La exposición más crítica con Picasso llega a Nueva York con revisión feminista: «Es misógino y narcisista»
«It's Pablo-matic», en el Museo de Brooklyn de Nueva York, se atreve a separar al artista de la obra y revisa «con perspectiva de género» la figura del controvertido artista malagueño en el Año Picasso
«Picasso dijo: '¡Puedes tener todas las perspectivas a la vez!'. Qué héroe. Pero dime, ¿alguna de esas perspectivas es la de una mujer? Bueno, entonces no me interesa». Esta sentencia de Hannah Gadsby inaugura la muestra más crítica del Año Picasso, que acaba de abrir sus puertas en el Museo de Brooklyn de Nueva York con medio centenar de obras del pintor español revisadas desde una óptica feminista y comentadas por numerosas mujeres artistas, entre ellas esta conocida cómica que lo aborrece.
«It's Pablo-matic» –en inglés, un juego de palabras que suena a «problemático»– se diferencia de otras muestras realizadas a lo largo del mundo por su «ángulo feminista», que se atreve a separar al creador de su obra y señala «sus actitudes misóginas y narcisistas», que hoy no sobrevivirían a la cultura de la cancelación.
Cincuenta años después de su muerte, Pablo Picasso (1881-1973) sigue siendo un icono artístico y cultural. En la exposición, que lleva como subtítulo «Picasso según Hannah Gadsby», se examina «el complicado legado del artista desde una perspectiva crítica, contemporánea y feminista», al tiempo que reconoce el poder transformador de su obra y su influencia duradera.
Citas misóginas
Las «actitudes misóginas» de Picasso son recalcadas a través de frases del autor, que pueden leerse a lo largo de la exposición: «Cuánto la quiero ahora que está durmiendo», «Para mí la mujer es esencialmente una máquina de sufrir» o «Hay solo dos tipos de mujer, diosas y alfombrillas».
Sin embargo, Lisa Small y Catherine Morris, las comisarias del museo de Brooklyn, el único que cuenta con un centro dedicado al arte feminista, no buscan cancelar a Picasso, sino iniciar «conversaciones complicadas y con matices» sobre el legado del genio. Por ello escogieron a la humorista australiana Hannah Gadsby, que cosechó un gran éxito con su monólogo Nanette, disponible en Netflix, en el que arremete contra la «misoginia inherente» en las instituciones y la historia del arte y denuncia el comportamiento inexcusable de algunas de las figuras más encumbradas del gremio, con Picasso a la cabeza.
«Deseo, sexo y violencia»
Hannah Gadsby, «hater» (odiadora) confesa de Picasso, añade comentarios incisivos en todas las obras expuestas del maestro modernista, entre las que destacan una serie de grabados de estilo neoclásico y temática sexual, y varios cuadros cubistas de mujeres desnudas durmiendo, incluida su joven amante Marie Thérèse Walter.
En uno de esos retratos, Mujer desnuda acostada, en los que se señala que «los pechos y las nalgas siempre estaban a la vista para deleite de la mirada masculina», Walter es descrita por Picasso como un «cefalópodo de ensueño con apéndices como tentáculos», a lo que Gadsby responde que se siente «incómoda» por tal «cosificación».
En los grabados de la «Suite Vollard», que retratan a humanos o minotauros abalanzándose sobre mujeres y son ejemplo de que «la conexión entre deseo, sexo y violencia son básicas en el arte de Picasso», Gadsby recurre al humor: «Este tipo tiene problemas de abandono», dice en uno, «Título alternativo: mira mi pene», en otro.
Picasso, además de someterse al juicio de una enemiga, comparte protagonismo en esta particular muestra con medio centenar de artistas mujeres que cuestionan «las narrativas masculinas dominantes del modernismo», como Louise Bourgeois, Cecily Brown, Renee Cox, Käthe Kollwitz, Dindga McCannon, Ana Mendieta, Marilyn Minter, Joan Semmel, Kiki Smith, May Stevens, Mickalene Thomas o las Guerrilla Girls. En total, más de cien obras, incluidas piezas de Picasso y estas selecciones de mujeres artistas de los siglos XX y XXI.
Las piezas de estas mujeres se contraponen a las del pintor a lo largo del recorrido y ocupan una galería en la que sobresalen artistas negras que se han hecho hueco tras la «era» de Picasso, donde se lanza alguna crítica también al carácter «colonizador» de Picasso por haberse inspirado en las artes africanas.
«Después de Picasso»
La muestra busca también «examinar el mundo artístico que ha crecido desde la muerte de Picasso», según Morris, que apunta que el español ya despuntaba de niño y llegó a ser un «genio» en buena parte porque «se le dieron oportunidades» que otros, «y especialmente otras», con gran talento nunca tuvieron.
A los visitantes se les invita a opinar en tarjetas sobre cómo está cambiando su entendimiento de la obra de Picasso tras plantearles que estas obras resultantes de la exploración de su «psique sexual», convertidas en ejemplos de genialidad, informan «las actitudes, experiencias y vulnerabilidades» de una sociedad real.
La artista visual Marilyn Minter, en ese sentido, acompaña su pieza de una opinión replicada por otras artistas: «Mis pensamientos sobre Picasso han cambiado a medida que conocía más sobre él como humano. Sigo pensando que, sin duda, era un gran artista, pese a ser un humano horrible. Tengo que separarlo».
La muestra del Año Picasso no está exenta de polémica en su contenido y tampoco en su continente, pues el centro de arte feminista del museo lleva el nombre de Elizabeth Sackler, portadora de un apellido ahora denostado por su asociación a la familia propietaria de Purdue Pharma, fabricante del opioide OxyContin.
A ese respecto, la comisaria Morris, que trabaja precisamente en ese centro, repitió la misma postura que Sackler ha mantenido: que no forma parte de la «familia monolítica que se benefició de la crisis de OxyContin y el vil comportamiento de Purdue Pharma», sino que es «una filántropa progresista y una activista feminista».