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Portada de «Historia eclesiástica» de Eusebio de Cesarea

Portada de «Historia eclesiástica» de Eusebio de CesareaBAC

'Historia eclesiástica': el primer gran libro que narra cómo nació la Iglesia

Eusebio de Cesarea explica los interiores de la vida cristiana, con sus disputas, persecuciones e interpretaciones

Eusebio de Cesarea (ss. III–IV) es uno de tantos personajes más bien desconocidos para el público común, y, sin embargo, desde su segundo plano en la historia, resulta de enorme interés para quien se adentra un poco en el estudio de la Iglesia primitiva y la gestación de la Antigüedad tardía. Él es responsable, en parte, de la imagen edulcorada —e incluso providencial— que en el cristianismo a veces se tiene del emperador Constantino, y de todo mandatario que se le pueda asimilar. Su perfil aúna varias facetas: obispo, historiador erudito —con más indagación concienzuda que cribado, lo cual hoy le agradecemos—, autor de obras de índole teológica —como la Preparación del Evangelio y Demostración del Evangelio—, escritor de biografías… y político. Porque en Eusebio hay una interpretación de la Iglesia en el mundo, y porque su actitud en Nicea y ante la disputa arriana estuvo más marcada por la búsqueda de consenso que de una definición exenta de ambigüedad.

En Historia eclesiástica son palmarios estos rasgos, a los que Eusebio suma una enorme capacidad de documentación. De hecho, este libro es fuente de referencia y testimonio de obras de otros autores —Eusebio cita profusamente de manera literal— que, de no ser por Eusebio, se habrían perdido. En este libro se ofrece una historia que comienza con el Verbo como «el Dios y el Rey de todos los seres, que ha recibido del Padre la autoridad soberana y la fuerza». Tras estas consideraciones, y asumiendo que Abraham y Moisés le rendían culto como el Señor, Eusebio explica cómo las profecías y textos del Antiguo Testamento anuncian a Cristo.

A partir de aquí, este obispo palestino —suele pensarse que era oriundo de aquella zona— va relatando los acontecimientos que se fueron sucediendo desde el nacimiento de Cristo, en tiempos del gobernador Cirino y del emperador Octaviano Augusto, hasta sus mismos días, celebrando el triunfo de Constantino y la libertad de la Iglesia. Este es un recorrido muy interesante, pues el autor detecta una suerte de plan divino que, con sus vicisitudes, se va cumpliendo. En todo caso, la obra acaba resultando menos sistemática de lo que pareció bosquejar Eusebio, y concluye con capítulos escasamente trabados.

Portada de «Historia eclesiástica» de Eusebio de Cesarea

bac / 692 págs.

Historia eclesiástica

Eusebio de Cesarea

En este libro aparecen casi todos los episodios imaginables: desde la formación de los evangelios hasta la sucesión apostólica en sedes como Roma o Alejandría, pasando por persecuciones y martirios, alternancias en el poder imperial, aparición de los diversos autores eclesiásticos y sus obras, etc. Incluso documenta el estado de algunas tradiciones más bien legendarias —si bien Eusebio procura aplicar criterio, para separar el grano de la paja, no siempre lo logra, o a veces se limita a transmitir relatos sin comentarlos—, como la pretendida relación epistolar entre el monarca armenio Abgaro y Jesucristo.

Aquí se encuentra lo grande y también lo menudo, de manera que su inspección del cristianismo de los primeros cuatro siglos resulta muy profusa. Una lectura atenta y crítica es capaz de extraer un enorme aprendizaje de lo que traslada Eusebio. Por ejemplo, se asume cuál era el nivel de discusiones doctrinales dentro y fuera de la Iglesia, así como las posturas hacia el judaísmo. De hecho, en el aludido pasaje sobre Abgaro y la llegada a su país de la predicación apostólica, el rey armenio asegura: «de tal manera creí en él [en Cristo], que llegué a querer tomar un ejército y aniquilar a los judíos que lo crucificaron, de no haberme hecho desistir el miedo al Imperio Romano» (1.13:16).

La edición de la Biblioteca de Autores Cristianos dispone el texto de una manera fácil de leer y localizar, porque coloca en la parte intermedia —entre la traducción castellana y las notas explicativas— la versión griega original. El griego de Eusebio es sencillo y suficientemente armónico —aunque Focio opinaba que no era agradable ni brillante su redacción—, con un ritmo y una sintaxis de fácil comprensión para quienes conocen esta lengua. La traducción consigue recrear bastante bien este estilo —desprovisto de aderezos retóricos—, que se asemeja a ciertas crónicas periodísticas, y a algunos manuales de historia, aunque a veces notemos un ligero desbordamiento de materiales que se acumulan. La variación que aportan las intercalaciones de otros autores dota a este libro de una agilidad narrativa acorde con la riqueza de temas, y con una colorida profusión de detalles. En muchos momentos, el lector se sorprenderá o sonreirá, como cuando aporta su versión sobre la secta de los nicolaítas (3.29) a que alude san Juan en su Apocalipsis.

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