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La imagen pictórica de Alfonso XIII en las Colecciones Reales de Patrimonio Nacional

La imagen pictórica de Alfonso XIII en las Colecciones Reales de Patrimonio Nacional

'La imagen pictórica de Alfonso XIII en las Colecciones Reales de Patrimonio Nacional', de María Jesús Aparicio González

La intencionalidad de una apariencia

La inauguración, hace unos meses, de la Galería de las Colecciones Reales y el éxito sin precedentes de visitas permite pronosticar también la fortuna con que será recibido este volumen. La autora, profesora de Arte Contemporáneo en la Universidad San Pablo CEU, CEU Universities, doctora en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, afronta curiosísimos análisis de la figura de Alfonso XIII a través de sus retratos.

La imagen pictórica de Alfonso XIII en las Colecciones Reales de Patrimonio Nacional

Sial. Trivium

La imagen pictórica de Alfonso XIII en las Colecciones Reales de Patrimonio Nacional

María Jesús Aparicio González

Destaca particularmente la comparación entre las pinturas dedicadas al monarca y a la regente María Cristina con las protagonizadas por otros reyes, por un lado Carlos II y su madre Mariana de Austria; por otro, Luis XIV, Ana Mauricia de Austria o Carlos II de bebés. A continuación, la sucesiva inmortalización del último soberano español antes de la guerra civil en distintos estadios de su vida hasta 1931, y su semejanza con los de otras épocas realizados a antecesores de su misma estirpe: la investigadora expone y explica las razones de los espacios elegidos en unos y otros casos, a saber, el salón de los Espejos y el del Trono, en el Palacio Real; las posturas de los retratados, el vestuario y joyas que los adornan. Examina con especial detenimiento la presencia de atributos y emblemas iconográficos como el cetro y la corona, que no faltan en la pintura, atribuida a Lengo, de Alfonso XIII recién nacido, los almohadones o los cortinajes de fondo. Las semejanzas, equivalencias, imitaciones respecto a los fechados siglos antes.

A seis cuadros ascienden los que inmortalizaron a María Cristina con su hijo antes de la mayoría de edad de este, dos de ellos debidos a Sorolla y los demás a Masriera, Tovar, Martínez Bueno y Gonzalo Bilbao. Del joven rey solo, aparte del citado, se comentan el de Francisco Domingo, a la edad de dos años; el de Koppay de 1888 en un caballo balancín; el de Luis Herreros de Tejada, en que Alfonso aparece con doce años a lomos de un corcel en postura de corveta. También se mencionan los de Casas y Cusach, o aquel en que se le representa vestido de cazador, de Fèrreres.

El sentido de las pinturas solicitadas en la etapa adulta del nieto de Isabel II se capta mejor gracias a la exposición del contexto político durante el cual se produjeron y al cotejo con las de sus antepasados: la consideración suya del ejército como pilar esencial de su reinado y su costumbre de vestir de militar quedaron reflejados en las obras de José Villegas, Sorolla, Gonzalo Bilbao, Plácido Francés, Luis Menéndez Pidal, Pardiñas Cabré, José Garnelo, Modesto Teixidor, Castellote y Villafuela. La distinción entre retratos oficiales y encargos privados también ofrece notables diferencias.

Singulares, perspicaces y sugestivos resultan los vínculos semánticos encontrados entre los detalles de la imagen proyectada en los cuadros y la percepción que se obtiene, partiendo del trabajo de los historiadores, sobre los rasgos de personalidad política, emocional, sentimental e intelectual del que heredó la corona antes de su nacimiento. No se acierta, sin embargo, a descubrir el total de las facetas aludidas por contemporáneos y estudiosos: la intención impresa en cada uno de los trabajos pictóricos, la peculiar habilidad de cada artista, las diferentes estéticas y métodos de dibujo y composición muestran solo parcialmente la realidad del protagonista de estos retratos y se sobreponen al reflejo del auténtico humano en todas sus dimensiones. Aparicio reconoce en Sorolla al autor que mejor sugiere los rasgos psicológicos de Alfonso XIII, lo que no extrañará al lector común, siendo bien conocida la estrechísima amistad existente entre ambos durante largos años. No extraña por tanto, tampoco, que a Sorolla se deba el mayor número de estas obras.

Libro tanto para lectores interesados y sin una formación particular, como para expertos, dado el rigor científico que se transparenta a través del aparato crítico, el previo recorrido desde los antecedentes del soberano hasta el último posado antes de exiliarse permite profundizar y comprender con mayor precisión la historia española de un periodo tan brillante como convulso, como también arroja importantes claves para interpretar determinados trazos y elementos. No en vano la autora ha rastreado documentación y obras por los salones, almacenes y depósitos de las Bibliotecas y Archivos Reales de los Reales Sitios donde se conservan: el Palacio Real de Madrid, el Palacio de Aranjuez, el Palacio de la Granja de S. Ildefonso, el Monasterio de El Escorial, el Palacio de El Pardo y los Reales Alcázares de Sevilla.

Hasta el momento, el público carecía de una monografía completa referente a estos retratos de Alfonso XIII, aunque sí se contaba con dos estudios más breves dentro de la publicación debida a Patrimonio Nacional sobre el retrato como género en sus colecciones. En adelante, el trabajo de la profesora Aparicio habrá de servir de referencia inexcusable. Pero, además, la lectura del libro puede completarse con la visualización de las imágenes de las pinturas, algunas de ellas inéditas hasta la fecha no solo para el gran público, sino también para los especialistas.

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