'El ruido del tiempo': los límites de la integridad
La novela de Julian Barnes centrada en la figura del compositor Dmitri Shostakovich, con una interesante reflexión de fondo sobre la valentía y la integridad moral frente al régimen estalinista
Aquella noche del 26 de enero de 1936, fecha del estreno de su segunda ópera Lady Macbeth de Mtsensk, Dmitri Shostakóvich no fue llamado al palco del Iósif Stalin para recibir eso que hoy llamamos feedback sobre su representación. Aquella reacción fue una mala señal. Según testimonió el tenor Sergei Radamsky, aquel silencio del «padrecito» hizo temblar y sudar al compositor entre bambalinas. Dos días más tarde, el diario oficialista Pravda publicó la condena oficial en forma de editorial, bajo la sutil y delicada bandera de Bulla en vez de música. Shostakóvich fue acusado de formalista, desviacionista y antipopular, y su música de «mero ruido». Menos adjetivos llevaron a otros a una muerte segura.
En este momento crítico para el compositor –el inicio de sus penosas relaciones con el régimen estalinista– da comienzo El ruido del tiempo del británico Julian Barnes. No sabemos si la reacción del compositor fue exactamente la que propone el novelista: la espera meditabunda de Shostakóvich en la escalera, próximo al ascensor, a ser detenido por el NKVD. Pero a juzgar por las prácticas al uso de entonces, como acostarse vestido, mantener empaquetada la ropa de abrigo y alimentos, o permanecer en vilo a la espera de escuchar el motor de aquellos espeluznantes Marussia negros de la policía soviética, no parece una invención descabellada.
anagrama / 208 págs.
El ruido del tiempo
Este es uno de los detalles formales más paradójicamente atractivos de El ruido del tiempo. La capacidad de construir una biografía interior repleta de nuevos y variados matices a partir de la ficción, plagándola de las libertades y licencias propias de la tonalidad narrativa, sin restar por ello ni un ápice de sinceridad al relato; al contrario, Barnes consigue mayor veracidad sobre Shostakóvich, una ficción más real que la propia realidad conocida hasta el momento sobre el compositor y su tiempo. La novela y su ficción, apoyados por un narrador omnisciente que desvela recuerdos fragmentados de toda una vida de incertidumbres, son los recursos escogidos para desempañar décadas de una existencia deslucida por la opresión y sacar a relucir los fantasmas que acompañaron al compositor durante una vida de infinitos interrogantes y coartadas morales.
De ahí el tema de fondo, el verdadero motivo de esta novela: una bella e interesante reflexión para resituar los límites entre la integridad y la corrupción, entre la honestidad artística y la personal, y para redefinir heroicidad y cobardía en una época en que fue fácil ser héroe, pero muy difícil ser cobarde. Barnes se sirve para ello tanto de Shostakóvich como de sus coetáneos, con el fin de presentar un esbozo de las distintas posibilidades del ser moral: dar la espalda a la situación, huir y permanecer ajeno a los problemas (Stravinski); mirar de perfil y sacar ventaja de una natural inocencia y pasividad (Prokófiev); ponerse frente al poder y elegir entre insubordinarse y morir, o someterse y resistir (Shostakóvich).
Dmitri Shostakóvich dio la cara y eligió evitar la fácil heroicidad de la muerte. Cedió al poder y traicionó sus convicciones morales. Escogió vivir con cobardía, desazón y arrepentimiento. Se desenvolvió como pudo en ese «ruido del tiempo» para salvaguardar el preciado «susurro de la historia» que aún nos llega con su música. ¿Una cobardía heroica?
Anecdotario con significado
Julian Barnes remata hoy desde la novela la hazaña iniciada por Wilson desde la biografía. La aventura de contar anécdotas; lo importante no es tanto la veracidad de sus hechos, como lo que significan. Lo que significan para Shostakóvich, y para nosotros.