'El arte de la guerra': veinticinco siglos de estrategia militar no belicista
Sun–Zi explica en trece capítulos cómo conocerse a sí mismo, forjar alianzas, planear una guerra, mover los efectivos, espiar al enemigo y confundirlo
El conocimiento que el mundo occidental tiene de la civilización china —y, en general, de Oriente— es parco, o incluso algo peor: lo poco que se sabe otorga la ilusoria impresión de contar con rudimentos suficientes. Por término habitual, Occidente despreció como inferior y atrasada aquella parte del mundo, hasta que el Imperio Japonés derrotó al Ruso en 1905, precisamente en una guerra que dilucidaba cuál de ambos tomaría una posición dominante en China. El ascenso nipón en Corea, Manchuria y las costas que unen Shanghái y Nanking, a través de Cantón y Formosa, con las actuales Laos, Camboya, Vietnam e incluso Filipinas, Java o Borneo, derribó por completo los prejuicios occidentales. Tras las dos armas nucleares que Estados Unidos arrojara sobre la población civil japonesa, Oriente no concluyó su renacer frente al hombre de raigambre europea. Las guerrillas comunistas en China (Mao Zedong) y en Vietnam (Ho Chi Minh) supusieron una demostración palmaria de que Occidente ya no era capaz de imponerse en el Lejano Oriente.
Como consecuencia, durante la segunda mitad del siglo XX, cada vez más estratos de la cultura occidental se han interesado por lo que, de modo genérico, se llama «sabiduría oriental». De esta forma, en 1963, Samuel B. Griffith, general del Cuerpo de Marines, publica en Oxford una traducción de El arte de la guerra de Sun–Zi. No era la primera. En 1772, un jesuita francés había editado en París la primera traducción de esta obra a una lengua europea. Entre finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, hubo una considerable circulación de este texto, y quizá a él tuvo acceso Napoleón Bonaparte. Sin embargo, las posteriores ediciones, como algunas de comienzos del siglo XX, tuvieron un eco mucho más discreto, en gran medida gracias al ascendiente que cobraron tratados militares europeos, como el Vom Kriege, de Karl von Clausewitz (1780–1831), más orientados a un concepto bélico basado en grandes formaciones de tropa y en lo que se ha denominado «guerra total».
alianza Editorial / 160 págs.
El arte de la guerra
Una de las advertencias que conviene añadir es que no se sabe si, en verdad, existió un Maestro Sun (Sun–Zi, expresado en lengua china). Se asume que, bajo este nombre, hay una escuela informal de teóricos y tácticos militares que recorrieron un periodo crucial de la historia de aquel país, llamado «Era de los Reinos Combatientes». Por tanto, se presume que la redacción de esta obra puede localizarse entre el siglo V y el III a.C., o, para una hipótesis más específica, quizá entre la segunda mitad del s. IV y el primer tercio del s. III a.C. Quizá existiera alguien conocido como Sun Wu a quien se debe parte esencial de la autoría. O quizá el prestigio del Maestro Sun personifique en una sola figura aportaciones variadas caracterizadas por el modo como este pensamiento militar contribuyó al éxito de una facción, la cual logró forjar lo que puede asumirse como inicio de una China unida que, tras diversos avatares, ha transitado hasta nuestros días. Un rasgo evidente de este prestigio es la cantidad de locuciones o aforismos que comienzan así: «Dijo el maestro Sun…». Sea como fuere, el estado que nos ha llegado del texto ya estaba consolidado en el s. II a.C., como atestiguan unos hallazgos arqueológicos de 1972.
La obra atribuida por tradición a Sun–Zi no es tanto un tratado sistemático, como un conjunto de consideraciones cuyo hilo conductor es la prudencia y la sagacidad. El libro comienza advirtiendo cómo la guerra puede traer la muerte a un país, de ahí la necesaria cordura a la hora de orientar una política que pueda evitarla. Sun–Zi desaconseja la crueldad, el mal gobierno, la penuria en el país a causa del sostenimiento de la contienda, y lo argumenta desde una perspectiva militar e incluso utilitarista, si bien enmarcada en el concepto de dao —término casi intraducible, y que equivale a camino, talante, carácter, destino, moral natural.
Según el maestro chino, resulta fundamental conocerse a sí mismo y al rival, espiar, urdir añagazas y maniobras para despistar al enemigo, mover rápido las tropas y actuar con flexibilidad y sin dogmatismos. Señala Sun que un adversario ultrajado guarda rencor y, al menos en potencia, seguirá amenazando la seguridad del Estado. Un pueblo sumido en la carestía pedirá el fin de la lucha y desmoralizará el ánimo de su ejército. Sun–Zi opta por una guerra rápida y por desarmar al contrincante, no por la destrucción masiva. La mejor batalla es la que se gana sin necesidad de librarla, socavando las alianzas o fuerzas del rival.
La concisión de este texto —a cuyos trece capítulos «canónicos» algunos editores añaden varios «deuterocanónicos»— y su modo de entender el mando y la estrategia lo han convertido en una suerte de oráculo de gestión empresarial, de estratagema política o de guía personal. En este libro encontramos a un comandante en jefe que sabe manejar una férrea disciplina, pero que no la emplea con saña, por lo que rehúye el sacrifico inútil de los soldados y también procura eludir circunstancias que mermen su capacidad o confianza.
Como glosa, cabe añadirse que la forma más adecuada para transcribir al español la locución que significa «Maestro Sun» es Sun–Zi, o incluso Sun–ts. En francés se emplea últimamente esta fórmula Sun–Zi, aunque la mencionada edición parisina de 1772 acuñó otra, con vocal final muda (Sun–tse), aún muy extendida. En inglés suele optarse por una «u» (Sun–tzu), signatura que se ha generalizado de modo internacional. La fórmula Sun–Zi sigue el patrón español asentado en los añejos nombres de Confucio (maestro Kong–fu) y Mencio (maestro Meng), si bien aún no se ha popularizado la denominación Lao–Zi, a quien es corriente referirse con Lao–tse.