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Portada de «El Profesional» de W. C. Heinz

Portada de «El Profesional» de W. C. HeinzGallo Nero

'El profesional': todo sobre el boxeo

Un clásico indiscutible de la literatura deportiva. El periodista W. C. Heinz plasma la cotidianidad del noble arte en una de esas novelas que logran decirlo todo del tema que tratan

W. C. Heinz pertenece a la mejor estirpe de cronistas del Nuevo Periodismo o, lo que es lo mismo, a ese grupo de periodistas y escritores del periodismo literario obviados por la práctica totalidad de profesores y alumnos de los Grados en Periodismo de nuestro país, nunca leídos por los profesionales de la información y, por ende, desconocidos por el gran público. A este grupo de olvidados pertenecen también John Hersey Hiroshima y Rodolfo Walsh Operación masacre–, los mejores nombres del periodismo narrativo y firmas con mucho adelantadas a las incursiones literarias –estas sí más conocidas– de Truman Capote o Guy Talese.

En El profesional (1958), clásico indiscutible de la literatura deportiva, seguimos al periodista Frank Hughes en su labor de presenciar en primera persona y plasmar en un reportaje para su revista la preparación del combate por el cinturón del peso medio del boxeador Eddie Brown –apodado «El Profesional»–. Es ficción, aun cuando su lectura parece demostrar lo contrario: la veracidad en la plasmación de la cotidianidad del noble arte –lo que antecede al show business– es extrema. Es un libro escrito por un periodista.

Portada de «El Profesional» de W. C. Heinz

gallo nero / 386 págs.

El Profesional

W. C. Heinz

Sin importar el año en que fuera escrito y cuanto haya cambiado el noble arte en sus formas –la especialización de la preparación física del púgil, la profesionalización del cuerpo técnico, el auge inédito de la monetización y espectacularización del cuadrilátero– El Profesional es una de esas novelas que logran decirlo todo del tema que tratan, y ante las que otros libros solo pueden repetir con más o menos adorno lo que ya se ha dicho.

La incapacidad del boxeador de ejercer otras profesiones, porque, ¿quién se iba a jugar el tipo de esa forma pudiendo trabajar de otra cosa? –«te gusta pelear y no te puedes dedicar a otra cosa»–. El duro retiro del púgil durante semanas de campamento antes del combate, porque el boxeo es uno de los deportes más exigentes para el físico, pero sobre todo para la mente. La fórmula mágica de calidad deportiva, astucia y carisma para conectar con el público que debe correr por la sangre del peleador, porque el boxeo es un deporte, pero también es un espectáculo. El mundo de las apuestas, porque el boxeo es un deporte y un espectáculo, pero también es un negocio. El control del relato ante los medios, porque la batalla también se gana ahí, en los pequeños detalles psicológicos. La fuerza que los boxeadores tienen dentro del ring, pero pierden fuera del mismo, buscando recuperarla con el apoyo de otras personas, no siempre las mejores. Y la suciedad del gimnasio, porque en la sordidez es donde más se respira y mejor se forja humildad.

Es también un relato franco y descarnado acerca de la posibilidad y realidad permanente del fracaso, quizá la enseñanza más valiosa para todos aquellos lectores no tan familiarizados con el boxeo que busquen ese «algo más» de los clásicos. Otra forma de verlo, quizá más instructiva para las generaciones presentes, para las que el éxito parece ser el único horizonte posible: que el éxito es fugaz, que es fugaz y cuesta horrores siquiera rozarlo, y que lo más habitual en esta vida es fracasar. Caerse, levantarse, contar hasta diez, siguiente asalto, siguiente combate.

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