Cuando el Guggenheim se convirtió en una exposición de coches y alcanzó su récord de visitantes

Los coches se exponen en los concesionarios como si fueran obras de arte. Las formas son parecidas, se diría que idénticas. Un visitante o un comprador acude a mirar la muestra igual que si fuera la de un museo. Uno puede ir a una exposición de coches de la marca Volkswagen como quien acude a una exposición de Ramón Casas.

Incluso puede el espectador meterse en el automóvil como en el cuadro. En un cuadro cualquiera puede introducirse, como en un coche, aunque aquel no se pueda conducir. Quizá porque no se pueden conducir, por ser objetos antiguos, delicados y valiosos, el Guggenheim de Bilbao ideó y realizó una exposición de coches inédita en un museo que ha resultado ser un éxito también inédito para una pinacoteca.

Uno de los hitos de este año

Motion, Autos, Art, Architecture, la propuesta del Guggenheim y de la Fundación Norman Foster que mostró piezas y vehículos mezclando el arte y la automoción, concluyó con más de 750.000 visitantes, casi 9.000 de ellos este último domingo, lo que supone la mayor cifra diaria de visitantes de todo el año a la que el director general del museo, Juan Ignacio Vidarte, se refirió «como uno de los hitos de nuestra programación de este año».

El hito que recorrió más de un siglo de historia del automóvil desde la pintura, la escultura, la arquitectura, la fotografía y el cine. Cuarenta coches rodeados de obras de arte en diez espacios diferentes, donde pudieron verse la combustión o la electricidad orbitando alrededor de las energías renovables y del pasado y el futuro del vehículo, como si la muestra hubiese sido el túnel del viento en cuyo final se encontraba la corriente del futurismo.