De cómo Sumar está colonizando los museos para descolonizarlos
Al Museo Reina Sofía o al Museo de América se suma ahora el Thyssen, con la inclusión de su director, Miguel Solana, en las listas del partido de Yolanda Díaz y Urtasun a las elecciones al Parlamento Europeo
El caso de Miguel Solana, director del Museo Thyssen-Bornemisza, es el último, pero no es el primero. hace unos días se supo que va a ir en las listas de Sumar en las elecciones al Parlamento Europeo, en un claro gesto identificativo. Solana es director del museo madrileño desde 2005. ¿Compromete esta clase, no solo de afinidades, sino de manifestaciones claramente políticas la neutralidad de las instituciones culturales que dirigen, como ha denunciado el PP?
El partido liderado por Feijóo cree que es incompatible dirigir un museo con la pertenencia a las listas de un partido. La cuestión tiene mayor enjundia en estos tiempos de revisionismo y, más concretamente, de descolonización, precisamente de los museos. El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, paladín gubernamental de dicha descolonización, es también portavoz de Sumar, el partido en cuyas listas va a ir Solana.
No es el primero, como ya se ha dicho. El primer acto al que acudió Urtasun como ministro fue a la inauguración tradicional de la temporada en el Museo Reina Sofía, dirigido ya no tan recientemente (entonces sí) por Manuel Segade, sucesor de Manuel Borja-Villel, quien llevaba 15 años al frente de la pinacoteca (el máximo permitido) y que pretendía seguir. Borja-Villel es un fanático descolonizador y Segade un más que digno heredero que ya se mostró en las presentación de 2024, situando la descolonización como la estrella de la temporada.
Las últimas exposiciones en el Thyssen han mostrado el rumbo inequívoco al que le ha guiado su director: perspectivas feministas, ecologismo, transhumanismo y denuncia del colonialismo: Sumar en estado físico. Uno de sus hitos fue la exposición Inteligencia líquida, donde «la inteligencia perdió su cuerpo humano» para hacerse «plural» e incorporar los «valores del océano»: gambas «queer», «cuerpos mutantes» o la vida de los hongos como ejemplo para la vida de los humanos eran conceptos mostrados y sesudamente asimilados por sus hacedores, cuyo último responsable es Solana.
Todo se entiende mejor si se piensa en un proyecto en marcha de deconstrucción histórica y teórica que avanza en paralelo a la idea de país de Sumar. Exposiciones inentendibles, confusión de conceptos y maraña artístico-ideológica como un discurso de Yolanda Díaz. Quizá nunca una frase fue tan expresiva para explicar esta deriva política del arte como aquella de Borja-Villel, quien dijo que había que «repolitizar la cultura para tomar el poder y descolonizar los museos».
El Museo de América, el segundo menos visitado de España, el reductor descolonizador de Urtasun, es otro ejemplo en donde su director, Andrés Gutiérrez Usillos, afirma que la colonización existió, en la resistencia ateórica, solamente ideológica, a los historiadores. Se puede decir que hay un objetivo primordial, que es la normalización de la leyenda negra como relato oficial, un relato ahistórico, más aún que nunca, si cabe.
Se ha podido ver en el pabellón español de la Bienal de Venecia y hasta en el Museo del Prado con la tergiversación del llamado «Prado Extendido» del ministro o con performances (el «género» actual) con cajas de cartón y otras iniciativas entre obras maestras cuestionadas por el nuevo discurso ideológico del que casi nada ni nadie parece librarse en una especie de pesadilla distópica en la que están introduciendo a los museos sus propios directores sin la requerida independencia para gestionar una institución pública.