El demonio de Próspero de K. J. Parker
Un hombre con una fogata por cabeza
Las andanzas de un exorcista en una novela de género con una sorprendente serie de acertadas reflexiones sobre la naturaleza y metafísica del mal
Cuando vas por la librería y te encuentras un libro que lleva en la portada un hombre con una fogata por cabeza –porque se le ha reventado, o le han reventado la cabeza–, y además ese hombre lleva una gola, te paras a echar un vistazo. Cuando empiezas a leer y te das cuenta que no era simple gancho, que las dos primeras frases del libro son igual de descarnadas y violentas que su portada, entonces te lo llevas.
El demonio de Próspero de K. J. Parker –dos World Fantasy Awards en su haber– es una de las novelas presentación de Red Key Books, nueva editorial dedicada al fantástico, la ciencia ficción y el terror –otra evidencia más de que el género «sigue ganando», que diría Richard Morgan–.
red key books / 96 págs.
El demonio de Próspero
Han empezado con buen pie. Bajo el ya mencionado efecto de portada y su imponente comienzo, una extensión brevísima que roza y no llega a las cien páginas, el uso constante de la ironía, y un personaje carismático y socarrón –que en definitiva cae bien, por mucho que él no pare de decir que nos va a caer gordo– todavía aguarda lo mejor: una serie de acertadas reflexiones sobre la naturaleza y metafísica del mal.
Dichas reflexiones, lanzadas como el que no quiere la cosa; al hilo de las andanzas de un exorcista en un tiempo y lugar imaginarios, y entretejidas casi como por casualidad con el argumento y sus diálogos. Este es sin duda el gran atractivo de la novela, su capacidad para dar mucho más que la ocurrencia y el divertimento haciendo uso de la ocurrencia y el divertimento, y de cierta trama política no carente de atractivo: la autoimpuesta misión educadora de maese Próspero de Schanz, que pretende criar y formar desde su nacimiento al heredero al trono para hacer de él un rey filósofo y gobernante sin tacha a modo de experimento humano.
La realidad y corporeidad del mal (existe, vaya que si existe); la confusión de quien lo ejerce (pues cree perseguir un bien); su natural asociación con los megalómanos sueños deificadores del hombre y la obsesión perfeccionadora de la humanidad; su progresiva sofisticación; la acechante amenaza del demonio (que también existe, vaya que si existe) y sus sibilinas capacidades para el engaño… Todas las grandes cuestiones acerca de esa «ausencia de un bien debido» que es el mal (De Civitate Dei, XI, 9), y alguna que otra enseñanza esencial –que con el mal no se negocia– están perfectamente traídas a colación de la trama y de los buenos lectores que apuntan alto cuando de fantasía y terror se trata.