y al margen de la ciencia, si se abre la mirada al mundo de la vida, al ámbito de la experiencia cotidiana, se perciben cuestiones que nadie en la polis desea responder. Por ejemplo, bajo la premisa del enriquecimiento cultural, hay una condescendencia política hacia la inmigración descontrolada. Tal indulgencia no se hace cargo de la falta de integración y respeto por las leyes y costumbres del país de acogida. Es un debate que se silencia para preservar el status quo. Lo mismo ocurre con asuntos como el del costo de vida o la desconexión de las élites. Son problemas sociales que se ocultan bajo el paraguas del miedo a fin de relegar lo disidente. Como consecuencia, la sociedad se divide y enferma. La indiferencia ante la ruptura de la familia, el aborto o la llamada «salud reproductiva de la mujer», además de contraria al humanismo es un lastre social y humano de consecuencias incalculables. La despenalización de la eutanasia, al lado de la ley que prohíbe el homicidio, es una incoherencia para la medicina de tal calibre que revienta las costuras de su lógica y de su propia unidad. La llamada «medicina de género», con los cambios corporales irreparables que produce, no es humanista ni es medicina. Las voces de mayor rigor y capacidad de influencia han evitado confrontar con las ideologías seculares contemporáneas que, lejos de la vieja corriente, constituyen un grave riesgo para la cohesión social y la inteligencia colectiva. Preservar el espíritu humanista en la vocación sanitaria pasa por su rescate previo en la sociedad.

Los profesionales de la salud tenemos una doble responsabilidad: servir a los pacientes y proteger el sistema sanitario, cada vez más cerca del colapso. No deberíamos empeñarnos en prolongar indiscriminadamente vidas longevas, sino en mejorar su calidad. Urge que las políticas sanitarias evalúen los resultados en salud, en lugar de centrarse sólo en la actividad profesional, lo que ha convertido al sistema de salud en un dispensador de tratamientos. Para colmo de males sofocleos, se suma el nuevo borrador del Estatuto Marco de los médicos, impulsado por el Ministerio de Sanidad. Las modificaciones propuestas en la jornada laboral y las guardias, que en su formato actual reducirían los descansos y aumentarían la carga de trabajo de manera encubierta, amenazan con desmotivar aún más a los profesionales. De aprobarse, se agravaría la fuga de médicos al sector privado y al extranjero, comprometiendo gravemente la calidad de nuestro sistema sanitario a largo plazo. Desde la práctica médica, podemos contribuir a la reconstrucción de una sociedad más humanista mediante la denuncia de las amenazas al humanismo médico. Por otro lado, la sociedad puede demandar la inclusión de las humanidades en los planes de estudio de medicina, siguiendo el ejemplo de algunas universidades privadas, para que la profesión recupere su esencia. Un médico no es necesariamente un intelectual. Sin embargo, más allá de la práctica clínica, puede comprometerse con la búsqueda de la verdad mediante el análisis crítico, la reflexión y la generación de ideas. Cuenta con la formación y, andando el tiempo, con la experiencia para cuestionar, investigar o teorizar públicamente sobre temas médicos, éticos y sociales de manera sistemática y creativa, sea con la escritura, el desarrollo de nuevas perspectivas o contribuyendo al pensamiento científico. Que su labor se limite a la aplicación de conocimientos técnicos, sin esta dimensión reflexiva, depende del individuo, no de la profesión. La sociedad posee un rico legado humanista en experiencias, ejemplos de vida, textos literarios... Es clave meditar dicho legado, para que flote en el caudal de la vida corriente y exigirlo a los líderes políticos de manera que no vuelvan a opacar nuestros horizontes de significados. El médico puede alzar su voz y defender su compromiso con la verdad en temas esenciales relacionados con su competencia. Para restaurar el humanismo en medicina, hemos de mantenernos firmes contra la apatía y la ignorancia que amenazan su previa restauración en la sociedad. De lo contrario, la medicina corre el riesgo de convertirse en un negociado de la industria biotecnológica.

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