Asesinato en el Hotel Paradise (IX)
La cicuta, una hierba similar al perejil, era habitual en parques y jardines urbanos
2 de agosto, 10:30h
Silvia se hallaba junto al equipo forense y contemplaba incrédula a Guille, que le tendía el resultado del análisis.
–Cicuta…
–Rociaron el palillo y se lo inyectaron en la garganta. Solo tardaría 30 segundos en que los efectos fueran letales –explicó.
El tóxico se encontraba en los análisis de Calisto. La cicuta, una hierba similar a perejil, era habitual en parques y jardines urbanos, por lo que el asesino no lo habría tenido difícil para adquirirlo. Si bien el olor que fétido que desprendía servía como señal del peligro.
–Quizás el asesino trató de verter el veneno en la bebida. Puede que Calisto se negara a beber y entonces utilizó el palillo para introducírselo a la fuerza, aunque aquello resultara lo de manera escabrosa…
–Cerca. Tenía marcas de estrangulamiento en el cuello. Lo inmovilizó antes de cometer el crimen, por lo que estás buscando a una persona con la fuerza suficiente como para aprisionar a un hombre de 75 kilos. ¿Algún sospechoso?
Silvia repasó mentalmente la lista de aquellos que tenía en el punto de mira.
–Puede... Por lo pronto hay algo en la relación entre Manzanares y Ludwig Wagner que no me cuadra… ¿Tienes las grabaciones de Gloria? Las cámaras del hotel están dañadas. Quizás descubra algo nuevo.
Guille le envió al teléfono los videos recopilados que Silvia se encargó de estudiar mientras se dirigía al hotel.
Fernando con la cabeza pegada a la pantalla brillante de su móvil, Julieta recién levantada echándose un chal por encima, Floren componiendo un moño chino, Paco tamborileando la mesa, Óscar andando de un extremo a otro de la sala…
Apagó el teléfono, frustrada, y se enfrascó en uno de los hilos por los que empezaría a tirar. Fernando declaró inicialmente que sus negocios con los Wagner transcendían las décadas; sin embargo, Ludwig aclaró un par de horas después que había empezado a colaborar con Manzanares a raíz de la reforma del Paradise, por lo que se remontaba a apenas un año hacia atrás. Asimismo, la financiación que habían podido obtener muestra abundantes inversiones provenientes de Rest, aunque de proporciones escuetas y de periodicidad más constante que el resto de los inversores. Quizás era parte del contrato que habían establecido entre ambas partes o quizás significara algo más. El andaluz era uno de los pocos inversores que aún quedaba en el hotel y ¿por qué? Hacía años que su vida se había trasladado a Los Ángeles, pero por alguna razón permanecería toda la semana, ¿a la espera de qué?
En estas su taxi llegó a la Castellana.
–Buenas Ángel –saludó en cuanto le vio al otro lado de la puerta del hotel.
–Buenas tardes, inspectora ¿cómo va la investigación?
Silvia ladeó la cabeza.
–Avanza. Tenía que hablar contigo. ¿Recuerdas las cintas que me pasaste sobre el día del asesinato? La cinta de aquella tarde estaba alterada. No se ha podido recuperar nada.
El guarda se cruzó de brazos frunciendo el ceño.
–Eso es imposible… nadie puede acceder a las grabaciones, se guardan en una sala de ordenadores bajo llave.
–Es demasiada casualidad para que se trate de solo una casualidad. ¿Había otras llaves además de las suyas?
Este asintió.
–Deben estar en el despacho de Wagner.
Silvia conocía ese despacho, así que se despidió del guarda de seguridad, esperando por encontrar a Ludwig Wagner allí, pero antes se dio la vuelta.
–¿Podrías hablar con recepción para que puedan traer a Fernando Manzanares? Debo hablar con él.
–Afirmativo.
Silvia se marchó hacia las oficinas sin ser consciente de la sorpresa que le aguardaba entre esas paredes.