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Portada de «Whiskas, satisfyer y lexatin» de Esperanza Ruiz

Portada de «Whiskas, satisfyer y lexatin» de Esperanza Ruiz

No ficción / Artículos y relatos

«Whiskas, satisfyer y lexatin», derroche de buen gusto e inteligencia

La primera obra de Esperanza Ruiz, una compilación de artículos y relatos, es toda una revelación: estilo propio, mirada incisiva, conversación inteligente.

Portada de «Whiskas, satisfyer y lexatin» de Esperanza Ruiz

monóculo / 221 págs.

Whiskas, satisfyer y lexatin

Esperanza Ruiz

Confieso que esperaba este libro con muchas ganas. Los últimos años han sido una fiesta leer cada artículo que publicaba Esperanza Ruiz –a la que descubrí, creo recordar, a través de Twitter, que tantas buenas letras me ha acercado–, que es una de las sorpresas literarias más prometedoras de nuestro país, a mi juicio.

Bueno, pues cuando al fin lo he tenido entre las manos –y qué maravillosa edición, por cierto, de Ediciones Monóculo– y he podido leerlo, ha superado toda expectativa. Muchos de sus artículos los había leído ya; ninguno ha dejado de sorprenderme de nuevo, de revelar luces distintas, frases redondas que no recordaba, ideas brillantes aún mejores que en la primera lectura. Otros no los había leído, y han sido –como era de esperar– un deslumbramiento.

Hay un tema, claro está, generacional: nadie ha contado nuestra adolescencia y juventud (en los 90 y primeros 2000) como ella. Esperanza y Kiko Méndez-Monasterio son, para mí, los mejores cronistas de nuestra generación (ella es más joven, por supuesto, y hay diferencias sustanciales entre ambos). Hay un tema, también, de afinidad: en su mirada femenina sobre el mundo, Esperanza «me lee», en muchos ámbitos que rebasan lo estrictamente privado. Y hay, sobre todo, una admiración por la grandísima escritora que es: es magia lo que Esperanza hace con las palabras.

Para empezar, nadie conjuga el imperativo como ella. En su artículo «Volver», por ejemplo: «Asaltad el cielo, como Péguy, sed estajanovistas de la oración. Llevad trajes de Caraceni en el Casual Friday, usad corbatas. Firmad con Montblanc Meisterstück, y sólo lo que podáis cumplir. Tened más nietos que hijos. Llamad a las niñas María. Volved a las fórmulas compuestas de los 70 para ellos. Yo que sé, llamadlos José Antonio».

Luego están sus retratos literarios. Otro mundo. Con tres brochazos, con un puñado de palabras, dibuja a la persona, capta lo esencial de su espíritu, la pone de pie ante el lector. Se puede apreciar, por ejemplo, en los artículos destinados al alcalde Almeida, al marqués de Tamarón, a Alain Soral… Pero su habilidad no necesita un artículo entero, le basta menos de un párrafo: “Y pienso en Rita ahora. En mi alcaldesa. Que sería muchas cosas, entre ellas, una señora. Una marquesa de espíritu. De la huerta, como somos los valencianos, pero una marquesa de esa sociedad fascinante de Vizcaíno Casas. Hay que tener un espíritu muy elevado y llevar la aristocracia en el alma para pedir para cenar, por última vez, un whiskey y una tortilla de patatas. Esa comanda redimió a Rita».

Esperanza brilla en todo lo que toca. La elegancia –masculina principalmente– es un tema en el que sobresale (rápidamente se dieron cuenta los ingleses, que no dejan que se les escape una, y le publicaron un artículo en The Chap Magazine, cuando aquí apenas nadie la conocía todavía). Los artículos recogidos en la segunda parte del libro –«Formas»– son una hermosa muestra de su talento para captar y describir la elegancia en un mundo que ha abjurado de ella.

En esta crítica acrítica, donde sólo puedo confesar mi rendida admiración (mezclada con cierta envidia, para qué nos vamos a engañar) por la escritura de Esperanza, no les he dicho aún que este su primer libro se divide en cinco partes: «Apuntes sobre nuestra época», donde practica la crónica social que les he contado, y disecciona agudamente el momento vital que vivimos en esta desencantada posmodernidad occidental –aquí se incluye el famoso artículo de El debate de hoy, que tanta polémica levantó y da título al libro, con muchos otros a su altura–; «Formas», donde además de trazar sugestivos retratos y dar oportunísimos consejos, rociado todo del sentido del humor y la fina ironía que la caracterizan, regala rotundas definiciones como esta:

La elegancia es un don de la naturaleza, pero también un arte que se cultiva conociéndose a uno mismo y adaptando la actitud exterior a la interior

«Perfiles», con los maravillosos retratos literarios de los que ya he hablado; «Amor», haciendo honor a lo que ella dice en la presentación del libro –«a los lectores (…) les suelen satisfacer los dedicados a la intimidad»- aquí están mis favoritos del libro, los que salvaría de un incendio; y «Tres relatos», como su nombre indica, en esta última parte se recogen tres relatos de ficción, dos de los cuales me hielan el corazón cada vez que los leo.

Una última anotación, para que no se me acuse de escamotear datos. Cuando se lea a Esperanza, dentro de unos años, en ediciones antológicas, habrá que recurrir a las notas a pie de página para explicar y contextualizar tantas referencias literarias, musicales, informativas, de todo tipo. En su aparente sencillez y coloquialismo, cada artículo de esta obra esconde un alto grado de erudición y sabiduría: no requiere del lector su conocimiento previo para disfrutar de la lectura, pero abre caminos para el que quiera transitarlos.

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