Las muy discutibles obras de arte por las que apostaba el Centro Nacional contra el Cáncer
Según la directora, María Blasco, el Centro no compra arte y el dinero proviene de convenios con empresas y entidades públicas como el Instituto Cervantes, pero aún así resulta chocante su apuesta por piezas epatantes en lugar de centrarse en la investigación
la directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), María Blasco, en el punto de mira por un supuesto desvío de dos millones de euros para la compra de obras de arte, además del cobro de sobresueldos ilegales y otras irregularidades en su gestión, asegura que no es cierto que el Centro compre obras de arte, negando las publicaciones que afirman que fue un millón de euros el gasto en este aspecto.
Según Blasco, el millón de euros proviene de convenios con empresas y entidades públicas como el Instituto Cervantes. Sin embargo, el pasado miércoles el Patronato del Centro cerró el programa CNIO Arte a través del cual se gastó dicho dinero. Misterios de la posverdad y de los chiringuitos estatales, en este caso existente para combatir a una enfermedad, pero que tiene una incomprensible subdivisión destinada a comprar obras de arte.
Territorios comunes entre ciencia y arte
¿Y, más allá de la gravedad del desvío de dinero público, cuáles son esas obras de arte compradas por el CNIO por valor de casi un millón de euros? El programa consistía en establecer «el contacto entre científicos y artistas de primera fila internacional para explorar los territorios comunes entre la investigación científica y la creación artística», según indica la página del CNIO Arte.
Siete años (desde 2018) y siete ediciones donde se ha producido la colaboración entre artistas y científicos, como el primer año entre Eva Lootz y la bióloga Margarita Salas o en 2020 con la unión de la artista visual Carmen Calvo con los trabajos del paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga.
María Blasco lo expresó así: «Científicos y artistas siempre hemos mirado de frente a lo desconocido, a la oscuridad, y no hemos temido adentrarnos en ella, con la mente abierta, para así poder aprender, poder ver más allá». Y tanto que hay que tener la mente abierta. Y más cosas. Las obras de Lootz basadas en las investigaciones y hallazgos de Salas en el germen del proyecto fueron un inicio al menos artísticamente interesante. Esas células reflejadas como arte tenían su curioso encanto, pero no hasta el millón de euros que terminó costando la sucesión del evento.
El programa continuó y con él quizá se desvirtuó lo que hubiera valido una edición y no una justificación para gastar en «arte» lo que debía estar destinado a invertir contra el cáncer año tras año. Podría decirse que la idea no es mala, pero sí el lugar y el ideólogo. En definitiva una mala idea por quien y cómo se hace, y que terminó yéndose por los cerros de Úbeda del arte contemporáneo. Artistas de fama mundial como Daniel Canogar, con obras de gran impacto, dieron lugar a, por ejemplo, una obra inefable de Susana Solano llamada El mundo de las cosas:
Unas planchas de madera, lo que parece una mesa de uralita y unos bidones de plástico rellenos de arena. La misma comisaria de CNIO Arte fue la artista de la penúltima edición que en la siguiente contó con el protagonismo de Dora García, investigadora de una cosa como el cruce entre performance y psicoanálisis, autora del proyecto cinematográfico Amor Rojo, sobre la feminista marxista Alexandra Kollontai y el impacto de su legado en el feminismo interseccional del Tercer Mundo.
También creadora de otro proyecto cinematográfico, llamado END, sobre la intersección de la catástrofe climática, la memoria humana y la voz femenina. Y hasta aquí todo supuestamente pagado (hasta casi un millón de euros) por el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas. Invirtiendo de algún modo los términos, como si la gestión de una pandemia la dirigiese el Museo del Prado (por casi un millón de euros).