50 años de la muerte del pintor
Picasso y la tauromaquia, la inagotable relación del genio con la Fiesta nacional
No sólo inundó su obra pictórica. Los toros simbolizaban para el pintor malagueño la virilidad española y una alegoría de la lucha dramática entre la vida y la muerte, hasta llegar él mismo a adoptar el minotauro como su alter ego
Fueron la gran pasión de Picasso: los toros. Los pintó y los dibujó durante toda su vida, los modeló en esculturas. Asistió a corridas hasta su muerte, celebrando la fiesta desde su infancia hasta la vejez.
Ahora, la plataforma CaixaForum+ estrena Picasso y la tauromaquia, un largometraje apasionante dirigido por Hilka Sinning en sintonía con otros contenidos de la plataforma, como En el estudio de Antonio López o Dora Maar, entre luz y sombra, que también toca a la genial figura del cubismo.
En este documental, que se estrena por primera vez en España en plataformas, es posible seguir sus primeros pasos en su Málaga natal y visitaremos París, Nimes o Arlés, siguiendo su pasión por la tauromaquia, siempre presente en la obra y en la vida de Picasso. Veremos cómo los motivos taurinos dieron forma a sus diversos procesos creativos, hasta convertirlo en el artista más celebrado de todo el siglo xx.
Pasión y objeto de estudio artístico
Cuando aún era un niño, el padre de Pablo Picasso cultivó en su hijo una ferviente pasión por las corridas de toros en las plazas malagueñas y de La Coruña, acudiendo con él a corridas de forma asidua. La tauromaquia se convirtió en más que una afición para el pintor malagueño, y a lo largo de su trayectoria se erigió como uno de sus principales motivos pictóricos, con toda suerte de simbolismos, alegorías y significados ocultos.
Desde su óleo a los 9 años El picador amarillo (1890), uno de los primeros cuadros que se conocen del pintor, los protagonistas de esta tradición española aparecerán de forma intermitente representados en pinturas, platos, obras de cerámica, grabados, esculturas y dibujos. A través de las diferentes épocas artísticas, el toro picassiano servirá como alter ego del artista y representación de la virilidad española, al mismo tiempo que una alegoría de la lucha dramática entre la vida y la muerte. Más tarde, este simbolismo también se verá reflejado en la figura del minotauro.
En sus primeros apuntes y bocetos sobre este tema ya se observa la rápida consolidación de su pincelada, además de los juegos de luz y composición que irá desarrollando a lo largo de su fecunda trayectoria artística. Toro y torero asumirán ambos papeles de víctima y matador en varias de sus obras, mientras que el simbolismo de la tauromaquia en sí poco a poco se irá asociando a la violencia y el erotismo, dos de las pasiones que mejor retrataban el temperamento del pintor.
Al mudarse a Barcelona en 1895, la ciudad le brindaría otros intereses artísticos que le apartarán temporalmente de su amor taurino, aunque entre algunas de sus pinturas vemos plazas de toros con una marcada influencia de los pintores del modernismo catalán, como Marià Fortuny o Ramon Casas. Goya también será una de sus mayores influencias, sobre todo durante su estancia en Madrid (1897-1898), pero de vuelta a Barcelona en 1899 el toreo ganaría un nuevo impulso en su producción y en ese mismo año realizaría su primer grabado, El zurdo.
A partir de entonces, torero y caballo se convertirían en símbolos de una tragedia dramática. El Picasso con más sentido del humor retrataría a sus amigos más allegados de Barcelona (y a él mismo) como toreros.
Vanguardias y minotauros
Una vez inmerso en el mundo de las vanguardias y el cubismo, los retratos, bodegones e instrumentos musicales cobrarán el papel protagonista. Sin embargo, entre 1911 y 1913 algunos elementos secundarios como letras, palabras o símbolos intercalados dentro del cuadro cubista harán un especial guiño a las corridas del sur francés, como El aficionado. En 1917, de nuevo en Barcelona, dibujará el famoso Caballo corneado, metáfora del sufrimiento y de una muerte dolorosa, inevitable e inminente. Este tipo de dibujos se repetirán a lo largo de la próxima década, como Toro atacando un caballo, cada vez más sanguinarios y con matices sexuales.
Con la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial, Picasso cambiará su forma de entender la tauromaquia. Sus toros aparecen ahora desfigurados y sufrientes, transmitiendo angustia, miedo y muerte. En esta etapa expresionista sus pinturas son más salvajes y desgarradas, y en ellas toro y caballo (símbolos del hombre y la mujer) se enfrentan en una lucha a muerte donde el resultado siempre es violento y melodramático. Esta violencia desenfrenada llegará a su zenit con su obra cumbre El Guernica, donde el toro y el caballo ocupan un espacio central dentro del cuadro.
Poco después, Picasso apostó por trasladar el imaginario simbólico del toro a la figura mitológica del minotauro. En 1933 se encargó de la portada de la revista surrealista Minotaure y llevó a cabo 11 láminas de aguafuertes con esa misma figura dentro de la colección Suite Vollard, en las que destacan los cuatro minotauros ciegos y abatidos. Dos años más tarde, su grabado la Minotauromaquia recibiría el reconocimiento internacional; en él se refleja una relación amorosa violenta entre el animal destructivo y libidinoso del minotauro y una joven indefensa, probablemente su amante Marie-Thérèse.